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César, sentado sobre un sillón de peluquero auténtico y el caballito de niños. Llevan ahí desde 1961.
César Zúñiga: «Aquí hago de peluquero, confesor, psicólogo, mediador y consejero»

César Zúñiga: «Aquí hago de peluquero, confesor, psicólogo, mediador y consejero»

Entrar en la peluquería de los Zúñiga es todo un viaje en el tiempo, llevan desde 1961 acumulando recuerdos, pero también cortan el pelo, claro

YLENIA BENITO

Martes, 2 de mayo 2017, 00:08

«Quiero cortarme solo las puntas». «Hazme como siempre». «Retócame las patillas un poco, por favor». Cualquiera de estas frases podría ser el inicio de una conversación en una peluquería. En cualquier peluquería, excepto en la de César Zúñiga. Primero padre, luego padre e hijo y ahora solo hijo. Las cuatro paredes de este lugar ponen siempre, o casi siempre, el tema de debate. Entre flequillos y patillas, aquí se habla de los inicios del balonmano en Irun o de cómo un irundarra 'pescó' un submarino. El interior de esta peluquería podría ser un museo, de hecho, parte de ella estuvo en uno.

-Este caballito lo he visto en el Museo Oiasso, ¿es de la antigua Roma?

-De la antigua Zuñiga (risas). Cuando organizaron en el Museo Oiasso la exposición 'Historias de tocador', me pidieron algunas piezas antiguas y el caballito cambió de ubicación por unos meses.

-¡Cuántos niños habrás visto crecer en ese caballito!

-Muchos. Me hace mucha ilusión cuando viene algún padre con su hijo y le dice: «Mira, ahí me cortaba el pelo César cuando era pequeño como tú».

-Tú también has sido pequeño en esta peluquería...

-¡Claro! Yo también he crecido aquí. Mi padre abrió el 1 de septiembre de 1961, yo tenía tres añitos nada más.

-La edad perfecta para subirte al caballito, pero no para coger unas tijeras.

-Eso fue más tarde. Con quince años 'penqué' el último curso por no aprobar latín. En esa época era una asignatura importante, así que no pasé de curso. No tenía claro qué es lo que quería hacer, no sabía si seguir estudiando o ponerme a trabajar, por eso mi aita me dijo: «Vente a la peluquería hasta que decidas qué hacer».

-¿Hasta ahora?

-Sí, hasta ahora. Me enganché. Me gustó desde el principio porque es un trabajo artesano y muy entretenido. Hablas con mucha gente de muchas cosas.

-¿Recuerdas con quién utilizaste la tijera por primera vez?

-(Risas) Al primero, primero, no. Recuero que los primeros fueron mi aita, mi hermano, primos... ¡gente de la familia! Practicaba con ellos para luego poco a poco ir haciendo cosas en la peluquería. Es un trabajo delicado, ya sabía que no iba a cortarle una oreja a nadie, pero las 'escaleras' no le gustan a nadie.

-¿Y recuerdas los cortes de moda?

-Aquí no solemos hacer cortes muy extravagantes, pero recuerdo muy bien la época de los Beatles.

-Todos querían ser...

-¡Todos querían la melena de Lennon! Se pusieron de moda las melenas y eso nos perjudicó mucho. Recuerdo que el trabajo en las peluquerías de Irun disminuyó. Algunas tuvieron que cerrar, en Irun y en el resto del país, claro.

-Vosotros habéis 'resistido' a las melenas de los Beatles y a las barbas de los hipsters.

-Los afeitados también se perdieron. La gente empezó a encontrarse comodidades para hacerlo en casa y dejaron de venir aquí, pero sí, las barbas tupidas de los hipsters están recuperando nuestra labor.

-¿Tu aita te ha enseñado muchos trucos secretos?

-¡Qué va! Me lo ha enseñado todo, eso sí, pero secretos no. Sus consejos siempre han estado encaminados hacia el trato a los clientes. Hay que ser honestos y amables, saber escuchar es muy importante.

-Si estas paredes hablasen...

-Podríamos hacer un documental muy largo, sí. Aquí yo hago de psicólogo, confesor, consejero y, a veces, hasta de mediador.

-¿Mediador?

-Sí, los padres y los hijos no siempre están de acuerdo. Recuerdo una vez en la que un chaval quería raparse la cabeza como Roberto Carlos y su padre se negaba. Tuve que encontrar el punto de encuentro entre ambos.

-Lo de que las paredes hablan es casi literal, ¡qué de fotos!

-Empecé hace años a poner fotos antiguas de la ciudad. Aquí está el puente Santa Elena antiguo, los taxis tirados por caballos, el paseo Colón de antes...

-La historia de Irun está aquí.

-No sé si historia, pero historias hay unas cuantas. Mira, esto de aquí me lo trajo un cliente, Nicolás. Él es el irundarra que 'pescó' un submarino que quedó a la deriva. Nicolás lo remolcó al puerto de Pasajes.

-Curioso, sin duda. La historia del deporte irundarra también se podría contar mirando tus paredes.

-Aquí está uno de los dos primeros equipos de fútbol que tuvo Irun, el Racing, que ganó la Copa. En esta ya aparecen unidos los dos equipos. Mira, este es el abuelo de Emery.

-En esta otra también reconozco a grandes del deporte irundarra, pero estos juegan a balonmano.

-Sí, para el balonmano también tengo un hueco grande. Hace un par de años entraron dos polacos que estaban en Irun por el torneo Domingo Bárcenas y reconocieron al Bidasoa campeón de la Copa de Europa. Les hizo mucha ilusión y se sacaron fotos aquí.

-César, este sé que es tu hermano Miguel Ángel, pero este de aquí pareces tú...

-¡Soy yo! También jugué a balonmano, pero yo no tenía futuro como mi hermano. Espera, voy a enseñarte una foto que tengo para colocar. Te va a gustar.

-¡Oh, es una reliquia!

-Es el equipo pionero de balonmano en Irun. Beñardo García, Santi Sorondo, Lertxundi, Ausín, Celaya, Arana... Ellos iniciaron las andaduras del Bidasoa. Fueron corazón y alma, sin duda.

-Las conversaciones aquí estarán llenas de recuerdos y los debates serán sobre meteorología, ¿sí?

-(Risas) Para acabar con esos debates puse ese cuadro de ahí. Ya sabes que mi aita apunta el tiempo que hace cada día en Irun y desde 1965 tiene guardadas las lluvias y los calores del 30 de junio. En cuanto se acercan las fiestas, siempre surge la misma discusión: «hace dos años llovió muchísimo», «no, no, hace diez años hizo peor tiempo». Con esto ya no hay peleas.

-¿Y cuánta gente se te queda pegada al escaparate?

-Ese sí es mi pequeño museo. Hace años haciendo limpieza de la parte de atrás encontré muchas herramientas antiguas y decidí exponerlas. La exposición ha ido creciendo porque hay gente que me trae cosas antiguas que va encontrando. Es un pequeño txoko en el que se le da valor a piezas viejas que sentimentalmente valen mucho.

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