Bilbao suma varios ejemplos de arquitectura brutalista, como el conjunto de viviendas protegidas Pedro Astigarraga, en San Ignacio. Maika Salguero

Mi casa es brutal

A propósito de 'The Brutalist'. ·

El éxito de la película protagonizada por Adrien Brody pone de actualidad un estilo arquitectónico que dejó un reguero de edificios en toda España y activa su vertiente más popular: el brutalismo, al alcance de todos los públicos

Jorge Alacid

Sábado, 8 de febrero 2025, 13:03

Sinopsis de esta película: en pleno apogeo del hormigón como base de la revolución constructiva del pasado siglo, un grupo de arquitectos indaga en sus posibilidades como vertebrador de un nuevo estilo, que carece de nombre. Reparto: la nueva corriente recluta a la aristocracia de ... los profesionales de ese tiempo, que en el caso español se traduce en apellidos tan relevantes como Fisac, Higueras o Sáenz de Oiza. Espoiler: la criatura recién nacida será bautizada como brutalista, gozará de ancho reconocimiento a nivel global pasados los años (aunque nunca le faltarán críticos) y alcanzará la actual centuria entronizada como un código ciudadano muy extendido que, más allá del lenguaje arquitectónico, explora incluso cómo percutir en la conciencia social. Un estilo que acaba siendo norma en las ciudades de Occidente y que vive su enésima resurrección gracias al cine. El éxito de la película 'The Brutalist' inspira las líneas que siguen: un paseo por la España más brutal. La más brutalista.

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Como guía de nuestro itinerario ejercerán unas reconocidas voces, expertas en este lenguaje arquitectónico, cuyo revival alcanza a territorios de la cultura popular. La primera, la arquitecta (y estupenda divulgadora) Merche Navarro, autora de una recomendable web (muy apropiadamente llamada 'Brutalmente Valencià'), que recorre la historia de un movimiento nacido como consecuencia de una serie de hallazgos más constructivos que estilísticos, vinculados al auge que alcanza por entonces entre los arquitectos la aplicación del hormigón con una voluntad superior de estilo y una razón de peso: el dinero. «Los edificios, al renunciar a los revestimientos y los elementos superfluos, podían resultar más económicos», señala.

Navarro esgrime, además, otro atributo de extremo valor asociado al brutalismo: la idea de «honestidad». La elocuente renuncia a los ornamentos, unida a la acusada rotundidad en las formas, desemboca en volúmenes de alta expresividad y explica que fuera triunfando en el imaginario ciudadano porque, amparado en un astuto tratamiento de la luz, facturaba edificios con un sello diferencial: obras que apostaban por lo que Navarro llama «espacios sobrecogedores.

¿Cuáles? Por ejemplo, los cinco que cita otro especialista que vierte su parecer al respecto. Se llama Alex García, es diseñador y ha ganado fama en redes sociales por un par de perfiles dedicados a esta clase de arquitectura: uno, basado en los edificios madrileños que le empezaron a llamar la atención cuando trabajaba de repartidor (@madrid_brutalism) y otro que recopila los ejemplares de esta arquitectura diseminados por el resto de España (@spain_brutalism), cuyos favoritos se enclavan en cada punto cardinal. Se trata de Torres Blancas (Madrid), Torre de Ripalda (Valencia), Walden 7 (Barcelona), Torre Hercón (A Coruña) y Los Manantiales (Torremolinos). Son creaciones hermanadas por una común estética vanguardista, que en los casos más extremos (como la obra de Ricardo Bofill que se alza, un punto intimidante, en la localidad barcelonesa de Sant Just Desvern) coquetean con la condición de plató de ciencia ficción: algo hay de escenario a lo 'Blade Runner' en la fisonomía y los espacios interiores de estas casas nacidas de una fantástica imaginación que, paradójicamente tal vez, se activan en el tablero del arquitecto desde cierta economía de recursos.

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Imagen del Espai Verd, obra del equipo dirigido por Antonio Cortés, en Valencia. Iván Arlandis

Navarro recuerda que su curiosidad hacia el brutalismo se detona cuando, siendo estudiante de Arquitectura y analizando los edificios de Valencia, observa ciertos rasgos diferenciales que reclaman un interés adicional: «Me interesaba cómo estaban hechos, cómo respondían a la luz, cómo se vinculaban con su entorno, cómo trataban a sus usuarios... Me di cuenta que la mayoría estaban bajo el paraguas de ese estilo». Fue entonces cuando se alistó plenamente en la reivindicación del brutalismo, un lenguaje sencillo y complejo a la vez. «Es muy sensorial», argumenta, «tanto porque los materiales se expresan mediante su textura (y llaman a ser tocados) como por los espacios que genera, su relación con la luz y su relación honesta con el usuario».

