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IGOR SUSAETA
Lunes, 20 de febrero 2017, 07:01
Desde los tiempos en los que estudiaba en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco (UPV), el pintor y creador de imágenes Gorka Larrañaga (Azkoitia, 1974) sentía una especie de complejo respecto al arte contemporáneo, que le llevaba a crear «cierta literatura» alrededor de su trabajo, a intentar justificarlo tanto teóricamente como conceptualmente. Cuando por circunstancias de la vida llegó a Ciudad de México en febrero del 2006, aún generaba «una historia, narratividad», para explicar lo que creaba. Lleva ya 11 años lejos de casa, su trabajo ha evolucionado, y ha terminado vaciando de narratividad sus obras. «La imagen ya se explica, ya genera por sí misma sensaciones y emociones», analiza Larrañaga. Las conclusiones formales a las que ha llegado durante su década en México se pueden observar, en forma de obra, en la galería Curie#10 de la capital azteca, en la exposición 'Arqueología Citadina. Entre lo orgánico y lo sintético'. El reto del azkoitiarra es proporcionar una «experiencia contemplativa» al espectador sobreestimulado de imágenes.
Ha reunido quince piezas, «que son las más significativas dentro lo que es mi investigación formal». Algunas ya tienen dueño y se las han prestado para la muestra, «porque es importante que la gente vea la evolución». Pero también hay obra nueva. Lo expuesto es «muy ecléctico»: pintura sobre lienzo, dibujo sobre papel, cajas de luz, autopartes... «Desde lo más convencional a lo más propositivo», explica el autor.
Larrañaga dirige desde el 2009 el espacio de arte Casa Galería, y la convivencia allí con artistas o promotores culturales vascos y mexicanos -cita a Luis Candaudap, Aitor Etxeberria, Fernando Biderbost y Xabier Gantzarain, entre otros-, es lo que le ha llevado hacia adelante en su investigación formal.
Bombardeo y basura mental
Su material de trabajo lo genera el entorno; situaciones y vivencias que le afectan. «Tiene que ser así, si no no hay una honestidad que se pueda transmitir». Dice Larrañaga que Ciudad de México es muy radical, bizarra, y que está sobreestimulada. Cree que tal cantidad de imágenes no puede ser buena para nadie.
«De hecho, en algunas de las obras incido en la idea que nuestro imaginario ha sido bombardeado por montones de imágenes basura, que lo único que generan es basura mental. Prevalece en toda la exposición la idea de sobrepasar ese imaginario basura que hoy en día todos tenemos de alguna forma».
Sabe el creador de imágenes guipuzcoano que el reto que se propone, el de originar una experiencia contemplativa al espectador sobreestimulado, no es fácil. «He trabajado mucho la sintaxis visual, he visto cómo actúan los pintores contemporáneos y he sacado conclusiones teóricas que luego me han servido para trabajar». Y es que investiga sobre la imagen contemporánea y también problematiza en sus piezas algunos asuntos inherentes a la pintura: «Lo he hablado con otros colegas: el que hace pintura hoy en día, muchas veces termina haciendo pintura para pintores». No es que le parezca mal, pero a él le interesa ir un poco más allá. «Soy un voyeur empedernido, siempre he vivido a partir de la mirada. Intento descubrir que es lo que me genera a mí esa atracción hacia la imagen, y como tal hacer un ejercicio de empatía hacia el ser humano actual».
Se considera un creador 'kitsch', ya que, como más de una vez ha confesado, le gusta la belleza pero le cuesta transmitirla estéticamente. «Los cánones de la belleza los tengo insertados, pero como investigador de la imagen me interesa buscar cuál sería un nuevo tipo de belleza, generada a partir de todos estos medios de la imagen». En México ha encontrado la libertad para poder mostrarse como tal. «Quizás en el País Vasco... Al espectador vasco en general se le hace muy dura, porque es algo muy barroco, y en el País Vasco somos mucho mas austeros, tanto mental como visualmente».
Vence lo físico
La comisaria de la exposición destaca que lo ha físico ha vencido a lo conceptual en el trabajo de Larrañaga. Lo matiza el creador: «Tiene que haber un trabajo de investigación, sustentado en un andamiaje teórico, pero la pintura es la pintura; la materia es la que habla y la que genera sensaciones». Y recuerda lo que indicaba José Luis Casado, un profesor que tuvo: «No es bueno saber demasiado para pintar; no es bueno pensar demasiado para pintar».
Piensa que hoy en día, en el arte, el conocimiento teórico, el arte relacionado con otros modos de conocimiento como la filosofía o la sociología, «es la punta de la lanza». Pero el intenta ser honesto consigo mismo. «Entonces, no me parecería lógico meterme en procesos mentales, de desarrollo de ideas...». Después de años de investigación, ha llegado a la conclusión de que la pintura no tiene por qué justificarse, que hay que vaciarla de contenido.
Tiene un nuevo catalogo en imprenta, que recoge sobre todo su producción de los últimos dos años. «Se podrá adquirir en Arteztu [Donostia], que es la galería con la que trabajo», concluye.
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