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Jaione Alonso
Domingo, 29 de julio 2018, 10:35
La galería de arte contemporáneo Altxerri tiene mucho que celebrar. Cumple 35 años capeando una crisis que para este sector aún no ha terminado, 28 de los cuales ha estado bajo la dirección de Juan Ignacio García Velilla. Un grupo de amigos decidieron crear un espacio cultural cuando en Donostia no existía apenas nada. La primera exposición acogió a Eduardo Chillida, el cambio de siglo se celebró con Antoni Tàpies y han desfilado artistas internacionales como Kounellis, Günther Förg o Ralf Penk. La crisis de 2007 hizo temblar a Altxerri. Redujo el número de exposiciones y dejó de exponer en las ferias de arte contemporáneo. Altxerri es más que una galería de arte. Es también un club de jazz. Han sido meses «complicados» de si seguir o no. Dudas que ya se han disipado y que auguran un 2019 mejor, porque según su director, «no puede ir a peor».
Solo existía el Museo San Telmo, pero cabalgaba «con un trote lento». Así, en un momento en el que San Sebastián carecía de una infraestructura cultural, allá por el año 1983, tres parejas con inquietudes decidieron sumarse a la iniciativa de la arquitecta Raquel Martínez de Ubago de abrir un espacio dedicado al arte de vanguardia en Donostia. La primera sede fue en un piso de la Avenida de la Libertad con una exposición de los artistas guipuzcoanos del grupo Gaur, como Eduardo Chillida, Rafael Ruiz-Balerdi o José Luis Zumeta.
Dos años más tarde, la galería se trasladó a su actual ubicación, justo al lado del Boulevard. Momento en el que nació también el club de jazz. A lo largo de estos 35 años, García Velilla ha realizado más de 200 exposiciones. Recuerda perfectamente 1990 porque fue «un cambio radical de línea». Entre otras, se hizo una exposición sobre joven escultura vasca con autores como Ana Laura Alaez, Idoia Montón o María José Lacadena. «Había que ser más vanguardista. Y fue una muestra de objetos totalmente diferente a lo que se había hecho. Por ejemplo, había un trineo forrado de piel de Lacadena», rememora.
Altxerri recibió el nuevo milenio con boato. Su director lograba reclutar el año 2000 a uno de los más destacados artistas españoles del siglo XX, el pintor y escultor Antoni Tàpies. Uno de los grandes logros de estos 35 años. La obra, toda ella original, fue elegida por el propio artista. «Parte de la exposición recababa cuadros en los que los barnices eran el elemento pictórico, siempre empleando un estilo lleno de simbolismo», sintetiza el responsable de Altxerri.
«Durante todos estos años hemos intentado compaginar la promoción de creadores jóvenes, la exhibición de artistas consagrados y, de vez en cuando, traer algún nombre conocido del exterior», explica García Velilla. Y han expuesto artistas internacionales: las paredes de Altxerri se han cubierto, entre otros, de los pictogramas antropomorfos de Penk (2003), las instalaciones de Kounellis (2010) y los cuadros de abstracción geométrica de Gunter Förg (2012).
El galerista tiene don de palabra y rezuma conocimiento por el arte de vanguardia. «Llevo solo 28 años dirigiendo esta galería», dice con ironía. Pero esa sabiduría empezó ya a curtirse antes. Con solo 15 años, iba a la biblioteca municipal de San Sebastián y rebuscaba entre los pocos libros de arte que había. «Veía fotos en blanco y negro de cuadros de Cezanne y Picasso; era lo más», hace memoria. También, siendo un adolescente, recuerda aquella revista Time a la que estaba suscrito su padre. «En el centro había una página en color que era la crítica de arte de Robert Hughes. Yo siempre la arrancaba, al texto que era en inglés no le hacía ni caso pero las fotos de los cuadros y las exposiciones no tenían precio», cuenta el director de Altxerri, que terminó estudiando Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona.
La galería más antigua y decana del País Vasco, según su director, ha acudido durante muchos años a las ferias de arte contemporáneo. Ha paseado 23 veces por ARCO, siete veces por Colonia y otras tantas por Chicago. Ya se sabe, si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. «Nadie va a venir a San Sebastián. Por lo que hay que estar en Arco. Las ferias no son rentables, pero es una manera de que tus artistas trasciendan», reconoce el director de Altxerri, quien añade que en estos 35 años «si hemos ido 23 veces a Arco, habremos perdido dinero en 15 ocasiones, empatado en cinco y ganado en tres». Y una de esas tres fue la venta de siete obras de la serie 'números primos' de la artista Esther Ferrer, premio Velázquez de artes plásticas, a la coleccionista de arte alemana Helga de Alvear.