La corriente nació en los 50 asociada al recurrente uso del hormigón y llegó a la tipología doméstica

Hormigón en crudo

La dificultad para fijar con precisión los mandamientos del brutalismo, como no se le escapa a Navarro, ha derivado en estos años de mayor atención popular hacia esta corriente en algún malentendido: como si todo edificio con cierta carga de hormigón, por decirlo crudamente, se asociara con el brutalismo. Alex García, que recuerda que «brutalismo viene del término 'béton brut', cuyo significado es hormigón en crudo», opina que esa evidente conexión con el material que alumbra este estilo «y define incluso una manera de construir», convive con otros detalles que justifican su popularización: «Es un estilo que buscaba, además de mostrar el material en bruto, generar un lenguaje casi escultórico de volúmenes y juegos de luces y sombras». Y añade una precisión: «Dentro del brutalismo, también hay mucha variedad, desde edificios basados en líneas rectas a otros con un carácter más orgánico».

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El top 5 de Alex García

  • 1. Torres Blancas (Madrid) Un edificio de Sáenz de Oiza del que destaca su carácter «orgánico».

  • 2. Torre Ripalda (Valencia) Popularmente conocido como 'la pagoda', es obra de Antonio Escario, José Antonio Vidal y José Vives.

  • 3. Walden 7 (Sant Just Desvern, Barcelona) Una gigantesca creación de Ricardo Bofill, 31.000 metros cuadrados de poderosa fisonomía.

  • 4. Torre Hercón (A Coruña) Obra de José Antonio Franco Taboada, es un rascacielos también llamado Torre Costa Rica entre los coruñeses.

  • 5. Los Manantiales (Torremolinos, Málaga) Un hotel debido al arquitecto Luis Alfonso Pagán que contribuyó al particular 'skyline' asociado a la imagen de la Costa del Sol.

Una línea de pensamiento que enlaza con otra de las conclusiones que habitan en sus publicaciones: el brutalismo como movimiento contracultural, como léxico que se aleja de la normativa convencional y abraza incluso el ciberpunk o la distopía en algunos países donde se asocia con una muestra de cultura «decadente». Para Merche Navarro, quien también insiste en esa idea de riqueza constructiva adosada a los edificios brutalistas, más allá de la primera impresión que procuran, la clave de este estilo tan seductor late en un factor crucial: «Cómo trata los materiales en su construcción». Es decir, si sus autores se apoyan no sólo en el hormigón en crudo sino también en piezas como ladrillos o paneles prefabricados, recursos que nutren su discurso de esa idea primordial: reivindicar la honestidad constructiva asociada al brutalismo. Es decir, el viejo principio: «Cómo la función determina la forma del edificio».

Edificio Princesa, de los arquitectos Fernando Higuera y Antonio Miró, en Madrid. Óscar Chamorro

Edificios, por cierto, de diversas tipologías. Hay arquitectura brutalista dotacional (clave en la red de centros escolares, sobre todo universitarios, repartida por España), también religiosa y por supuesto doméstica. Pau, vecino del valenciano Espai Verd (magna obra del equipo capitaneado por Antonio Cortés), se confiesa dichoso por la experiencia que distingue habitar esa clase de arquitectura. «Aquí puedes estar aislado y también conectado, como si fuera tu primera y tu segunda residencia». Una opinión similar a la que transmiten quienes residen en el edificio Moroder, una obra de Miguel Fisac también en Valencia, quienes añaden otro factor distintivo: frente a la idea de frialdad que pueda transmitir una vivienda de estilo brutalista, ellos destacan el elemento contrario, su calidez.

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Un dictamen que, sin embargo, tiene todo el sentido, como recalca Navarro cuando se refiere al modo constructivo de naturaleza casi artesanal con que se levantan estas criaturas. De ahí tal vez su triunfo entre nosotros, que deja una duda en el aire. ¿Puede el brutalismo morir de éxito? Alex García lo descarta. «Los verdaderos amantes del brutalismo vamos a seguir defendiendo que se protejan estos edificios», dice. Y Navarro sostiene también que al brutalismo le aguarda una larga vida. ¿Por qué? «Porque representa el triunfo del renovado gusto por lo sincero».

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