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Pío Caro-Baroja Jaureguialzo (Madrid, 1969) es hoy, junto a su hermana Carmen, quien lleva «entre el orgullo y la responsabilidad» el peso de una saga familiar tan poderosa en el mundo de la cultura. Afincado desde que empezó la pandemia en Itzea, donde cuida de su madre, vive intensamente la celebración del 150 aniversario del nacimiento de su tío abuelo, que se cumple exactamente este miércoles, 28 de diciembre. Sonríe cuando recuerda que un joven periodista le preguntó hace uos días si es hijo del novelista: no le inmporta recordar a quien no lo sabe que es hijo de Pío Caro Baroja, director de cine y televisión y escritor, y sobrino de su querido Julio Caro Baroja, etnógrafo y sabio en tantas materias. Y sobrino nieto, sí, del autor de 'El árbol de la ciencia'.
Tras recorrer Itzea charlamos en el comedor familiar, al lado de la chimenea, donde tantos ratos pasó Pío Baroja. Este Pío de hoy es profundamente barojiano en su mirada crítica con el mundo, en cierto desdén ante la peor política y en su profundo interés por la gente de letras. Hace un par de años publicó 'El cuaderno de la ausencia', un delicioso libro entre el diario y la memoria, escrito tras el fallecimiento de su padre. En la intimidad del fuego de Itzea habla sin tapujos de cómo se ha vivido el 150 aniversario del nacimiento del escritor, de la relación de San Sebastián con el novelista y hasta de la mejor manera de empezar a leer hoy a Baroja.
- Imaginemos que debe explicar hoy quién fue Pío Baroja a un joven lector que no conoce ni su obra ni su vida.
- Baroja es de los pocos escritores del siglo XX que ha subsistido hasta hoy y sigue siendo actual y plenamente vigente. Primero, por su lenguaje, tan sencillo. En su época dominaba en los libros un castellano más arcaico, y la 'debilidad' que se le achacaba a Baroja, un castellano un poco rudo, o poco perfilado, ha sido al final su gran virtud. Es un castellano que suena actual y es muy legible hoy. Y en lo fundamental, el contenido, Baroja y sus temas siguen vigentes. Las preocupaciones que expone al principio de su vida y en sus novelas fundamentales son las mismas zozobras que la mayoría de los seres humanos hemos experimentado a lo largo de nuestras vidas. El Baroja adolescente o joven tiene preocupaciones con las que se sienten identificados los adolescentes o jóvenes de sucesivas generaciones.
- Hay más muestras de la vigencia de Baroja.
- Genera mucha empatía porque Baroja sigue siendo un magnífico compañero de viaje, un amigo al que puedes acudir en muchos momentos a lo largo de la vida, un refugio. Fue una voz en contra del dogma, siempre un poco libertaria. Me vienen a la memoria sus frases demoledoras contra algunos de sus profesores en la universidad. El otro día me decía un prestigioso médico que el profesor Letamendi, reputado médico y catedrático, ha terminado siendo más conocido por las críticas que le lanzó Baroja en sus novelas. Letamendi castigó a Baroja cuando éste estudiaba Medicina: era un dogmático y Baroja un hombre libre. Al final el escritor tuvo que ir a Valencia a terminar su carrera y Baroja se vengó en sus novelas. Su rebeldía aparecía donde menos se esperaba.
- ¿Se lee hoy a Baroja?
- Alguien aportó el dato de que en la biblioteca Kokdo Mitxelena de San Sebastian solo hubo cinco préstamos de obras de Baroja en un año. Pues así será, pero en Cátedra Ediciones, por ejemplo, 'El árbol de la ciencia' lleva 40 ediciones y más de 900.000 ejemplares vendidos. Esa es la realidad de la vigencia de Baroja, el autor más vivo de toda la generación del 98, por supuesto, y también del siglo XX. Yo creo que los novelistas que van a quedar del siglo XX son Baroja y Delibes.
- Perdón por la ingenuidad de la pregunta, ¿pero qué pensaría hoy Baroja del mundo en que vivimos?
- No tengo respuesta, pero hay un arranque de un cuento de Borges que cita mucho Savater, en el que el escritor argentino se refiere a un familiar y dice: «Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir». Baroja miraría hoy con perplejidad este mundo, pero son tiempos mejores a los que vivió él, seguro.
- Para alguien que no ha leído a Baroja y ahora quiera empezar, quizás contagiado por la celebración, ¿qué título recomendaría como entrada a su obra?
- La mejor puerta de entrada es 'Vidas sombrías', de 1900, primer libro que publicó, escrito entre Cestona y Madrid. Es una compilación de cuentos y, tal como dijo mi tío Julio, «ahí está todo Baroja». El lirismo de 'Vidas sombrías' incluye los mundos barojianos, como la poética vasca, el mar, las inquietudes filosóficas....
- Más recomendaciones.
- A un lector vasco le recomendaría entrar de cabeza en 'Zalacain el aventurero.' Al aficionado a la novela de aventuras, 'Las inquietudes de Shanti Andia', que junto a 'Gran sol', de Ignacio Aldecoa, son las grandes novelas del mar del siglo XX. A quienes les gusta la novela histórica apuntaría la serie de Aviraneta, que es una especie de episodios nacionales barojianos. Y para un lector con inquietudes filosóficas, 'El árbol de la ciencia' y 'Camino de perfección'. Por último, quien desee un folletín clásico de estilo decimonónico, la interesantísima 'La feria de los discretos', una de mis obras favoritas, que transcurre en Córdoba y se ha convertido en la gran novela de la capital cordobesa.
