Crítica de cine | Alguien que cuide de mí

Después de Málaga

La(s) zarandearon de lo lindo. Que si desequilibrada, desnortada, desbaratada y desbarajustada; que si ni chicha ni limoná, ni carne ni pescado ni comedia ni tragedia, ni Almodóvar ni los Marx. Que si ni parodia ni melodrama. Vamos, que la dejaron hecha unos zorros.

Pues nada. Que tampoco es para tanto. Porque más partido tiene el eje 'De caperucita a loba'. No, no es para tanto. Cierto, ciertísimo, que no acierta con el tono ni la tonada porque a veces es una cosa y otras parece ser otra. Pero tampoco resulta tan grave una tarde de sábado. Cierto que la planiicación, la puesta en escena, la cámara y hasta alguna decisión de montaje son como para (casi) cortarse o dejarse crecer las venas. Pero hasta en eso y por eso se te hace simpática y te cae bien. Porque claro, ves a Magüi Mira haciendo de madre malísima (peor que la de Joaquin Phoenix en 'Beau tiene miedo') y como la recuerdas más perversa aún en 'Venus' pues te vienes arriba en la butaca aunque reconozcas que en 'Alguien que me cuide' hay demasiado parloteo, demasiado guirigay en el guion y poco storyboard bien dibujado para decidir dónde rayos poner la cámara.

La arrastraron por la alfombra roja malagueña de tal manera que acabas queriéndola. Bastante, Porque como espectadora a veces tú también te desajustas.