Cine

Crítica de 'La ermita': Niña de fuego con muñeco

Y de tan hechizada, resulta que se ahoga en nuestra mitología, sin entender que hay que cerrar bien los grifos porque si no, las lamiak se cuelan por ellos y pasa lo que pasa. Que la película te queda, creo, demasiado (re) llena. Lo que no quiere decir que los hombres-pájaro que conducen a los apestados a la ermita y los encierran allí hasta que las trompetas nos llamen a todos al valle de Josafat no tengan una presencia siniestramente sugestiva, gracias entre otros a ese espléndido diseñador de vestuario que es Alberto Valcárcel, a todo el departamento de arte y a su director, Peio Villalba. Sin olvidar a los 22 genios de los efectos visuales y especiales que se marcan un final que te hace comerte las dudas que te reconcomían el alma mientras el guión iba, venía y tú lo único que querías no era, claro que no, que la madre de Emma se muriese de una vez sino que volviese a la pantalla el personaje de la falsa (pero tampoco tanto) medium interpretada por una Belén Rueda en su agrio, avinagrado y justo punto de descalabro y destartalamiento físico y anímico.

Me puede parecer no del todo buena pero la idea de la transmisión generacional, el dolor que acumula, la escena del balón, el abrazo al fantasma y la paleta de luces de Rita Noriega me hacen olvidar esa (supuesta) irregularidad.