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Dice el tópico que dentro de cada ciudadano hay un seleccionador de fútbol y sabemos también que cada cerebro tiene dentro un concejal de Urbanismo. ... Nos gusta imaginar la ciudad ideal y sobre todo nos gusta imaginar cómo la ciudad ideal fuera la nuestra. En Donostia se habla mucho estos días de su nuevo Plan General, pero cada uno sueña su 'plan parcial': el suyo.
Aseguraban de Fraga que el Estado le cabía en la cabeza y durante años vimos que a Odón Elorza San Sebastián le entraba en lo suya: hizo muchas cosas y muchas las hizo bien (las que hizo mal también nos las sabemos). Le sobró el tiempo de descuento: una legislatura o así. Al menos tenía «un discurso». Donostia sigue siendo un lugar privilegiado para vivir, y ese es su problema: morir de éxito, solo como destino ideal para rentistas y jubilados con cuentas saneadas. Pero ha perdido ambición y es más incómoda, con esa invasión de turistas que, por otra parte, compartimos con buena parte de las ciudades 'cool' del mundo. San Sebastián necesita quien la piense.
Yo no tengo planes generales pero sí algunas ideas que ya he escrito otras veces. Hablar de una calle cercana es una forma de hablar del mundo. Igual no podemos arreglar el planeta, pero sí ayudar a mejorar el barrio. David Trueba recordaba estos días el viejo pensamiento de Pío Baroja: hay gente que da lecciones sobre cómo salvar a la humanidad pero es incapaz de echar una mano a su vecino.
Hay un trozo de la ciudad que me parece como un «test de futuro» para medir la altura de miras de quienes nos gobiernan. Cuando terminen las obras del Metro-Topo (que algún día acabarán) y el tren sea subterráneo se liberará, desde Morlans hasta la Plaza de Easo, eso que llaman «la playa de vías», una enorme superficie en el centro de la ciudad. Desde el Gobierno Vasco hasta el Ayuntamiento ya están jugando al Monopoly para calcular cuántos bloques de viviendas entran ahí. Pero los ingenuos pensamos que a estas alturas de la historia es un regalo tanto suelo en el corazón urbano, donde imaginar un gran parque o Boulevard o un 'algo' que se le ocurriera a un arquitecto en un concurso abierto, complementado con un par de edificios comunitarios. Cuando se derribaron las murallas de Donostia, hace casi 175 años, alamedistas y antialamedistas discutían si era preciso un Boulevard. Se hizo, por fortuna, y se construyó el trazado urbano de Cortázar que aún hoy sigue siendo ejemplo de ciudad humana y racional. Ojalá los políticos de hoy (y sus técnicos de Urbanismo) pensaran también en el largo plazo.
Escribo y me veo a mí mismo como un naif. Pero sigo: qué buena noticias es que los cuarteles de Loiola pasean a manos municipales, y qué buena idea sería hacer ahí otro barrio puntero y sostenible que en vez de repetir los edificios clónicos de los últimos desarrollos donostiarras mantuviera alguno de los viejos cuarteles con imaginación. O qué buena idea sería negociar con los titulares de ese centro comercial con parking que se anuncia en San Bartolomé, y que a todas luces es una idea de otro tiempo metida con calzador en un punto central, y evitar lo que parece un despropósito. Si se ha negociado una amnistía en Waterloo más fácil será transaccionar metros de suelo. Para eso hacen falta ambición de la buena y visión de futuro.
Vale, ya he agotado mi cuota de ingenuidad. El sábado que viene vuelvo a la ironía.
Los premios Euskadi de Plata que conceden los libreros guipuzcoanos son unos galardones tan prestigiosos como cercanos. Hace años se daban a los libros más vendidos en la feria, pero eso provocó, por ejemplo, que una vez el premio fuera para Martín Berasategui, 'best seller' con un libro de recetas: Martín es un enorme cocinero y un tipo estupendo, pero darle un galardón literario quedó raro. Ahora los libreros dan el premio a libros de calidad que merecen «una segunda oportunidad».
En euskera ha ganado la periodista Miriam Luki por el libro 'Argialdiak', y en castellano, el gallego Juan Tallón por su deliciosa 'Obra maestra', que relata el caso real de la 'desaparición' de una escultura de 38 toneladas de Richard Serra del Reina Sofía de Madrid. Lo hace de manera original, entre la realidad y la ficción, con un mosaico de personajes. El lunes se entregan los premios y por la tarde, en San Telmo, tendré la suerte de charlar en público con Tallón. Están ustedes invitados. No solo es un gran escritor: es un divertido contertulio.
El sábado conté aquí la pérdida de mis gafas naranjas en la calle y mis intentos de recuperarlas. Eso me ha servido para saber que el 'share' de lectura va bien: gracias a todos los que me habéis preguntado en mis paseos, desde Igeldo hasta La Concha. Pero las gafas no aparecen... Sigo la búsqueda.
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