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«Cuento la forma que tiene una víctima de defenderse de un abuso»Lleva toda la vida escribiendo y acaba de publicar su última novela: 'Dos años', en la que la protagonista es una víctima con un talismán. Este es el sexto libro de Elixabet Badiola, donostiarra de 75 años afincada desde hace mucho en Malerreka.
– Nuevo ... libro. ¿Cómo estás?
– Pues feliz. El último, 'Antes de la última casa', lo publiqué hace dos año y medio, y por algún motivo pensé que ya no iba a escribir más. Pensaba que con la edad que tengo me iba a quedar en pequeños relatos. Una cosa es escribir, que es un placer íntimo y otra cosa es editar, donde buscas que remueva por dentro. Empecé con un pequeño relato y...
– Desde el último libro además, has estado especialmente activa.
– He hecho varios cursos. Uno de ellos en Donostia, con Luisa Etxenike. Ha sido una pedagogía fantástica. En este libro está todo muy cuidado, siento mucho respeto por él. Hasta ahora me he comparado mucho con otros, a veces me he sentido impostora y eso me ha quitado mucha energía. Me creaba inseguridad. Esta experiencia que estoy teniendo con este libro es distinta. lo saqué desde dentro y me apetece compartirlo.
– ¿Qué ha pasado para ese cambio?
– Yo creo que he cogido seguridad personal y madurez.
– Me decías qué te ha llevado casi dos años...
– Sí. El relato estaba hecho y empecé a alargarlo hasta que se hizo novela. Empecé con una historia de abuso por parte de una monja a una colegiala. Y busqué de qué forma tiene una víctima de defenderse de un abuso de una persona mayor. Esta es la historia de una superviviente porque tiene un talismán que son las frases que oía de su madre y de su abuela y que son las que le dan el empuje para no aceptar el papel de víctima y defenderse. En todo el libro sólo hay dos personas que están fuera de la muralla: una mujer que tiene una enfermedad mental y su marido, que la comprende. Es una metáfora de que es posible tener relaciones no verticales. Porque las relaciones entre los demás personajes son de dominio, de manipulación, de autoridad.
– ¿La inquietud por la escritura siempre ha estado ahí?
– Soy de Altza, de Donostia, de una casa grande donde había muchos espacios. Fui descubriendo el mundo a través de los libros. Desde cría, aunque soy muy social, tengo necesidad de tener mis ratos sola, me produce placer. Con 16 años quería ser escritora y me escapé de casa. Me parecía que mi vida no era interesante para contarla, por eso buscaba personas para mí atractivas.
– ¿Estuviste muchos años en Donostia?
– Siempre he funcionado: tengo un deseo y lo cumplo. Pero eso, sí, lucho para conseguirlo. Con 17 años comencé a trabajar en una oficina, pero siempre estaba escribiendo poemas. Había un Club en la Calle Prim donde se juntaban escritores y filósofos y a mí aquello me alimentaba. Luego conocí a un escritor que me llamaba la poeta del País Vasco y a mí aquello me llenaba de ego. Soñaba con trabajar en los barrios, estuve en grupos feministas euskaldunes. Con 30 años y dos hijas tenía muchos poemas y la directora de una cadena de radio, una amiga, me animó a publicarlo. Salió 'Poemas de mujer'. Recuerdo que me sentí tan desnuda y dije: una y no más. Hice animadora sociocultural en Madrid. Salió una plaza para dirigir el centro de adultos de Egia y la saqué. Estuve 15 años allí, en educación de adultos, con la pedagogía de la liberación, muy de integrar al migrante. Y después hice la carrera de filosofía. Mi pareja, Imanol, siempre ha sido muy cómplice y nos ocupábamos los dos de nuestras hijas.
– Menudos años de cambio.
– La gente de mi generación hemos sido unas luchadoras increíbles. Rompimos con todos los tabús que había en aquella época sobre la mujer. Pero tengo la sensación de que está habiendo pasos hacia atrás. En nuestra época decidimos quitarnos todas aquellas barreras que se entendían como «lo femenino», como los tacones, por ejemplo, para buscar nuestra identidad como personas.
– ¿Cómo llegaste a Malerreka?
– Mira, me echaba el tarot y salió que iba a comprar una casa en un pueblo, en un cruce de caminos y que iba a tener que ver con un nombre femenino. La primera foto que había en la inmobiliaria decía: Donamaria, casa, cruce de caminos, y el dueño era Mariñelarena. En la parte de abajo de mi casa en Pasaia, vivían los Mariñelarena, primos de los de aquí. Yo lo tuve claro. Tuvimos un chute de valentía o ingenuidad y dejamos nuestros trabajos para venir a Donamaria. Montamos primero un restaurante y después, el hotel rural. En aquellos tiempos tan duros, porque el turismo rural estaba empezando, escribir fue mi salvación.
– El negocio ahora lo llevan tus hijas.
– Sí, y sigue siendo además un lugar muy especial.
– Es el sexto libro.
– 'Poemas de mujer' (1974), después 'Glicina rota' (2014), creí que había que hablar de la mujer arrojada a la sima de Legarrea. Me dejó paz, alegría y la capacidad de haber contribuido al cambio. Y luego, 'Suenan muchas campanas dentro de nosotras', 'Aita aún quedan nueces', 'Antes de la última casa' que yo pensaba que iba a ser el último, y ahora, 'Dos años'.
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