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El Viña del Mar se despide, tras más de medio siglo de actividadEl Viña del Mar, uno de los establecimientos hosteleros más conocidos y emblemáticos de Lasarte-Oria echa hoy la persiana, tras más de cincuenta años dando servicio en el municipio. Mari Carmen, la hermana mayor de los cuatro hijos de Modes y Maritxu, se jubila y con ella se pone punto y final a este referente hostelero.
Nunca es fácil tomar la decisión de cerrar un lugar que ha sido parte de tu vida, menos aún si ha sido el negocio en el que depositaron todos sus sueños sus padres, Modes y Maritxu, y que años después se convirtió en oficio para ella y sus otros tres hermanos (Begoña, Goyo y Txitxo). Por eso, Mari Carmen todavía se emociona al hablar del cierre del 'Viña', pero es una decisión firme y meditada. «Ha llegado la hora de jubilarme. Quiero disfrutar del tiempo que me queda ahora que tengo salud y puedo hacerlo».
Echando la vista atrás, Mari Carmen recuerda los orígenes de la familia, un viaje de 11.000 kilómetros, que son los que separan Viña del Mar, en Chile, de Lasarte-Oria. «Nuestros padres eran de aquí, mi aita del Valle del Baztan y mi ama de Tolosa. Pero como muchas personas en aquella época, decidieron emigrar y lo hicieron a Chile. Nosotros, los cuatro hermanos, nacimos allí. Pero, con la excusa de venir a conocer a los abuelos, en el 68 mis padres deciden volver. Surgió la oportunidad de poner en marcha este negocio que bautizaron como 'Viña del Mar', en recuerdo a nuestro lugar de nacimiento», explica Mari Carmen, añadiendo que «es curioso que todos los establecimientos que ponían los vascos que llegaban a Chile eran cafeterías y panaderías. Cuando nosotros volvimos a Lasarte-Oria así se hizo. Estuvieron mis aitas, pero luego cogimos los cuatro hermanos el relevo hasta hoy. Empezamos porque era lo habitual en los negocios familiares, pero hemos trabajado en este pueblo con mucha ilusión y ganas. Nos conoce mucha gente y hemos hecho una gran familia. El trato ha sido cercano y familiar. Hemos visto nacer diferentes generaciones en todos estos años. Hemos vivido mucho y hemos visto crecer el pueblo. Ha habido épocas mejores y peores, pero siempre nos hemos mantenido», asegura Mari Carmen.
Sobre el oficio, Mari Carmen tiene claro que «te dejas la vida, si lo quieres llevar bien. Le quitas tiempo a familia y a los amigos, pero también recibes mucho a cambio». Entre otras cosas, relaciones personales y anécdotas que recordarán toda la vida. «Una vez me pidieron que preparara un lunch y resulta que era para grandes cocineros como Subijana, Aduriz o Arzak. Era una gran responsabilidad, pero les gustó lo que comieron. Otra anécdota que recuerdo fue en la época dorada del Hipódromo, cuando vino una mañana un jockey y me aseguró que iba a ganar la Copa de Oro. Por la tarde, apareció con el trofeo. En el Viña también hemos celebrado muchas bodas, bautizos y comuniones, incluso algún funeral», recuerda con cariño Mari Carmen.
Pero volviendo al origen chileno de la familia, Mari Carmen recuerda que «empezamos a ofrecer algunos productos que aquí en Euskadi no se consumían mucho por aquel entonces, como el aguacate. Lo hacía mi ama con atún y a la gente le encantaba. También las empanadas chilenas... Aunque supimos adaptarnos a los gustos locales y ahora siempre nos alaban nuestro plato de calamares».
Ese vínculo con Chile también lo han mantenido, porque como explicaba Mari Carmen, «muchos chilenos han pasado por aquí a visitarnos, como Claudio Bravo o Bigote Arrocet. Siempre hemos tenido las puertas abiertas para todo el mundo».
Al preguntarle sobre el cierre, Mari Carmen asegura que «lo dejo con mucha pena, porque es un negocio que se trabaja muy bien. Pero a mí ya me ha llegado la hora de irme». Y en esa pena, está claro que pesa mucho la relación con los clientes. «Es lo que más voy a echar de menos, a mis clientes. En tantos años de actividad hemos hecho muchas amistades. Los bares son lugares para relacionarse y ese trato diario se convierte en afecto y amistad. Los lasarteoriatarras nos han dado mucho y estos días muchos se han acercado, incluso de fuera del municipio, a despedirse de nosotros».
Precisamente, sin que Mari Carmen ni sus hermanos lo supieran, les organizaron este pasado domingo una fiesta sorpresa. Una celebración agridulce, porque muchos de los presentes celebraron la jubilación con lágrimas en los ojos. Pero allí estuvieron familiares, amigos, vecinos y clientes para arropar a Mari Carmen, Begoña, Goyo y Txitxo. Les bailaron el agurra, les hicieron el paseillo entre los arcos y les dieron varios obsequios, pero sobre todo, pudieron sentir el cariño de todos ellos.
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