Crítica de cine | Sí, quiero... o no

Estrellas estrelladas

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Sábado, 29 de abril 2023, 02:00

Si alguien tiene algún mérito en esta seudocomedia romántica para veteranos no es Michael Jacobs, procedente de la segunda división televisiva, que teje un guion al que le cuesta Dios y ayuda articular un par de ideas y encima lo envuelve en una puesta en ... escena que potencia la sosería del conjunto.

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Si alguien tiene algún mérito en 'Sí, quiero... o no' son Stefanie Ryan-Manhim y Quinn Showell, a quienes no tenemos el gusto de conocer pero que, como responsables del casting, han convencido de que suban a esta barca turística a personas que tendrían que exigir otras esloras y singladuras. Manhim y Showell deben de ser magos porque no se explica cómo han logrado reunir para esto a Susan Sarandon, Richard Gere y Diane Keaton. Y también a William H. Macy, que aunque no sea tan estrella borda los papeles de hombres débiles. Y Emma Roberts y Luke Bracey, que cumplen lo que se les pide, que sean jóvenes y guapos.

  • Dirección y guion: Michael Jacobs.

  • Intérpretes: Emma Roberts, Richard Gere, Susan Sarandon, Diane Keaton.

  • Fotografía: Tim Suhrstedt.

  • Música: Lesley Barber.

  • País: EE UU. 2023

  • Duración: 94 m

  • Cine: Príncipe

'Sí quiero... o no' tiene el único mérito de contar con estrellas. Todo lo demás da igual. Por supuesto, aspectos menores, como que la única que no parezca a punto de bostezar sea Susan Sarandon, entretenida en dar alguna chispa de malicia a su personaje. O como que Diane Keaton y Richard Gere no funcionen como matrimonio de ficción (acaso la Keaton, como productora ejecutiva, ha querido darse el gusto de tenerle a él de partenarie).

Lo peor es verles con papeles de cartón piedra en una peliculeja a la que le cuesta media hora montar su momento clave, cuando descubrimos lazos que no conocíamos entre sus personajes. Luego no aprovecha el enredo y se queda con seis personajes sosos preguntándose por la esencia del amor. Hay que estirar la cosa hasta llegar a la hora y media con el final más conservador posible. Que las estrellas pasen por caja y los espectadores, cabizbajos para casa.

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