Cine

Crítica de 'Una madre de Tokyo': Más japonesa que el sake

'Una madre de Tokio' no puede ser, en su forma y fondo, más típicamente japonesa. La cocina con calma Yôji Yamada, que a sus 92 años tiene mucho oficio y sensibilidad, aunque le falte chispa para llegar a ser uno de los grandes maestros nipones de antes –si bien hay que reconocer que salió bastante airoso con su 'remake' de los 'Cuentos de Tokio' de Ozu en 'Una familia de Tokio'– ni de ahora, tipo Koreeda.

'Una madre de Tokio' se deja ver con agrado porque fluye como un río y está llena de seres entrañables, humanidad y buenas intenciones. Claro que el retrato de personajes y situaciones se pasa de simple, a veces casi al borde de lo caricaturesco. Y que algunos aspectos que toca, como la vida de las personas sin hogar, se quedan en lo superficial.

En todo caso, resulta agradable pasar el rato entre estos japoneses en una historia familiar que se asoma a asuntos como la frialdad de las grandes empresas, el amor en la vejez, la dificultad para encontrar nuestro lugar, y nuestro ritmo, en el mundo o, en general, las pequeñas adversidades de la vida, y apenas llega a la conclusión de que «de un modo u otro, lo que nos toca vivir no es fácil». En fin, si les apetece una película tierna y sencilla, sepan que 'Una madre de Tokio' lo es.