
Ver 63 fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver 63 fotos
Es 10 de agosto en Donostia pero el calor no impide que Julian Alaphilippe (Soudal) escriba una obra otoñal, quizá, quién sabe, la última. Para ... muchos, el francés es un ciclista del pasado, un genio que dejó su sello durante una década, pero cuyos mejores servicios a la causa ya están amortizados, pese a que aún tiene 32 años. Un corredor al que la magia se le apagó cuando ganó su segundo Mundial en 2021. Al que su propio jefe, Patrick Lefevere, le ha dicho de todo menos guapo estos tres últimos años. Alaphilippe telefoneó a pricipios de semana al mánager de su equipo para decirle que se marcha y estuvo a punto de regalarse una despedida a la francesa, con triunfo y desplante. Maniobró con mucha más ciencia que piernas en los ultimos cuarenta kilómetros y esa sabiduría le dejó nada menos que en posición de ganar la Clásica de San Sebastián –que ya logró en 2018, en el cénit de su carrera–, para sorpresa general.
No ganó porque su obra la firmó March Hirschi (UAE), más rápido que él en el sprint. El suizo, que cumple 26 años en 15 días, fue una de las grandes promesas del ciclismo mundial con su espectacular irrupción en 2019, hace ya cinco años. Los aficionados vascos fueron de los primeros en conocer el potencial de este discípulo de Fabian Cancellara, cuando siendo el campeón del mundo sub-23 en ejercicio fue tercero en la Clásica de Donostia tras Evenepoel y Van Avermaet. Luego llegó su explosión en 2020, con las victorias en la Flecha Valona y en una etapa de un Tour asombroso por su parte. Sin embargo, las tensiones con su equipo de entonces, el Sunweb y su fichaje por el UAE no fueron fáciles de asimilar para Hirschi, al que se le opacó el brillo. De hecho, el de ayer es su primer triunfo World Tour desde 2020.
En la meta fue claramente superior a Alaphilippe. A rueda del francés, se anticipó al lanzar la llegada y su frescura de piernas fue imposible para el doble campeón del mundo. Esta victoria debería marcar un punto de inflexión en su renacimiento y confirmarle como un ciclista de primera fila. El talento le acompaña.
El suizo hizo buena la superioridad del UAE en los ultimos kilómetros, consumado el hundimiento de Vingegaard en Erlaitz. El danés marcaba todas las cartas de la carrera y su flojera permitió que su jugase otra partida. El propio Hirschi explicó que su primera táctica era esperar a ver qué hacía el Jumbo y que al comprobar que el danés estaba lejos de su mejor versión decidieron tomar la iniciativa.
El UAE asumió el mando y buscó el contraataque con Sivakov en Erlaitz, después de un primer ataque de Alaphilippe. Con el francés-ruso solo por delante, en el grupo perseguidor vigilaban sus compañeros Del Toro, Hirschi, Christen y McNulty. Trabajaba el Lotto y tenía motivos. Llegó tercero a La Zurriola el joven Lennert van Eetvelt, un bonito proyecto de ciclista de 23 años.
La subida a Pillotegi, tercera versión del muro de Igeldo que estrena la Clásica tras Bordako Tontorra y Murgil, fue conducida por Alaphilippe, dispuesto a firmar su western crepuscular y no dejar a nadie en pie. Atrapó a Sivakov, hizo una primera selección con Hirschi, McNulty (UAE) y Narváez (Ineos) y poco después, la definitiva entre un pasillo de aficionados ya llegando al frontón.
La Clásica se disputó en fechas poco habituales, dos semanas más tarde que lo que suele ser constumbre los últimos años, justo después del Tour. Los Juegos de París provocaron el cambio, y se notó en la carrera. Avisaba Haimar Zubeldia en la salida de esta circunstancia, de las diferencias que se notan en los años olímpicos. La carrera ya no es tan buena para los que vienen del Tour y la Vuelta está encima, con lo que es más complicado el pronóstico.
Así las cosas, la Clásica fue más un asunto de estados de forma. Hirschi llegaba a Donostia de ganar una etapa y la general de la Vuelta a Chequia a finales de julio, después de una concentración de tres semanas en Andorra. En Chequia también corrió y ganó una etapa Alaphilippe. Lo mismo que el cuarto clasificado ayer, Kevin Vermaerke (DSM). Ayer el Tour quedaba muy lejos. Entre los diez primeros en La Zurriola, solo el sexto, Neilson Powless (EF), corrió en Francia.
Una Clásica abocada a una edición de transición –experiencia que todas las carreras con solera y tradición atraviesan a lo largo de su historia– coronó a un ciclista llamado a los grandes salones de este deporte. Para entrar en ese selecto club primero hizo salir a uno de sus más insignes y antiguos socios: monsieur Alaphilippe.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La juzgan por lucrarse de otra marca y vender cocinas de peor calidad
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.