![Con un aurresku de honor comenzó la jornada, en la calle Santa Elena, donde se homenajeó a José Antonio Aguirre.](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/05/26/irun-k9VD-U220260764937Ks-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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Irun ya ha puesto en marcha la cuenta atrás para las fiestas de San Pedro y San Marcial. A falta de un mes, el Alarde tradicional celebró este domingo ese gran aperitivo festivo que es el Alardealdia, y que este año alcanzaba sus bodas de ... plata. Fue una jornada de buen ambiente, reencuentros, homenajes y actividades para todos los públicos, a la que se sumó un sirimiri que lo tuvo difícil para deslucir un día que, más allá de lo festivo, es «una de las patas más importantes dentro del organigrama económico del Alarde», recordaba el general del desfile, Asier Etxepare.
Para Etxepare fue su primer Alardealdia como general, tras su elección el pasado octubre: se mostraba agradecido «por cómo me acoge la gente y por las muestras de apoyo y de cariño». Bajo el sirimiri, corroboraba que no hay lluvia que pueda con esta fiesta: «no para de venir gente. Esto es imparable».
El programa arrancó a las 9.00 desde la calle Santa Elena, donde se bailó un aurresku al homenajeado de este año, José Antonio Aguirre: «lleva muchísimos años colaborando, siempre al pie del cañón», recordaba Etxepare. Tras cortar la cinta inaugural cientos de personas iniciaron ese recorrido circular con principio y fin en la parte vieja irundarra, y que discurre por parte del entorno rural salvo en su última parada, en Larreaundi: planteada especialmente para los txikis, niños y niñas pudieron allí dar paseos en pony y disfrutar de talleres y juegos.
A medida que el público completaba el recorrido y que más gente se sumaba a la jornada, la plaza Urdanibia se convirtió en una gran fiesta, aunque fuera con chubasquero y paraguas. Las txarangas se encargaron de que el ambiente no decayera en ningún momento.
La segunda parte de la jornada fue en Ficoba, este año con más sitio que nunca: la organización alquiló un segundo pabellón, de modo que uno acogiera la comida popular y el segundo la sobremesa festiva. En el pasillo que unía ambos espacios se instaló una exposición que repasaba ese cuarto de siglo de historia del Alardealdia, que cerró su veinticinco cumpleaños por todo lo alto.
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