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MIKEL G. GURPEGUI
Miércoles, 18 de junio 2014, 15:53
Jesús Mari Palacios: «Nos gustaría que, con el documental, la gente viera la isla de otra manera». Iñigo Jiménez: «Desde que sabemos más de sus historias, nosotros ya la estamos mirando con otros ojos».
La isla de Santa Clara está cerca, pero diríase que sus acantilados quedan lejísimos, como en un espacio y tiempo ajenos al resto de la ciudad. O que no fuese una isla real, sino sólo un telón teatral para el 'marco incomparable'.
La isla donostiarra sigue siendo una desconocida y los fareros que hasta 1968 habitaron en ella, aún más. Lo saben Iñigo Jiménez y Jesús Mari Palacios, que desde hace meses dedican toda su atención a descifrar los enigmas de Santa Clara y sus ocupantes. Esta obsesión surgió cuando un profesor de Pedagogía contó en la clase de Iñigo la poco conocida historia del último farero de la isla, que vivía en ella con su madre. Al automatizarse el faro, le trasladaron al de Igeldo. Allí falleció la madre y, pocos meses después, el hijo se quitó la vida.
«La historia me impactó -explica Iñigo Jiménez-. Se la comenté a Jesús Mari y empezamos a investigar». No es raro que un tema que tuviera que ver con la soledad y los espacios singulares interesase a Jesús Mari Palacios, cuyo primer documental, 'Figura amb paisatge', se centraba en el último matrimonio residente en un pueblecito del Pirineo y el segundo, 'Casa vacía', entraba en la abandonada casa-estudio que Oteiza y Basterretxea compartieron de jóvenes.
Partiendo del libro sobre el islote que escribió Txillardegi, los dos donostiarras empezaron a remover archivos, referencias y entrevistas. «Pronto nos dimos cuenta cómo la historia del último farero se había distorsionado al ir pasando de persona a persona y también que se desconoce mucho sobre la gente que ha vivido en un faro que forma parte de nuestro paisaje», indica Iñigo.
Él y Jesús Mari aún están inmersos en la búsqueda de nuevas piezas para el puzzle incompleto, ya no tan vacío, que es la figura del último ocupante de Santa Clara. Cuando den por finalizada su investigación, cuando monten el documental que ya están filmando, podrán contar muchas cosas sobre José Manuel Andoin Torralvo (Santoña, 1914-San Sebastián, 1974).
De momento, nos adelantan que era hijo de militar y empezó carrera en el Ejército, aunque su expediente militar se interrumpe en la Guerra Civil. Que fue destacado tirador con carabina y llegó a participar en los Juegos Olímpicos de Londres, Roma, Tokio y México, éstos últimos como entrenador. Que, según cuentan, era hombre introvertido y cultivado. Que fue trágico su final, cuando aparentemente no pudo soportar la soledad absoluta después de haberla compartido con su madre.
El enigma es la madre
Tras la guerra, José Manuel Andoin sacó plaza en el Cuerpo Técnico Mecánico de Señales Marítimas, e hizo prácticas en el faro pasaitarra de Senocozulua. Obtuvo la plaza de farero en Santa Clara, donde residirá con su madre desde 1944 hasta que, con la automatización del faro en 1968, fuese trasladado al de Igeldo.
Los últimos residentes de Santa Clara, por lo tanto, fueron Andoin y su madre, María Torralvo, de la que apenas se sabe que en verano se ocupaba del pequeño bar de la isla y que, al parecer, tenía «un fuerte carácter». Jesús Mari e Iñaki no han podido conseguir todavía ni una fotografía suya. «El enigma es ahora ella».
El documental que preparan, con el título provisional de 'Ur artean', tratará de acercarse al modo de vida de aquellas personas diferentes y aisladas, aunque tuvieran toda una ciudad enfrente. El farero tenía la obligación de encender el faro cada noche y apagarlo cada mañana, ocuparse del abastecimiento de combustible y registrar cada actuación. Las condiciones de vida tenían su dureza. Bebían el agua de lluvia recogida en un pozo y, cuando había temporales, pasaban días sin poder ir con el bote a tierra para abastecerse.
De la soledad a la invasión
Rodeamos a los fareros de una atmósfera de poético misterio. «Existe un mito, que tiene una relación con la realidad -admite Iñigo Jiménez-. Realizar una actividad aislada, en silencio, en contacto con la naturaleza, hace que te vuelvas más reflexivo. Hay fareros que emplean su tiempo en inquietudes artísticas o en el cultivo de huertas. De Andoin sabemos que leía mucho, que era persona muy culta». También que las detonaciones de sus prácticas de tiro se escuchaban a veces desde la playa.
El documental en elaboración -sus artífices sueñan con poder estrenarlo en septiembre en el propio faro, coincidiendo con los 150 años desde su inauguración-, reconstruirá la vida cotidiana de Andoin, con el marcado contraste entre la soledad de la isla vacía en invierno y la invasión de excursionistas y bañistas en verano, época en la que el farero se ausentaba con frecuencia para acudir a campeonatos de tiro.
El proyecto 'Ur artean' quiere ser también algo más. Palacios y Jiménez están descubriendo tantas historias sobre los anteriores fareros que trabajaron en nuestra fascinante isla que se plantean divulgarlas en un posible libro.
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