Borrar
Tras su salida de Madrid Destino, Santi Eraso se considera «un servidor civil» que se expresa en distintas plataformas.
Santi Eraso: «Creo que todo el mundo quiere pasar la página de la Capitalidad lo antes posible»

Santi Eraso: «Creo que todo el mundo quiere pasar la página de la Capitalidad lo antes posible»

El exresponsable del programa cultural cree que hay mucho que aprender de los errores de Donostia 2016, pero se muestra pesimista

ALBERTO MOYANO

Domingo, 2 de abril 2017, 09:51

Responsable de Arteleku entre 1987 y 2006, fugaz director del por entonces embrionario proyecto de Tabakalera en 2006 y 'cerebro' cultural de Donostia 2016 entre 2009 y 2011, Santi Eraso ha contemplado la evolución de todos estos proyectos desde la distancia que da residir en Sevilla primero y en Madrid, después. Tras su turbulento paso por Madrid Destino, Eraso (Donostia, 1953) se muestra crítico con el desarrollo de la Capitalidad Cultural donostiarra.

- ¿Cómo vivió desde Madrid la Capitalidad Cultural donostiarra?

- Con distancia, con sensaciones muy contradictorias. Un alejamiento que se venía gestando anteriormente, debido a la errática deriva en la que estaba inmerso el proyecto. Mi desafección tuvo que ver también con otros desencantos difíciles de pormenorizar en esta entrevista. Incluyo también mi huida hacia delante. Además, mi tiempo se iba en ejercer mi papel de director general de Madrid Destino, la empresa pública que gestiona la mayor parte de los equipamientos culturales municipales de la capital de España. Estaba tratando de sobrevivir en la 'guerra cultural' madrileña, un auténtico campo de minas atravesado de decepciones políticas, frustraciones profesionales y malestares personales.

- Con la perspectiva que da el tiempo, ¿cuál cree que fue el factor que provocó la salida de quienes estuvieron en el germen del proyecto?

- Puedo hablar de mis razones. Por un lado, cierta fatiga y decepción institucional. Entre nuestro optimismo y la desconfianza generalizada, trabajamos en condiciones bastante adversas. Teníamos que rendir cuentas a demasiada gente de cada decisión conceptual que tomábamos, de cada coma, foto o comentario que incluíamos en los textos. Tuvimos que hacer una ingente labor de pedagogía cultural. En otro orden de cosas, se empezaron a tomar una serie de decisiones administrativas, en relación al modelo de organización, que desde mi punto de vista eran equivocadas. Como se ha visto posteriormente, establecían una manera de hacer contraria al modelo de gestión que propusimos, que ponía en el centro el valor de la sociedad civil y su capacidad de autogestión frente a los modelos clásicos de la administración pública, mucho más burocráticos, fiscalizadores y diría 'castradores'. A esto se suma, evidentemente, que Bildu no tenía ninguna confianza en mí porque dedujeron que mi 'socialismo odonista', según su apreciación, me hacía incompatible con sus nuevas orientaciones 'abertzales'. Cómo no, también influyó mi feliz vida sevillana.

- En su opinión, ¿falló la concreción de las actividades de un programa basado en los valores?

- No solo no falló, sino que en dos ocasiones ante un amplio jurado independiente demostramos que nuestro proyecto, más allá de valores intangibles, como tu dices, era una propuesta diferente, novedosa, atrevida y nada complaciente con la cultura constituida, en un contexto demasiada acostumbrado a admirarse a sí misma. En paralelo a una ciudad con una estupenda vida cultural, muy asentada en sus tradicionales y populares festivales -que en ningún momento se discutieron- proponíamos abrir cauces a otras maneras de hacer y gestionar la cultura, que más allá del consumo permitiera que la gente, además de espectadora pudiera ser agente y sujeto activo. Aprovechar la oportunidad para generar otra piel e intentar que la sociedad fuera más actora y no solo voyeur.

- ¿Ha observado una fractura entre la opinión de los responsables institucionales y la de la ciudadanía en torno a Donostia 2016?

- Excepto en la primera fase, en la que Odón Elorza consiguió la plena unanimidad institucional, una vez que Bildu accedió al Ayuntamiento y a la Diputación, ni el resto de instituciones, ni los poderes económicos -me refiero a los posibles patrocinadores-, ni mediáticos supieron estar a la altura de lo que se requería. La Capitalidad se tenía que haber dejado al margen de las confrontaciones partidistas. Sin embargo, se convirtió en la diana de todos los dardos, muchos de ellos fatalmente venenosos. En esas circunstancias era lógico que la ciudadanía no se sintiera implicada. Fueron cuatro años de 'boicot', más o menos disimulado, al que se sumó también la irregular, ineficaz y timorata gestión de Bildu, y la consiguiente inestabilidad en el equipo de la fundación, con sus correspondientes inseguridades, dubitativas actitudes, falta de liderazgo, cambios de dirección, etcétera. Cuando Pablo Berástegui comenzó a trabajar con aquel equipo tan herido, poco más pudo hacer. Bastante han hecho con sacar adelante los programas con un mínimo de dignidad.