Y si en la feria de Madrid se pierde, en la de Colonia y Chicago, aún más. Salvo alguna honrosa excepción. «Un año llevamos a Chicago unas esculturas de unas cabezas laminadas de los hermanos Roscubas. Una galería de Los Ángeles nos compró varias piezas y después ellos las llevaron a las ferias de Hong Kong y San Francisco. Eso significa que tus artistas trasciendan. Pero para llegar a eso, pasas por años en los que no vendes nada», explica García Velilla.
«Aquí pasa algo», dijo el director de Altxerri en la feria de Chicago de 2007. Y lo que pasó fue que era la primera vez que no vendía ni un solo cuadro. Lo que se avecinaba o ya estaba encima era la crisis de las crisis. Desde ese año, García Velilla ya no vuela ni a Colonia ni a Chicago. Y lleva dos años sin pisar Arco.
«Nosotros seguimos en crisis. Primero, uno se recupera y establece sus jerarquías y el arte está en último lugar. En mi caso, el coleccionista que me interesa es el apasionado, el que no busca grandes nombres sino que le gusta una pieza y no le importa quien la haya creado», explica. Pero ese público entusiasta, que no dispone de grandes medios, es el que ha quedado «laminado por la crisis».
Desde 2007, la galería ha sobrevivido a «duras penas». Ha reducido el número de exposiciones. De siete al año, se ha pasado a cuatro. No se imprimen catálogos. Y las ferias de arte solo se siguen por los medios. «La galería no es rentable. Para que una galería de arte contemporáneo lo sea tiene que estar en Madrid o cambiar de línea y ser más comercial», reconoce el director de Altxerri. A su propietaria, la arquitecta Raquel Martínez de Ubago, le sigue moviendo la misma inquietud y pasión que tenía hace 35 años. Sabe que le cuesta dinero, pero no cambia por nada Altxerri: ni su galería ni su club de jazz. «Lucro cesante», como lo denomina García Velilla.
Ante este panorama, y aunque que la luz del arte se ha apagado para muchas otras galerías, Altxerri sigue adelante. A pesar de la crisis. A pesar del IVA que el arte tuvo que soportar en 2012 que pasó del 18% al 21%. Aunque solo fueron tres puntos impositivos, les dejaba lejos del 7% que aplica, por ejemplo, Alemania. «Lo del IVA fue tremendo. Hace cinco años en la feria de Arco teníamos una piezas de Günther Förg, y a 100 metros había otra galería con otras obras del mismo artista. Yo tenía el IVA al 21% y ellos, al 7%. Así no se pude hacer nada», recuerda García Velilla.
El 30 aniversario de Altxerri se celebró con la exposición 'Tizas' del pintor donostiarra Rafael Ruiz-Balerdi, que a García Velilla le recuerda a unos «jardines cristalizados». El pasado viernes, otra muestra, integrada por diez mujeres artistas, abrazaba los 35 años de la galería. Entre otras, varios premios nacionales de Bellas Artes: Carmen Calvo, Esther Ferrer, Eva Lootz o Elena Asins. La historia de estas más de tres décadas se guarda en sus fondos, un espacio con paneles extraíbles al alcance no solo del público coleccionista. «Las galerías intimidan, pero puede venir cualquiera sin tener que hablar conmigo», aclara el director de Altxerri. Pinturas, grabados, fotografías de autores como Tàpies, Chillida, Muniategi, Eva Lootz, Wesselman o Balerdi se pueden ver y comprar.
Los aficionados al jazz también tienen su espacio en Altxerri porque la galería está unida al club. Situado escaleras abajo, aquí ha sonado la melodía de grandes nombres y de jóvenes valores, entre ellos, muchos de los músicos de Musikene. Aquí comenzó Duncan Dhu.
El jazz se encarga de la música y las diez artistas mujeres pondrán sus diferentes obras para celebrar que Altxerri cumple su trigésimo quinto aniversario. Al mando de todo, Juan Ignacio García Velilla, que tiene cuerda para rato. Y, aunque no hay una lógica económica, a la sombra, Raquel Martínez de Ubago, que sigue pensando, como hace más de tres décadas, en seguir haciendo «algo cultural». De momento, el «par de candidatos hosteleros» que ha tentado con ofertas al local ha recibido la misma contestación: no.
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