![Vingegaard contra los candidatos rebeldes](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/08/09/97071125-k8bG--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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El duelo entre el statu quo y la rebelión está servido en la Clásica de San Sebastián de hoy. La pugna entre el corredor galáctico acostumbrado a brillar allá por donde va y los candidatos que buscan destronarle marca la previa de la carrera. ... O lo que es lo mismo, el choque entre el patrón clásico de carrera dominada por el equipo del máximo favorito y las estrategias alternativas de los insurgentes. En definitiva, Jonas Vingegaard (Visma-Lease a Bike) contra el resto.
La presencia de un astro de semejante envergadura acapara los pronósticos, máxime cuando se trata de una participación meditada, deliberada y deseada por parte del ciclista. Su equipo no le ha presionado. De hecho, no contaba con él para hoy. Pero tras su segundo puesto en el Tour, vuelve a tener ganas de marcha, muy a pesar del resto de aspirantes que aterrizaron ayer en Donostia.
Vingegaard le ha dado la vuelta al cuerpo. Después de exprimirse hasta la extenuación para sujetar las embestidas de Pogacar en la Grande Boucle, ha tomado aire y, sobre todo, ha recobrado las ganas de retorcerse sobre la bici. Habiendo además la posibilidad de levantar los brazos en una prueba World Tour ante una afición tan querida, el corredor no lo ha dudado.
No lo tendrá fácil. Un pelotón con hambre es el primer ingrediente para que una prueba resulte alegre y divertida, además de emocionante, y la mayoría de equipos que ayer desfilaron por un Kursaal abarrotado manifestaron su sincero deseo de meter a algunos de sus hombres en la pelea por la victoria. Creer que es posible es la condición previa a intentarlo. Se presagia una batalla a dos bandas. El orden de Jumbo contra el jaleo pretendido por el resto.
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Sobre el conjunto neerlandés recaerá la responsabilidad de domar la carrera. Es el precio de tener a un astro en sus filas. Deberá contener primero a una distancia prudente la fuga que se consolide en los kilómetros iniciales. Tarea asequible para un ejército ya curtido en esas tareas. Pero más le costará atar los movimientos que surjan en el encadenado entre Jaizkibel y Erlaitz. El puerto que une Irun con Oiartzun tiene las rampas y la entidad suficiente como para que piernas con calidad desafíen al grupo en busca de aventuras que les hagan llegar lejos. Desde arriba, quedarán 40 kilómetros a meta, una distancia que invita a la intentona valiente, a diferencia de cuando aún había que completar el circuito entre Igeldo, Orio y Usurbil.
He ahí la gran clave de la carrera. ¿Avanzará el grupo más o menos compacto hasta pie de Pillotegi –desde cuya cima solo quedarán 7,6 kilómetros a meta– o volará en pedazos desde Erlaitz? El primer escenario favorece las opciones del más fuerte, siempre con ventaja en la lucha individual contra la fuerza de la gravedad. El segundo abre el abanico y depara un desenlace imprevisible. A no ser que el propio Vingegaard quiera dinamitar la prueba desde lejos y emular a Remco Evenepoel, extremo este posible pero poco probable.
Son muchos los ciclistas que vienen con intención, partiendo desde el dorsal '1'. Soudal ha concedido a Julian Alaphilippe libertad para alimentar su ego en un lugar propicio para ello, su querido País Vasco, donde tantas veces ha brillado –tiene en su palmarés cuatro etapas en la Itzulia y la Clásica de 2018– y donde los recorridos se prestan a sus travesuras. Las empinadas rampas de Pillotegi tan cerca de meta, con porcentajes del 27%, le brindan una oportunidad donde a otros rivales les surge un obstáculo.
El equipo belga sustituye la omnipresencia hegemónica de Remco Evenepoel por una bicefalia de la que espera sacar partido y es que Mikel Landa también quiere transforar su gran nivel del Tour en una oportunidad para saborear la euforia del momento en una gran clásica. No tendrá muchas más como esta y lo sabe.
Mas ojos posarán su vigilancia sobre el alavés que sobre el colombiano Santiago Buitrago. Llega de tapado, pero con el cuchillo entre los dientes. El desnivel de Pillotegi le seduce, como buen escarabajo y no será fácil soltarle para arriba en el estado de forma que atraviesa. Representa la opción rematadora. La de quienes pretenden esperar agazapados hasta las terribles rampas que suben a Igeldo para asestar el golpe definitivo en el ú ltimo momento. Al mismo perfil responden Simon Yates (Jayco) y Marc Hirschi (UAE), con más galones y también más pólvora cara a meta.
Más amplio es el grupo de quienes se encomiendan a movimientos más lejanos para formar grupos de avanzadilla donde puedan pescar en río revuelto. Esta Clásica se presta a la diversidad de estrategias. No hay solo una manera de ganarla. Es su riqueza.
Como lo es el público entregado en las cunetas. La mayor concentración se espera en las revueltas del alto de Pillotegi. La velocidad de los ciclistas será baja y la afición vasca vuelve a tener una oportunidad de exhibir su pasión y conocimiento acerca del ciclismo, pero también su respeto hacia el corredor que agoniza sobre el asfalto. La imágenes del pasillo de gente animando a los ciclistas pasarán a la historia de esta carrera y es el deseo de todos que la historia de la afición vasca siga siendo ejemplar.
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