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Irun | Fermin Muguruza
Iñigo Aristizabal
Jueves, 19 de octubre 2023, 19:38
Viene de México, nos atiende desde Madrid y este viernes (19.00 horas) estará en el Centro Cultural Amaia para el preestreno comentado de 'Bidasoa ... 2018-2023', para el que no quedan entradas. La película es candidata a los Goya en categoría Mejor documental y Mejor canción, 'Bidasoa' de Willis Drummond. En enero se sabrá si está entre las nominadas.
–Hace días que se agotaron las invitaciones para la proyección de este viernes por la tarde.
–Estoy contentísimo. Se agotaron y hay mucha gente preguntando. Podríamos haber llenado un pase más, o dos. Es motivo de gozo ver que la gente se ha interesado. Y hemos empezado muy fuerte, estamos en las cuatro capitales de Hego Euskal Herria, en Madrid, Santiago de Compostela, Barcelona, Valencia... Por lo general la distribución de los documentales es muy difícil. Tienen recorrido muy corto, cuando lo tienen. El festival de Donostia fue un impulso, porque se agotaron las entradas en minutos, la vio mucha gente en tres pases y se ha ido corriendo la voz. El estreno en Donostia fue muy emocionante, estuvimos todo el equipo.
–Después del Zinemaldia ha habido más proyecciones.
–Vengo de México, de un festival de cine documental. Ha sido un éxito. Ha tocado mucho, se han sentido interpelados, porque están soportando el tema migratorio con cantidades abrumadoras de muertos, desaparecidos, violaciones... Lo consideraban una realidad compartida.
–¿Es más importante si cabe que esta película se vea aquí?
–Aunque el Festival de Donostia es una referencia y el mayor exponente que podemos tener a nivel mundial, tenía muy claro que en Irun había que hacer algo especial, porque es donde ocurre todo. El protagonista es el Bidasoa, además de los nueve muertos, más los tres de Ziburu. Nos hemos arreglado con el departamento de Cultura, que muchas veces no es fácil, pero se han volcado. Es muy importante que la gente de Irun lo vea y se vea reflejada porque es la que tiene el gran peso. La solidaridad que hay en Irun y la comarca con esta tragedia es de las cosas de las que más orgulloso me puedo sentir y se puede sentir la gente de Irun de lo que ha pasado en los últimos años.
–¿Cuál fue el punto de partida para este documental?
–Estaba trabajando con 'Black is Beltza II: Ainhoa', que se estrenó en Velódromo, con 3.000 personas, algo muy espectacular. Para mí también era una especie de catarsis porque es la película que le dedico a mi hermano Iñigo. Mientras estábamos haciendo esta película, imagínate también lo que es intentar sobrellevar un duelo tan pesado, y encima me atrapa la pandemia y el confinamiento. Y empiezan a aparecer muertos en el Bidasoa. El primero, un chaval de Eritrea que es expulsado varias veces por la policía francesa y decide quitarse la vida y mirando a Hendaia. Fue algo que nos estremeció a todos. Salimos a la concentración de protesta y empezó ese goteo. Nada más acabar con Black is Beltza decidí ponerme a hacer este documental. Cada uno ha puesto su granito de arena y éste es el mío. Intentamos transmitir un mensaje positivo, que a pesar de la tragedia y las muertes que ha habido, se pueden hacer cosas.
–¿Cómo se gestó?
