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Decía el trovador Iparraguirre que había que tener cuatro amigos en la vida: un carnicero, un cura, un taxista y una marquesa. Entre todos darían alimento al cuerpo, el alma y el bolsillo de un trotamundos como él. Otros cuatro amigos del bardo, estos ya ... actuales, se juntaron ayer en Donostia para homenajear su obra y recordar sus vivencias en un concierto amable que discurrió de manera autobiográfica, repasando el devenir del autor vasco.
El vizcaíno Gontzal Mendibil, auténtica proteína del proyecto, llegó sin barba ni txapela a la humeante sala en la que destacaba una guitarra española para interpretar 'Gitarra zartxo bat', la primera de las 18 piezas del turno. Pronto aparecerían en escena el guitarrista y el acordeonista, quienes apuntalaron la fe en esta revisita con sus aires folk tradicionales y viajes puntuales a los sonidos franceses, portugueses, argentinos o italianos. La cuarta socia del evento, integrante del Coro Easo, fue un buen complemento a la siempre cordial voz de Mendibil.
Juntos atacaron los jitazos del guipuzcoano ('Gernikako Arbola', ese 'Zugana Manuela' tan Donostia), canciones que sonaron preciosas ('Villarreal de Urretxu'), defensas de nuestro idioma ('Ez bedi galdu euskera') y composiciones amorosas ('Ume eder bat'). También hubo odas a su tierra iluminadas con los colores de la ikurriña ('Bilbao eta Fueruak') y peripecias varias de una vida entretenida y viajada ('Zibilak esan naute'). Todo bien hilado con las explicaciones que Mendibil ofrecía entre temas y que recorrían los variados pasajes de la vida del honrado en lo que fue un recuerdo cariñoso y cercano.
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