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A. Algaba
Viernes, 21 de marzo 2025, 16:19
Quien recorre habitualmente la costa entre Zumaia y Deba, en el entorno del Geoparque de la Costa Vasca, es consciente de que el entorno por el que pasea no será idéntico de un día para otro. La tierra y los sedimentos de estas formaciones tan características están en constante cambio, afectados directamente por el paso del tiempo, las inclemencias meteorológicas, el embate del mar y la mano del hombre. El Flysch, ese libro abierto de la historia de la Tierra en la costa de Gipuzkoa, que cada año recibe la visita de miles de turistas y curiosos, es una formación por capas de millones de años tan impresionante como a veces peligrosa. Muestra de ello son los constantes desprendimientos en sus paredes escarpadas y acantilados que, en la mayoría de ocasiones, pasan desapercibidos aunque a veces, al producirse cerca de playas o de terrenos más frecuentados por los paseantes, son más llamativos y causan cierta alarma.
Eso es lo que ha sucedido esta misma semana con un desprendimiento de rocas que se ha producido en la playa Lapari de Deba. Justo debajo del paseo en uno de estos flysch (palabra derivada del alemán 'flissen', que significa fluir o deslizar), una catarata de rocas ha acabado sobre la arena y en redes algunos usuarios han lanzado mensajes alertando sobre la seguridad del entorno y sobre la gravedad de que un episodio de estas características ocurriese en verano. «Seríamos portada en todos los medios nacionales por una tragedia», señalaban. Unas valoraciones a las que ha respondido de forma didáctica e informativa el propio Geoparkea en sus redes. «¿El flysch se cae a pedazos? Nada más lejos de la realidad», explican los expertos del parque natural.
Según cuantifican, en ese desprendimiento de esta semana en Deba en la playa de Lapari, se han soltado alrededor de 50 metros cúbicos de roca. El metro cúbico de piedra ronda entre la tonelada y media y las dos toneladas de peso, por lo que el deslizamiento es «aparatoso» aunque a tenor de la magnitud de los desprendimientos habituales «es un fenómeno superficial», describen. Y es que, explican, en los 13 kilómetros de acantilados del geoparque «estamos monitorizando deslizamientos de más de 50.000 metros cúbicos que hoy todavía siguen activos».
«Es un paisaje muy vivo», advierten, y dentro de esa constante adaptación hace apenas un puñado de años se pudo contemplar uno de los desprendimientos más impresionantes. Ocurrió en marzo de 2016 tras un fuerte temporal, cuando una gran lámina de decenas de metros cuadrados se desprendió en el acantilado de Algorri de Zumaia, dejando una huella en color naranja en la pared descarnada.
Esos desprendimientos constantes de roca, sobre todo tras temporales, también sirven a los cientificos para poder estudiar nuevas superficies o a encontrar nuevos fósiles. Eso sí, para los visitantes o para los bañistas -en casos como los de la playa de Lapari de Deba o la de Itzurun en Zumaia- el consejo más claro es mantener siempre la prudencia a la hora de acercarse a estos acantilados y no bajar nunca la guardia.
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