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Los azarosos cien años del Bellas Artes
Centenario de un edificio singular

Los azarosos cien años del Bellas Artes

Construido por Ramón Cortázar en 1914 como sala de cine y sede del Orfeón Donostiarra, ha albergado a la OSE y lleva 30 años sin actividad

carlos blasco / lola horcajo / juan josé fernández

Viernes, 19 de septiembre 2014, 09:13

Nacido en el Goierri, Vicente Mendizábal (1864-1935) fue uno de los principales constructores, si no el más importante, de la Belle Époque donostiarra. Trabajó de cantero hasta que creó su propia empresa participando en importantes obras. Con sus amigos Olasagasti y Arteaga edificaría el Hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia y tal era su actividad que se cuenta que llegaron a levantar hasta 18 magníficos edificios en un solo año. Obra suya fue también el difícil muro de encauzamiento del Urumea que construyó con Imaz, y triunfó en ciertas obras de abastecimiento de aguas, donde otros habían fracasado, como la traída de aguas de Artikutza.

Mendizábal imaginó el brillante futuro del cine convirtiéndose en el mayor empresario en este sector. Así construyó en 1913 el primer cine moderno de la ciudad, el Salón Miramar en el extremo de la c/ Aldamar. Un año más tarde levantó el Bellas Artes y posteriormente el Trueba (1923) y el Pequeño Casino (1925).

La SADE

En 1925 Vicente Mendizábal junto al vizcaíno Santiago Ugarte y el tolosarra Mauricio Damborenea crearon la Sociedad Anónima de Deportes y Espectáculos (SADE). En esta empresa concentrarían las salas de cine Miramar, Bellas Artes, Trueba, Petit Casino y Príncipe, sumando más de 6.000 plazas para espectadores, sin contar que también explotaban los frontones Jay Alay, de Madrid, Zaragoza y Donostia (el Frontón Moderno de Egia) además del Euskalduna de Bilbao. Mauricio Damborenea sería su director durante muchos años. Hoy en día la S.A.D.E. sigue ofreciendo mucho cine a los donostiarras en varias salas.

Ramón Cortázar

Hijo de Antonio Cortazar, diseñador el primer ensanche, Ramón fue el arquitecto más prolífico de su época. Construyó edificios tan emblemáticos como la manzana de Derby y del Guipuzcoano en la Avenida, el Hotel Hispano Americano en el comienzo de San Martín, el Balneario de la Perla y la Caseta Real, y muchas otras magníficas construcciones entre las que se encontraban el desaparecido Cine Miramar, el teatro Príncipe y nuestro centenario Bellas Artes.

Para el constructor Vicente Mendizábal diseñó este salón de cine con capacidad para 1.400 espectadores, preparando además en la planta superior, una sala de conciertos con el fin de alojar al Orfeón Donostiarra.

El cinematógrafo, un invento revolucionario

El cinematógrafo revolucionó las artes escénicas y el concepto de ocio en la primera mitad del siglo XX. Mucho más económico que las representaciones teatrales, adquirió en poco tiempo gran popularidad siendo accesible a todas las clases sociales.

Tras sus comienzos como atracción de feria, los primeros pases cinematográficos se dieron en diciembre de 1900 en un teatro de la calle Euskalerria, que llevaba precisamente el nombre de Bellas Artes. La iniciativa se debió Ambrosio Díaz, propietario de una importante tienda de música de la Avenida. Casa Díaz trajo de París el Cinebiógrafo, el más moderno aparato de cine, proyectando la película Cenicienta, ¡que duraba 5 minutos! Este primitivo Bellas Artes se quemó en febrero de 1913 y Vicente Mendizábal, en su recuerdo pondría el mismo nombre a su salón de cine de Urbieta 61.

El Palacio de Bellas Artes, una construcción vertiginosa

Su promotor, como decimos, fue Vicente Mendizábal quien acababa de inaugurar en 1913 el Cine Miramar al final de la c/ Aldamar, el primer cine moderno de la ciudad construido para tal fin.

A finales de aquel año, Mendizábal pretendía edificar una casa en la última parcela de la c/ Urbieta en ángulo con Prim, pero en esos momentos había sobreoferta de pisos. ¿Quién iba a querer vivir en aquel lugar tan alejado si había pisos más céntricos? Además, la forma triangular del solar complicaba su aprovechamiento. La solución fue construir un nuevo cine, en un edificio singular que diera prestigio a la zona.

A final de febrero de 1914, y todavía sin planos, solicitaba al ayuntamiento permiso para comenzar las obras de excavación. En abril presentaba los planos de una sala de cine construida en hormigón, material incombustible, con el nombre de Salón Amara. En la memoria señalaba la carencia de escenario, e incluso de sótano, para evitar acumulación de materiales y posibles incendios. Su capacidad iba a ser de 990 espectadores.

Aunque los planos no se aprobaron hasta finales de agosto, la obra había continuado y el edificio debía estar ya prácticamente terminado, inaugurándose el nuevo cine el 12 de septiembre, con una sesión cedida a la Asociación de la Prensa. En poco más de seis meses se había construido un magnífico edificio, resuelto con una torre en chaflán de carácter monumental, que albergaba el teatro-cine más grande de la ciudad cuya perspectiva remataba el ensanche sur donostiarra

El proyecto había sufrido importantes cambios que aumentaban su aforo a más de 1.400 espectadores. En la torre de la cúpula, además, se dispuso un escenario que permitiría realizar conciertos y representaciones teatrales y sobre el salón del cine se construyó una sala de ensayos, futura sede del Orfeón Donostiarra. Su nombre también había variado, llamándose Palacio de Bellas Artes en recuerdo del recién desaparecido teatro de la c/ Euskalerria.

