Crítica de 'Ghostlight': Volver a la vida

Cierto es que inauguró el último 'Sundance', pero 'Ghostlight' llega a nuestras pantallas a la chita callando frente a estrenos más llamativos. Háganse el favor de no pasarla por alto, que es una de las joyas de la cartelera y, si la ven, es más que probable que les robe el corazón.

Estamos ante una obra conmovedora y humanísima, con el aire intemporal del mejor cine independiente norteamericano. Está ambientada en una crispada Chicago, en el círculo de una familia que sufre. Hay un vacío doloroso en ella, que hace que la hija tenga la rebeldía desbocada, que el padre, obrero de la construcción, viva bloqueado hasta que estalle, que la madre intente sostener los restos del naufragio con mirada triste. Poco a poco iremos descubriendo qué pasó, qué les pasa, al tiempo que surge el contrapunto, la vía de escape, la posibilidad de alejarse un rato del dolor, la esperanza de empezar a afrontarlo: «Finge ser alguien durante una hora y luego vuelves a tu vida». Y sí, el padre entra en un grupo de teatro amateur que prepara 'Romeo y Julieta'.

Con estos ingredientes podría haber salido algo forzado, acaramelado, lacrimógeno, pero no. Todos contribuyen a que en este entrañable pero nada ñoño drama de gente corriente haya sombras y luces, una certera mirada a los sentimientos humanos, sincera y profunda emoción. Quizás ayude la curiosidad de que los actores principales sean matrimonio e hija en la vida real.