- ¿Sugiere que los medios deberían haber hecho la vista gorda ante lo que califica de «inseguridades, dubitativas actitudes, falta de liderazgo y cambios de dirección», por no hablar de la judicialización de las diferencias entre los patronos?

- No, por supuesto, la información contrastada siempre es positiva. Pero a veces la información se convierte también en arma arrojadiza. Desconozco el tema de la judicializacion.

- Me refería a la denuncia del Ministerio contra la Fundación. Cambiando de tema: ¿cree que con motivo de la presentación de 'Tratado de Paz' en Madrid alguien intentó cobrarse a usted de pieza?

- Estaría bien preguntárselo a los periodistas y políticos que, en plena campaña electoral, lanzaron aquel ataque personal, cuando pocos meses después, una vez concluida la misión desestabilizadora, se inauguró la dichosa exposición, primero en Artium y luego en la Fundación Tapies de Barcelona -cuyo director fue su comisario- y no pasó absolutamente nada. Yo también soy víctima de esa batalla por el poder.

- ¿Teme que el balance de la Capitalidad Cultural quede reducido a su dimensión turística?

- Ni siquiera. Me temo que esta capitalidad quedará como otro ejemplo más de los modelos que, precisamente, el proyecto original cuestionaba. Seguramente en el balance definitivo, una vez más, se hablará mucho más del exceso de control político o de los errores de gestión que impidieron que se llevara a cabo tal y como se pensó.

- ¿Considera que con el proyecto ha mejorado la convivencia?

- En términos generales lo dudo, pero confío en que algunos programas específicos del Faro de la Paz y otras actividades puntuales hayan contribuido, en situaciones concretas, a fortalecer el entramado de iniciativas a favor de la convivencia.

- ¿Cuál le gustaría que fuera el legado?

- En el nivel político, aprender de los errores; intentar mejorar las relaciones entre instituciones, dar mucho más protagonismo, medios y recursos a la propia sociedad civil y hacer que la administración pública cumpla mejor su función mediadora, dejando de lado el paternalismo y reduciendo la burocracia. En el plano técnico, procurar que algunos proyectos puedan tener continuidad en el tiempo, hacer que otras propuestas que se quedaron por el camino puedan llevarse a cabo, activar uno o varios potentes archivos documentales que puedan seguir poniendo en valor los materiales generados por determinados programas en esta fase. Pero vuelvo a ser pesimista. Me temo que se la dejará morir sin pena ni gloria. Ojalá me equivoque, pero creo que todo el mundo, con cierto sentido de culpa y algo de vergüenza ajena, quiere pasar página lo antes posible.

- ¿Qué sintió al enterarse del derribo de Arteleku, al frente del cual estuvo dos décadas?

- La triste y melancólica constatación de unos hechos consumados que ya se venían fraguando desde que la experiencia de Arteleku se vio fagocitada por la nueva realidad cultural que impuso Tabakalera. Cuando veo las imágenes del derribo, tan sólo contemplo una ruina anunciada. Entre todos la matamos y ella solo se murió, que dice el sabio refranero.

- ¿Cree que era un modelo ya agotado?

- En los años ochenta, las ciudades españolas comenzaron a construir museos, centros de arte, grandes teatros y auditorios, palacios de congresos y ciudades de la cultura o de la luz. En aquel panorama de euforia cultural, apareció Arteleku como un espacio concebido para que artistas y creadores pudieran trabajar en condiciones óptimas de producción y aprender en relación con otros y más adelante también como un complejo de cultura contemporánea, adelantado a su tiempo. Creo que no solo no es un modelo agotado, sino que mantiene una plena vigencia. Otra cosa es que no se opte por esas alternativas.

- Los fondos de la biblioteca están desperdigados. ¿Cree que deberían recopilarse de nuevo?

- Sobre este tema prefiero no hablar con detalle. Eso sí que me sigue doliendo, mucho más que las ruinas materiales del edificio, porque sobre aquellos cuarenta mil documentos se sedimentaron los treinta años de vida de Arteleku. Entre las inundaciones, la desidia política, los planes urbanísticos y el desafecto de los sucesivos responsables de Tabakalera, aquel patrimonio ha quedado en el olvido, como un tesoro perdido. En repetidas ocasiones insinué que Tabakalera hiciera algún gesto para recuperar aquel patrimonio, pero mis deseos se quedaron también por el camino.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco Santi Eraso: «Creo que todo el mundo quiere pasar la página de la Capitalidad lo antes posible»