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Es el compositor vasco más internacional», sentenció Iñigo Alberdi cuando era director general de la Euskadiko Orkestra. Las hermanas Labèque, las pianistas de Iparralde, reivindicaron el 'vasquismo' de Maurice Ravel en Donostia con una versión con txalaparta del célebre Bolero. Durante años se puso en duda el 'apego' al País Vasco de Ravel, nacido en Ciboure, o Ziburu, al otro lado de la muga, porque desde niño se trasladó a vivir en París con su familia, pero él siempre se declaró militantemente «vasco», en su vida y en su música. Sabía euskera, le encantaba retratarse con pelotaris o escenarios de Iparralde y hay fotos que enseñaba feliz, como la de Lekaroz con «frailes músicos».
Este marzo se conmemoran 150 años del nacimiento de Ravel (fue el 7 de marzo de 1875), que falleció en París en 1937, a los 62 años, de una lesión cerebral. Pasó a la historia por su popular 'Bolero', compuesto en 1928, pero su obra fue mucho más amplia, desde 'Alborada del gracioso' a la 'Pavana para una infanta difunta'.
La Euskadiko Orkestra, que ha grabado hasta tres discos con su obra y ha llevado sus composiciones por el mundo, prepara una conmemoración especial para su próxima temporada, y también el Orfeón Donostiarra ha recordado la presencia de Ravel en su repertorio. Pero una de las mayores celebraciones del 150 aniversario ha sido en Manhattan, donde la Filarmónica de Nueva York ha estrenado bajo la batuta de Gustavo Dudamel 'Sémiramis' una composición de 1902 que ha sido validada como escrita por este músico con aires de dandi que luchó por tener su estilo propio y que nunca sospechó que su 'Bolero' se convertiría en una de las piezas clásicas más populares, banda sonora de filmes eróticos como el que llevaba justo ese nombre, 'Bolero', protagonizado por Bo Derek, y sintonía de tantos anuncios publicitarios.
Su amigo Igor Stravinsky dijo que Ravel poseía en sus composiciones «la minuciosidad de un relojero suizo», quizá heredado de su padre, ingeniero civil helvético. Y fue su madre, vasca, Marie Delouart, la que le transmitió la cultura y el folclore del país. El propio músico afirmaba que ella, «cuando era aún un bebé, me acostaba con canciones vascas y españolas». Pronto empezó a componer, aunque el estilo cambió con la llegada de la I Guerra Mundial, a la que no acudió el compositor «por su corta estatura y por una peritonitis», según sus biógrafos. Perdió a su madre y a buenos amigos duante ese conflicto, cuando compuso 'Le Tombeau de Couperin' y el poema sinfónico 'Le Valse'. Admirador de Mozart, Satie o Debussy, mantuvo un espíritu musical muy independiente.
«Puso un extremo cuidado en hacer una obra perfecta en cada detalle, es uno de los grandes», dijo el pianista Joaquín Achúcarro, fiel intérprete de su obra. Y otro pianista, el donostiarra Josu Okiñena, no dudó al afirmar que «Ravel pone un antes y un después en la historia de la música del siglo XX, como creador y sobre todo como orquestador». Okiñena, que ha investigado a fondo la obra de Aita Donostia, recuerda siempre la relación entre los dos músicos. «Cuando Ravel conoció al sacerdote donostiarra, en 1920, temía encontrarse con una música muy monástica, pero se llevó una agradable sorpresa por la sensibilidad musical de la obra. Tanto que escribió a su profesor Eugène Cools para recomendarlo». En aquella carta decía Ravel que «un compatriota mío, porque ha de saber usted que los vascos tenemos dos patrias, Aita Donostia, me ha visitado para darme a conocer sus obras y pedirme consejo...».
Ravel siempre volvió a San Juan de Luz a nadar en la playa, asistir a festejos y mantener las tertulias de café con contertulios como el pintor Ramiro Arrue. En cierta ocasión le señaló a su amigo suizo Jacques de Zogheb: «Mire, se habla de la sequía de mi corazón. Es totalmente falso. Y usted lo sabe, puesto que yo soy vasco, y los vascos se abren muy poco y a unos pocos solamente».
La música vizcaína Itxaso Sainz de la Maza, que investigó a fondo la conexión vasca de Ravel con un estudio universitario, no duda en subrayar la influencia de los bailes tradicionales vascos. «Para nosotros, los vascos, la canción y la danza son elementos tan necesarios como el pan y el sueño», dijo Ravel. Y hay «rastros evidentes» de la utilización del fandango labortano y del zortziko en algunas de sus obras.
Según la estudiosa «el mayor homenaje que Ravel rindió a la cultura vasca fue una 'Rapsodia vasca para piano y orquesta' que iba a llamarse 'Zazpiak bat'. El proyecto surgió a partir de un viaje por Navarra, Lapurdi y Gipuzkoa meses antes de la Primera Guerra Mundial. La obra no fue terminada, pero Ravael utilizó algunos materiales que para componer su famoso Concierto para piano en Sol Mayor». Tambien el inicio del Bolero, con flauta acompañada de tambor, simularían el txistu y el tamboril. 150 años después de su nacimiento Ravel sigue igual de joven.
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