El Orfeón Donostiarra

Nacido en 1897, su fama actual se debe a la participación y apoyo de muchas personas, entre las cuales, dos fueron decisivas en sus comienzos. Secundino Esnaola fue uno de ellos, consiguiendo un grado de calidad musical que le valió el reconocimiento internacional. El otro impulsor y mecenas fue Vicente Mendizábal apoyado por su amigo el arquitecto Ramón Cortazar. Mientras construían el Bellas Artes pensaron ofrecer al Orfeón una sede estable, para lo cual prepararon sobre el propio cine unas instalaciones que incluían un gran salón y varias salas para ensayos. La cesión fue gratuita al principio y por un alquiler simbólico después. El Bellas Artes fue sede del Orfeón durante 62 años, hasta que en 1977 se trasladaron al cine Novelty de la c/ Arrasate 48, que había cerrado el año anterior.

El trágico verano de 1914

Aquel verano estalló la Gran Guerra. El 28 de julio Austria atacó a Servia y en poco más de un mes toda Europa estaba en guerra, desde Rusia hasta Francia y desde Inglaterra hasta Mesopotamia. Como presagio de mal augurio, para aquella época, un mes más tarde fallecía el Papa Pío X.

En los días inmediatos a la inauguración del Bellas Artes apenas había sitio en la prensa donostiarra para otras noticias que no fueran los solemnes funerales por el Papa con asistencia de los reyes que veraneaban en nuestra ciudad, reuniones políticas internacionales y rumores sobre la presencia de espías. Pero lo que más páginas llenaban eran las crónicas de la batalla del Marne, una de las más sangrientas de aquella guerra, donde los franceses e ingleses consiguieron frenar el avance alemán. En pocos días hubo en aquel frente medio mllón de bajas y sólo era el comienzo de los cuatro años de pesadilla bélica.

Gloria y decadencia del Bellas

Para los años veinte, el Bellas ofrecía diariamente pases continuos y sesiones dobles, donde por el mismo precio podía verse una película tras otra ininterrumpidamente. En verano era frecuente también la presentación de compañías de varietés.

Tras la Guerra Civil el teatro se había quedado anticuado, realizándose en 1943 grandes reformas que mejoraron la visibilidad, la calidad de los asientos (ahora mullidos), modernizando además toda la decoración. En los años 70, nuevas obras afectaron a la cúpula que cambió su bella cubierta de escamas de pizarra por la antiestética tela asfáltica, perdiendo además importantes aspectos decorativos, como se aprecia en las imágenes, que rebajaron notablemente el atractivo de un edificio tan singular.

En aquellos años el sector del cine entró en crisis ante la dura competencia de la televisión. El Bellas intentó aprovechar la moda de las salas de Arte y Ensayo, pero a pesar de todo el negocio fue decayendo y el 11 de julio de 1982 con la proyección de La fuga de Segovia de Imanol Uribe, se cerró el cine definitivamente. La sala pasó a ser la sede provisional de la recién creada Orquesta Sinfónica de Euskadi hasta que estrenaron la de Miramón en 1989.

Un futuro para el Bellas

Desde esta última actividad, el Bellas Artes ha ido languideciendo a la espera de un nuevo uso que le devuelva su esplendor centenario. En estos treinta años su deterioro se ha ido produciendo inexorablemente, dando lugar a una dura polémica entre la SADE, que mantiene que el edificio está en ruina en base a una sentencia del Tribunal Supremo (21/11/2001) y la Asociación para la conservación del patrimonio Ácora que niega que haya una declaración firme de ruina, ni administrativa ni judicial.

Tras años de polémicos planes, en 2006 se intentó llegar de nuevo a un acuerdo entre el Ayuntamiento y la SADE, sobre el posible uso del edificio. Una de las salidas que más le podían interesar a la sociedad propietaria era destinarlo a hotel. Para desarrollar este proyecto se precisaba poder intervenir en profundidad en el edificio, cuestión que era posible con el PEPPUC que le calificaba con el grado D de protección. La Asociación Áncora, en el periodo de alegaciones, propuso que se le diese calificación B (mantener las fachadas y la estructura interior) y el Ayuntamiento optaba por el grado C, solución que impedía demoler el edificio y obligaba a mantener la imagen del mismo.

La oposición, PNV, PSE y PP, decidió en febrero de este año, que había que buscar una solución que diera viabilidad al uso que se pretendía y en el Pleno de 27 de febrero de 2014 aprobaron una protección parcial que daba vía libre al hotel. Esta protección consistía esencialmente, en salvaguardar el chaflán central y permitir el derribo de las fachadas de Prim y Urbieta, así como su reconstrucción manteniendo el número de las ventanas pero variando su dimensión.

Y cuando se pensaba que se había adoptado la decisión definitiva, en el mes de mayo, la Consejería de Cultura anunció su intención de declarar el Bellas Artes como Bien Cultural cuyo grado de protección está por determinar y cuya definición planteará el futuro del edificio.

Esperamos, por el bien de la ciudad, que se pueda conciliar el mantenimiento del patrimonio con alguna actividad que permita dar una salida a un inmueble representativo de una época.

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