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Los vecinos de Mutriku empiezan a acostumbrarse a convivir con la imagen de Abdulay Diouf, un arrantzale senegalés de 38 años afincado desde hace una ... década en el País Vasco. El rostro del pescador africano ocupa desde hace unos meses un enorme mural en uno de los edificios situados a pie de la carretera de acceso a la localidad. La pintura, que está en un lugar muy visible, se ha hecho ya familiar para muchos mutrikuarras y es muy posible que con el paso del tiempo se convierta por su singularidad en una de las señas de identidad del municipio.
El mural es obra de Nextor Otaño, Nexgraff, un joven artista pasaitarra procedente del mundo del grafiti. Fue el propio Otaño el que decidió que el protagonista de su obra fuese el arrantzale senegalés después de recibir el encargo del Ayuntamiento de Mutriku. «Querían un mural que tuviese que ver con el pueblo y con su idiosincracia marinera, así que enseguida pensé en Abdulay, al que conocemos de Pasaia desde que yo era pequeño. Dado que en los puertos de la costa vasca, entre ellos el de Mutriku, trabajan muchos pescadores de Senegal, el alcalde aceptó nuestra propuesta y dio luz verde al boceto que le hicimos llegar».
La otra parte tampoco puso objeciones. Abdulay, que ya había protagonizado otro mural que Otaño pintó hace unos años en Basauri, aceptó encantado la propuesta de su joven amigo. «Soy un 'beltza' que se va a hacer famoso», bromea con su risa contagiosa mientras señala con la mano el retrato que certifica su vecindad artística mutrikuarra. Como otros muchos de sus compatriotas afincados en el País Vasco, el senegalés no lo ha tenido fácil. Nacido en Nianing, al sur de Dakar, empezó a trabajar en la pesca desde que tuvo uso de razón. A los 9 años perdió a su padre y quedó bajo la tutela de su abuelo, propietario de dos cayucos de pesca.
«Fue mi aitona el que me enseñó todo lo que sé sobre el mar», dice en un castellano salpicado de expresiones en euskera y francés. «Tenía dos cayucos de cerco y salíamos todos los días: cogíamos sardinas, corvinas, barracudas, salmonetes... Es una costa muy rica en pesca». Abdulay no tardó en asimilar las enseñanzas de su abuelo y al llegar a la mayoría de edad comandaba una embarcación de pesca con 16 tripulantes a su cargo. Su pericia marinera no pasó desapercibida y fue contratado para pilotar un cayuco cargado de migrantes hasta las islas Canarias.
Se hizo a la mar a finales de febrero de 2005 en un lugar próximo a la frontera entre Senegal y Mauritania en un cayuco ocupado por 136 personas. Fue una navegación sin complicaciones gracias a las buenas condiciones de la mar. «Teníamos dos motores de 40 caballos y los alternábamos para que no reventasen. Navegamos noche y día sin interrupción y a la séptima jornada llegamos a Las Palmas de Gran Canaria. Los de Salvamento Marítimo, que ya nos tenían localizados, nos recogieron y nos llevaron a puerto».
Abdulay empezó allí su periplo por territorio español. Primero fue trasladado a Madrid, desde donde le llevaron a una localidad andaluza del interior cuyo nombre no acierta a recordar. «Yo quería estar cerca del mar porque es el único sitio en el que puedo ganarme la vida». Consiguió llegar a Roquetas del Mar, en Almería, y pasó allí ocho años trabajando primero como redero y luego como pescador. «Estoy muy agradecido a la familia de Roquetas que me acogió y me dio trabajo», sonríe. Había oído hablar de la tradición pesquera en la costa vasca y decidió probar suerte. Viajó a Pasaia en 2013 y no tardó en darse cuenta de que era el destino que buscaba. «Me sentí bien acogido y arropado desde el principio», dice señalando al muralista Nexgraff, su vecino y amigo desde que era un niño.
Abdoulay trabaja como arran-tzale en Pasaia y vive en Trintxerpe desde entonces. Su simpatía y cordialidad le han convertido en una figura de referencia en Pasai San Pedro. «Soy de la Libia a muerte», sonríe mientras muestra la camiseta que lleva puesta del color de la trainera sanpedrotarra, que con tan buen pie ha comenzado la temporada. Seguro que en un rincón de su corazón guarda a partir de ahora un lugar para el verde y negro de la trainera de Mutriku.
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