- ¿Hablamos ya de Baroja y San Sebastián, esa larga y tan comentada relación?
- Los recuerdos de infancia de Baroja en San Sebastián son fundamentales en su vida y en su literatura. El capítulo dos de sus memorias 'Familia, infancia y juventud' habla con detalle de todos esos recuerdos en torno al San Sebastián de la Parte Vieja, el Castillo de la Mota, sus juegos en el muelle o en la escuela de la calle del Ángel o Campanario, los momentos en la casa de su abuela Concepción Zornoza, las granadas que caían en plena guerra carlista. Las novelas marinas de Baroja nacen en la casa de su tía Cesárea en el puerto donostiarra.
- Siempre recordamos sus comentarios tan críticos con la ciudad.
- No fue crítico con San Sebastián, sino con un modelo de ciudad muy tradicionalista, fue crítico con quienes querían una ciudad elitista y aristocratizante, impermeable a la cultura más popular. Me resulta paradójico que se le acuse ahora a Baroja de antidonostiarra: se oponen a Baroja quienes deberían oponerse al modelo de ciudad que denunciaba Baroja. La esencia vasca y guipuzcoana de Baroja es profunda, y también la donostiarra, aunque él denunciara el San Sebastián ñoño. Amaba a esta ciudad donde almacenó algunos de sus mejores recuerdos.
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- Se ha criticado que instituciones como el Ayuntamiento de Donostia o la Diputación de Gipuzkoa no se han empleado a fondo en la celebración del 150 aniversario del nacimiento.
- De lo que estoy satisfecho es de que el 150 aniversario está sirviendo para celebrar a Baroja desde la lectura y los lectores. A pesar del escaso apoyo institucional se están publicando muchas páginas sobre Baroja en los periódicos, se han hecho reediciones preciosas de sus obras, se ha representado 'Adiós a la bohemia' en San Sebastián, y el Arriaga prepara una potente producción de 'La lucha por la vida'. Estoy plenamente satisfecho porque a un escritor le apuntalan los lectores. La cultura es libre y cualquier intento de monopolizar la literatura desde la política está condenado al fracaso.
- Permítame hablar de su trabajo. En 'El cuaderno de ausencia', publicado hace dos años con estupenda acogida, escogía un género entre el diario y la memoria. ¿Sigue escribiendo?
- Bueno, ahora, aquí, en el retiro de Itzea, estoy escribiendo dos libros a la vez.
- Su hermana Carmen y usted se multiplican estos meses para asistir a los diferentes actos en memoria de Baroja. Son hoy los depositarios de la saga. ¿Cómo viven el peso de esa carga?
- En un momento de la vida ese peso me generaba mucha tensión. Ahora esta casa, con mis recuerdos de mi padre y de mi tío, y a traves de ellos con los recuerdos de los otros Baroja, son una fuente permanente de inspiración. Quizás por ello me he lanzado a hacer un tipo de escritura memorialística. Publiqué ese libro que mencionas y mis próximos pasos van a ir por ahí, tratando de agarrar con los dedos o con el boligrafo un mundo que de alguna forma se escapa. Esa es la manera que tengo de vivir el fenómeno barojiano, como algo personal que me nutre y me llena de ideas. Lo otro, lo que pase por ahí fuera, me produce satisfacción personal por el reconocimiento a mis antepasados, pero me suscita una enorme sensación de sobreexposición. Es como estar 'sin piel', expuesto a recibir no solo parabienes, también asuntos desagradables.
- Insisto: Carmen y usted llevan hoy la responsabilidad que en su momento llevaron su tío Julio y su padre Pío.
- Mi padre y mi tío eran fuentes directas porque conocieron pernalmente a Baroja. Yo no soy conocedor profundo de la obra barojiana, pero sí detecto cuando un juicio sobre su obra es acertado o tiene base. Aún me queda mucho por estudiar.
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- Estamos charlando en Itzea: ¿cómo es vivir en una casa que parece un museo y muchos consideramos casi un santuario barojiano, aunque a usted no le gusten esas comparaciones religiosas?
- Como ha ocurrido a casi todos los antepasados de la familia, Itzea representa los momentos felices, el contacto con la naturaleza, la reunión de todos. Son muchos recuerdos en cada rincón, y los más íntimos asociados a mi padre y mi tio Julio. Siempre he pasado largas temporadas y vine de forma estable cuando empecé la pandemia, con mi madre, que se siente más cómoda en el entorno más cercano de Bera. Hago escapadas a Irun y Hondarribia, y a San Sebastián, sigo haciendo mis fotos, escribo y leo mucho... Este 150 aniversario nos ha tenido a mi hermana y a mí ocupados, con actos solemnes como el celebrado en la Academia de la Lengua, otros más populares en la cuesta de Moyano de Madrid o en Irun... El día 28, aniversario exacto, Vocento organiza un homenaje en el Círculo de Bellas Artes. Irán pasando las celebraciones pero quedarán los libros, y aunque suene a frase hecha puedo decir que el mejor homenaje que se puede rendir a Baroja leer sus libros, que se reeditan de forma continua.
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