–Me reúno con Gari Garaialde, que ha sido nuestros ojos con esos reportajes que ha ido haciendo. A partir de ahí empezamos a generar círculos, encuentros... La película se entrelaza a través de la narración de Amets San Millán, migrante de segunda generación, nacida en Irun, de madre dominicana y padre vasco. Va uniendo, hilando las historias, según va recorriendo el Bidasoa en bici. Aprovechamos ese trayecto para mostrar esa belleza salvaje de nuestro río Bidasoa, ese lugar que tanto amamos, que es pura vida, no muerte como quisieron colocar algunos titulares de prensa, desviando la atención. 'El río que mata', 'La trampa mortal', 'El río traicionero'... Todo eso es lo que estamos desmontando con este documental, diciendo que el río es vida. Que no nos separa, que nos une. Lo que mata son las políticas racistas. Me interesaba ponerles nombre a los fallecidos. También se recoge la cultura, a través de las fiestas que se organizan en el trayecto. Empieza con los joaldunak de Ituren y acaba con la fiesta Pellot eta neskatxa, de Hendaia.
–Ha sido un documental elaborado en poco tiempo, ¿verdad?
–Ha sido intensísimo. Encima he realizado, grabado, editado, postproducido... Y todo en paralelo a las presentaciones de 'Black is Beltza II: Ainhoa'. Llegamos al Festival de Donostia con la lengua fuera. En México me preguntaban cómo lo había hecho en tan poco tiempo y con esta factura cinematográfica brillante.
–¿Satisfecho con el resultado y con la acogida?
–No podía ser mejor. Los tres pases de Zinemaldia, casi 1.500 entradas que se agotaron en una hora. En México se agotaron las entradas, en Irun las 600 invitaciones, ayer en Madrid igual. Y los comentarios son muy positivos. El primer objetivo está cumplido.
–El último capítulo de esta historia es el cierre del puente Avenida.
–Esa humillación no tiene nombre. El día del Tour, cuando lo abrieron unas horas, se rieron de nosotros. Eso fue la vergüenza del siglo. Que vayan los alcaldes a celebrar la reapertura y al día siguiente lo cierren operarios del Ayuntamiento de Hendaia... Soy muy crítico. He leído declaraciones de Ezenarro y él ya sabía que se iba a cerrar pero hicieron el paripé. Eso no se puede permitir. Es hacer el ridículo absoluto. No entiendo cómo no tiraron la valla.
–Es un músico convertido a cineasta que ya tiene larga trayectoria en el segundo campo.
–El audiovisual está muy pegado a la música y siempre he trabajado en paralelo las dos disciplinas. Ya en 1985 con Kortatu hicimos el videoclip de 'Sarri Sarri' con Tipula Beltza, cuando era un terreno desconocido. También grabamos la despedida con gran despliegue en 1988. Con Negu Gorriak dimos mucha importancia a los videoclips. Aprendes cosas, te familiarizas y siempre me ha gustado. El documental, sobre todo el musical, me apasiona. La música siempre es protagonista en todo lo que hago, es el campo de donde yo vengo. Incluso haciendo una película considero que estoy escribiendo una partitura.
–Su segundo documental fue sobre músicos en Palestina. ¿Qué decir de lo que está pasando?
–Era 'Checkpoint Rock, canciones desde Palestina'. Antes ya había estado allí, después vino la grabación y el encuentro con muchos músicos y lo presenté en las ciudades más importantes y también en campos de refugiados. En la última gira también actué en Ramala. Tengo un vínculo muy directo con Palestina, sigo teniendo contacto con músicos de allí. Uno de ellos, que vive en la franja de Gaza, estaba invitado para el Festival de Derechos Humanos de Donostia e Israel no le dejó salir. Se hizo una queja pública pero no sirvió de nada. No sabemos si va a ser uno de los muertos esta vez. Es un régimen de apartheid como el que impuso Sudáfrica. Mientras no acabe, no va a haber paz. Urge mucho que la comunidad internacional presione.
–Siempre activo, ¿qué planes tiene para el futuro?
–Vengo de encadenar y solapar dos proyectos y en 2024 me toca desaparecer por lo menos los primeros 6-8 meses. Es la manera de trabajar que tengo. Desaparecer de los focos, respirar, dejar de hacer entrevistas... Llevo más de 200 este año. Es un ritmo demasiado frenético pero necesitaba hacer esta película.
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