Imagen de la bañera donde se sultivan las microalgas en lo que llaman un 'sistema abierto', más natural.

Euskadi empieza a producir en Asteasu algas con fines comerciales

La UPV/EHU y la 'startup' Algaloop cultivan de momento tres especies que se caracterizan por su gran variedad de usos: se utilizan en suplementos alimenticios, cosmética, biofertilizantes, bioenergía...

laura gonzález

Miércoles, 11 de mayo 2022, 09:54

Parecen insignificantes, ya que solo son percibidos a través de un microscopio, pero se trata de unos de los organismos más importantes del planeta. De hecho, son imprescindibles para la supervivencia humana, ya que son responsables de más de la mitad del oxígeno de la ... Tierra. Las microalgas son además capaces de establecerse en cualquier hábitat y resistir en él, inagotables y muy productivas, una fuente eterna de compuestos de gran interés y valor nutritivo.

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Todo esto y mucho más ha llevado a Euskadi a lanzarse por primera vez a su producción con fines comerciales con un proyecto encargado a la Colección Vasca de Cultivos de Microalgas (BMCC) de la Universidad del País Vasco, dentro del programa de ayudas de acción local del sector pesquero (GALP). Ubicada en la facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV, esta colección lleva dos décadas aislando especies. Cuenta con más de 600 cepas de toda Euskadi, España y el mundo. «Nos planteamos qué hacer con ello y nos propusimos adentrarnos en ese mundo económico que hay detrás, en poder dar salida a las microalgas como elemento tractor de negocio», explica Sergio Seoane, director de la BMCC, que forma parte de los recursos biológicos que ofrece la Estación Marina de Plentzia (PiE-UPV/EHU).

Para ello han desarrollado un modelo de crecimiento a pequeña escala cuya fase de experimentación se lleva a cabo en la 'start up' de reciente creación Algaloop, situada en una agroaldea de la localidad guipuzcoana de Asteasu. Allí, las algas, de unas cinco o diez micras de tamaño, imperceptibles para el ojo humano, crecen junto a otras miles de millones tanto en sistema cerrado, en unos grandes tubos llamados fotobiorreactores, de cien litros cada uno; como en sistema abierto, en unos estanques de 3.000 litros de capacidad, a temperatura ambiente, en un invernadero. En el primer caso, las condiciones están medidas y controladas, con una potente luz, y teniendo controlado en todo momento lo que ocurre; mientras que en los grandes depósitos, que reciben luz solar, su proceso es menos eficiente y requiere menos gasto, pero crecen a un ritmo natural.

De Santurtzi y Amurrio

Se trata de una fase de preindustrialización del cultivo que ha podido idearse después de ver cómo se comportan en el laboratorio estos organismos, que tan solo necesitan luz y nutrientes inorgánicos (como hidrógeno o fósforo) para su desarrollo. «Además de CO2, porque lo que hacen es consumirlo, como toda planta para hacer la fotosíntesis», explica Seoane. De momento están viendo cómo se lleva a cabo su producción, con tres especies distintas, habituales en estos procesos con microalgas, y con resultados comerciales ya contrastados en todo el mundo.

Una de ellas es la Chlorella vulgaris, de una cepa cogida en Santurtzi, en el Abra, en la desembocadura de la ría, cuyo porcentaje de proteína es muy alto. Lo mismo que la Arthrospira platensis, más conocida como spirulina, que en este caso fue comprada previamente a otra colección, ya que se da en climas más tropicales o calurosos, como el Lago Chad, en África. «Esta es una cianobacteria, una especie de alga que se utiliza como suplemento dietético desde hace unos 50 años, muy conocida entre los deportistas, y presente incluso en los supermercados». Además de estas dos, también pretenden comercializar Haematococcus lacustris, concretamente una cepa recogida en Amurrio. «Le llaman el oro rojo, por el color. Es muy interesante porque produce un pigmento llamado astaxantina, que es un potente antioxidante».

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Propiedades anticancerígenas

Estas microalgas y otras de las especies más conocidas se caracterizan por su gran variedad de usos, desde los suplementos alimenticios, tanto en humanos como en animales, hasta en cosmética, biofertilizantes, bioenergía... Debido a su rica composición bioquímica y a sus excelentes propiedades son sin duda una materia prima de gran interés. Desde la Colección Vasca de Cultivos de Microalgas (BMCC) de la UPV están trabajando con ellas, junto a una empresa farmacéutica española, en un proyecto que busca entre sus propiedades compuestos que sean antitumorales, que se puedan utilizar para frenar el cáncer. «Nosotros les facilitamos las especies, de cepas que aislamos de nuestros ecosistemas, y ellos las testan en sus laboratorios».

Son microscópicos organismos que están llamados a cambiar el mundo, cuya lista de fines y aplicaciones podría ser aún más extensa y beneficiosa de la que se conoce, postulándose entre otras cosas como una fuente alternativa de alimentación para paliar los efectos de una futura superpoblación. «Falta mucha investigación, tanto entre las microalgas que se están comercializando como en las que no, ver qué se puede sacar de ellas. Hay mucha diversidad escondida en la naturaleza que no sabemos. El gran trabajo pendiente es el de tratar de aislar más especies para encontrar otras que sean más potentes o con compuestos novedosos. Hacer más bioprospección y analizar», destaca Seoane, horas antes de viajar a Islandia a un foro europeo sobre la industria de las algas. «Se estima que en todo el mundo hay alrededor de 100.000 especies en la naturaleza, y en todas las colecciones del mundo tendremos unas 5.000. Estamos muy lejos de conocer bien lo que nos rodea».

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