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Joana Ochoteco
irun.
Viernes, 21 de marzo 2025, 20:02
Matilde Basterra no fue Clara Campoamor, María Lejarraga o Victoria Kent. Su contribución al movimiento emancipatorio de la mujer se desarrolló en la siempre imprescindible aunque menos visible segunda fila. Irun formó parte de la trayectoria vital de esta mujer, una pionera cuya historia ha recuperado la biblioteca CBA cuando se cumplen cien años de aquel capítulo irunés en su vida.
Juanjo Merchán, trabajador de la biblioteca y docente, es el responsable de la investigación que ha desembocado en esta exposición que el equipo del CBA ha contribuido a materializar. «La plasmación de la historia en estos vinilos es obra de Pati González y Edurne Martínez», explica el bibliotecario, Iñaki Ceberio. En el CBA se pone especial atención a rescatar las aportaciones de mujeres a lo largo de la historia, tradicionalmente invisibilizadas. Recuperar la figura de la protagonista de esta nueva exposición nace de este afán.
es el período en que la Escuela Doméstico-Agrícola de Matilde Basterra recaló en Irun El primer curso estuvo instalada en Behobia, y el segundo, en el número 21 de la calle Andrearriaga de Ventas.
Matilde Basterra nace en Urretxu en 1897 y pocos años después su familia se traslada a Donostia. Se formó en Dax, obtuvo su diploma como profesora de Primaria y trabajó como institutriz en París. Una beca de la Diputación de Gipuzkoa le permitió viajar por Europa para estudiar las escuelas doméstico-agrícolas para mujeres que ya existían en varios países. A su regreso, presenta un proyecto para crear una de estas instituciones en Gipuzkoa. En aquella época, en el ejecutivo foral «preocupaba el analfabetismo en las zonas rurales», explica Juanjo Merchán. La distancia entre las escuelas y el campo y las tareas que debían atender las familias de baserritarras dificultaban que sus niños y niñas pudieran seguir las clases. Al mismo tiempo, en la Diputación preocupaba también «el progresivo abandono de los caseríos» y, como derivada, la pérdida de las tradiciones vascas. En el intento de solucionar ambos problemas se opta por «una formación profesional para hacer las tareas propias del caserío», para mejorar tanto la productividad de los mismos como los conocimientos de sus habitantes.
Ya existía una escuela dirigida a hombres en Zizurkil, y el proyecto de Matilde Basterra toma forma como el equivalente para mujeres, con un carácter itinerante y dirigida a jóvenes de, aproximadamente, entre 14 y 18 años. La decisión se toma cuando preside la Diputación Vicente Laffitte, que da impulso al proyecto y a quien también se dedica una sección de la exposición del CBA.
Instaurada en 1921, la Escuela Doméstico-agrícola en la que Basterra ejercía como directora y maestra llegó en diciembre de 1923 a Behobia. La acogida fue excelente y aquel primer curso contó con catorce alumnas, aunque las solicitantes habían sido veinte. Un año más tarde, la escuela se traslada a Ventas y amplía el número de plazas para acoger, además de a chicas de la zona, a las de los caseríos de Jaizubia. «Había que hacer un examen previo» para ingresar en la escuela, pues «se requería un mínimo de instrucción para poder seguir las clases». Las alumnas, además de reforzar la lectura y la gramática, aprendían allí sobre horticultura, lechería, cocina... En el CBA se exponen documentos en los que figura la relación de materias que cursaban.
A diferencia de en Behobia, donde la escuela se instaló en un edificio municipal, en Ventas «hubo que alquilar una casa»: la investigación de Juanjo Merchán ha permitido averiguar que se trata del número 21 de la calle Andrearriaga, que aún sigue en pie. La escuela se ubicó en la planta baja de la que era la casa Chirripa-berri, propiedad de Teodoro Chapartegui.
Finalizado el curso, en junio de 1925, el impacto de la escuela ha sido tan positivo que se pide prolongar su actividad un año más. «Tenemos una carta del alcalde de Hondarribia solicitando que continúe». Sin embargo, la Diputación entiende que, habida cuenta del carácter itinerante de la institución y de las solicitudes que habían cursado otros municipios, es el momento de la despedida. El siguiente destino del centro será Ordizia. Así, «Matilde Basterra finaliza su etapa en Irun».
Como demuestran los contenidos de la exposición, Basterra guardaba un excelente recuerdo de la comarca del Bidasoa: los ayuntamientos le obsequiaron con un reloj de pulsera a modo de agradecimiento por su labor. En la muestra se reproduce una misiva en la que Matilde solicita al alcalde de Irun una carta de recomendación y, de su puño y letra, le manifiesta que «Irun y Fuenterrabía son las ciudades que en Guipúzcoa mejor supieron apreciar las ventajas de la enseñanza» en la Escuela Doméstico-agrícola.
Una década después el país padece la Guerra Civil, que forzó a Basterra al exilio. Regresaría a Madrid tras la guerra, en el período más intenso de la represión franquista. Es una época de «ajuste de cuentas», y Matilde Basterra «fue acusada de tener ideas izquierdistas». La dictadura le abre «un proceso» de consecuencias inciertas, que podía conllevar, en el peor de los casos, su ejecución. «¿Y qué hace ella? Solicita el testimonio de quien, entre quienes conoce, ocupa una posición de mayor credibilidad e importancia: el entonces obispo de Santander», pero que antes, en los años que Matilde vivió en Irun, era el párroco de la ciudad: José Eguino.
Su testimonio «fue favorable. Él declaró que la conducta de Matilde era intachable a todos los niveles». Aunque sería inhabilitada para volver al trabajo como sanitaria que había desempeñado antes de la guerra, Basterra se salvó así de un destino peor. En 1943 abrió una droguería en Madrid. Falleció en la capital en enero de 1972. Nunca se casó y mantuvo su independencia económica durante toda su vida.
Recortes de prensa como una página de 'El Bidasoa' de 1925 sobre una conferencia que impartió Matilde Basterra enriquecen esta exposición que habla de una mujer pionera, y que pone en valor el legado que transmitió a la treintena de jóvenes irunesas a las que formó. Esta iniciativa de la biblioteca recupera la figura de una mujer que, desde ese imprescindible segundo plano, también contribuyó a la construcción de Irun.
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