Miércoles, 23 de enero 2019, 00:36
«Por Ilerda y Osca pasa la vía que desde Tarraco alcanza los últimos pueblos vascones de la costa del Océano, tanto en la región de Pompelon como en la de Oiason, ciudad situada en el mismo borde del Océano». La civitas a la que hace referencia el libro III de Estrabón vivió su época de esplendor entre los años 70 y 150 de nuestra era. Desde la década de los 60 del siglo pasado, Oiasso ha ido asomando su cara poco a poco. Los restos del Juncal, la necrópolis de Santa Elena, los vestigios de la minería, el área portuaria, el puente del Bidasoa, las termas... Los baños públicos de Oiasso, llamados a convertirse en el principal atractivo del Museo Romano, situados en la trasera del propio edificio y cubiertos para procurar su conservación, siguen siendo «la asignatura pendiente del Irun romano», señala Miguel Ángel Páez. «El proyecto para poder visitar las termas se avanzó en 2006, con un costo que superaba los 2 millones de euros. Requería de la cooperación interinstitucional. No era una inversión que pudiéramos realizar desde el municipio. Con las termas daríamos un salto muy importante en la oferta del museo e iniciativas como Roma Atlantiaca ponen sobre la mesa la necesidad de encontrar financiación para el proyecto».
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