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Es una de las ineludibles citas del Mes de la Danza. Un «espectáculo único» que Donostia celebra con orgullo. Muestra de ello es la gran ... expectación que suscitó este domingo uno de los días más esperados del mes de abril. A lo largo del paseo de La Concha, desde el Ayuntamiento hasta el túnel del Antiguo, un total 1.476 bailarinas, junto a 31 docentes, pertenecientes a 26 escuelas de danza de toda Gipuzkoa -Andoain, Astigarraga, Donostia, Hondarribia, Irun, Pasaia Antxo, Errenteria y Tolosa-, y también de Bizkaia -Ondarroa y Lekeitio-, demostraron todo lo ensayado y lo pusieron en práctica, y a disposición de familiares y aficionados, en el incomparable marco de la cotizada barandilla de La Concha.
Si a 1.500 participantes les sumamos entre uno y tres familiares por cabeza -como mínimo, a los que también hay que añadir turistas y curiosos que asomaban cabezas entre tanta aglomeración- los allí congregados abarrotaron el camino que da al mar. Fue simpático y enternecedor ver a padres y madres rindiéndose ante las elegantes poses dancísticas de sus hijas e hijos, fruto de muchas horas de ensayo. Sus funciones se limitaban a dos, además de disfrutar: socorrer con básicos -agua, merienda y cuidar el más mínimo detalle de los uniformes de sus queridos- e inmortalizar, móvil en mano, cada uno de los movimientos. Otros de los espectadores más numerosos en la tarde de ayer, -porque sí, la cita por primera vez en 27 años fue a las 16.00 horas, en vez de a las 11.00 como viene siendo costumbre-, eran turistas.
Paseantes y curiosos se dejaron ver entre allegados, también movidos por uno de los grandes atractivos de ayer: el tiempo. Y es que la meteorología suele ser una de las cosas más temidas de la anual barandilla de La Concha, porque dado que siempre se celebra en abril, en el marco de las celebraciones del Mes de la Danza, suele ser frecuente que la jornada se vea amenazada por las lluvias que suelen impedir su celebración. Afortunadamente, ayer el clima dio tregua para que bailarinas de todas las edades pudieran danzar al son de ritmos clásicos.
Y todas apoyadas en la barandilla de La Concha, un icono de la capital guipuzcoana que se cubrió de elegancia y mucho arte coreográfico al recibir a todo un séquito de grandes bailarinas -también bailarines, cuya presencia a medida que pasan los años es cada vez mayor- representando frente a toda una ciudad lo aprendido en todas las horas que dedican a aprender y mejorar movimientos clásicos. Por supuesto, en función del rango de edad, los movimientos iban ascendiendo en dificultad. Las pequeñas, de entre 5 y 10 años, bailaron entre las 16.00 y las 16.30 horas, movían con soltura brazos y piernas y pusieron en práctica los básicos pliés, battements, portés... Enfundadas en coloridos y voluminosos tutús, al unísono marchaban en una perfecta fila desde el club Náutico hasta el Café de La Concha. De los calentamientos, sobre los que iban alertando los megáfonos, hasta los pasos definitivos que todo el cuerpo de baile aguantó hasta recibir un gran aplauso de los presentes.
El segundo turno, el de nivel intermedio, transcurrió desde las 16.45 hasta las 17.15 horas. Lo conformaron bailarinas de entre 10 y 15 años. Muchas curtidas ya en este día «tan especial», para el que se preparan «muchísimo, ensayando tres horas a la semana y a medida que se va acercando el día más aún», comentan Lorea y Maialen, dos jóvenes de 10 y 13 años que llevan sin faltar a esta anual cita desde los 4 años. Repitió también la joven Nina, de la compañía Iker Murillo, que con 10 años vivió ayer su segunda experiencia simulando que la transitada localización es su habitual barra de ballet. «Ha sido muy emocionante. Este año lo he disfrutado muchísimo y espero poder seguir haciéndolo como hasta ahora o incluso mejor», declaró.
Afirma Ane, de 10 años, que «a medida que vas creciendo la dificultad va en aumento, pero todos los años supone un reto». Se inspiran en el tercer grupo, al que muchas de las que abrieron la cita se sumaron como espectadoras en la última sesión programada: la barandilla de mayores, que empezó en el Náutico y finalizó en el túnel del Antiguo.
Desde las 17.40 a las 18.25 horas, la media de edad del cuerpo de baile aumentó considerablemente hasta ver cómo la cuarentena y la sesentena cogían el testigo de las futuras promesas de la danza para dar paso a la profesionalidad y a los movimientos avanzados que embellecieron, aún más si cabe, el marco donostiarra con el arte de la danza.
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