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- ¿Utiliza las nuevas tecnologías para comunicarse con familiares y amigos?
- Yo uso whatsapp, que me resulta bastante cómodo porque no me gusta mucho hablar por teléfono y lo de los vídeorrollos no me veo.
- Por curiosidad: ¿suele salir a las ocho a la ventana a aplaudir?
- No, no salgo. Ahí sí que tengo cierta resistencia a los llamamientos. Me cuesta. Luego alguna vez lo he lamentado. Me acuerdo de épocas de lazos y de gente heroica con la que quizás no me he manifestado suficiente, pero tengo cierta reticencia y cierta resistencia a hacer lo que me parece que se le ha ocurrido a alguien. No sé, no me veo yo aplaudiendo en un balcón, ahora se aplaude hasta en los entierros. Además, no sé si no estarán sacudiendo los virus por ahí con tanto aplaudir. No soy de esas cosas.
- Usted que tiene esa fama de dandy, ¿mantiene la disciplina matutina de arreglarse aunque no vaya a salir de casa en todo el día?
- Hay una película, creo que chilena, que trata sobre un destacamento científico en el desierto, con un retén de militares, esperando que venga el relevo. Y no llega. Se les van acabando el agua y los alimentos. Y el teniente que está al frente de aquello y un científico, que ve que no van a salir de allí y que van a morir. Sin embargo, el militar hace que todas las mañanas toquen la diana, icen la bandera, pasa revista, al que le falta un botón le mete una bronca y obliga a todos a mantenerse limpios. Y efectivamente, al final llega el relevo y se salvan por esa disciplinada rutina de hacer las cosas aunque no tengan mucho sentido. Y bueno, sí, yo también guardo cierta compostura, digamos.
- ¿Qué será lo primero que hará cuando finalice el estado de alarma?
- Sí que echo de menos subir a Ulía, eso es lo que haré. Lo de dar abrazos y estrechar la mano no lo echo de menos. Me han mandado también por whatsapp un tuit que está muy bien: «En el País Vasco para cumplir con la distancia obligatoria hay que acercarse». Bueno, pues estoy en eso. También me gustaría que nos quitáramos la costumbre de esos besos ridículos que damos a las mujeres, que ni son besos, ni son nada. No sabes cuándo corresponde hacerlo, ni por qué mejilla empezar, ni vale para nada. Hay gente que anda diciendo cuánto echa de menos dar abrazos… Abrazar a quien se lo merezca, sí pero ir dando abrazos por ahí, no.
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