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FERNANDO MIÑANA
Domingo, 15 de septiembre 2019, 09:21
Iván López Gimeno llevaba años siguiéndole la pista a Poli Díaz. Quería encontrar al Potro de Vallecas para rodar el documental que merece un personaje poliédrico como él. «Porque si Poli hubiera nacido en Brooklyn, ya hace tiempo que Scorsese le hubiera hecho una película». Un día le llegó un soplo. El exboxeador, un fenómeno de masas en los 80 y los 90, que mantuvo a media España en vela cuando peleó por el título mundial, estaba viviendo en un lugar entre Vallecas y la prolongación de Madrid Río. Y se fueron a por él. «Llegamos a una zona muy singular, cerca del Pozo del Tío Raimundo, donde sigue habiendo yonquis, tráfico de drogas... Ese paisaje se va fundiendo con antiguos vertederos en los que se intervino para convertirlos en unos montículos cubiertos de vegetación, y las viejas fortificaciones y búnkers de la Guerra Civil. Es un paisaje postapocalíptico donde también confluyen el camino de Santiago, gente paseando en bici, el AVE... Y dimos con él».
Iván y Carlos, un productor que conoce a la familia de Poli, cruzaron un puente y entonces vieron, allá abajo, a un tipo con el torso desnudo, entrenándose como un loco en medio de la nada, en un precario circuito rodeado de troncos. El Potro seguía galopando.
El director del documental logró ganarse su confianza para conseguir ocho horas de entrevistas crudas, nada que ver con el tipo dicharachero y extravagante en que se convertía cuando iba a entrevistarle un periodista. «Poli es una persona que, en apariencia, es muy abierta y que está acostumbrada a la Prensa, pero es mentira. Te cuenta lo que quieres oír, clichés que repite en cada entrevista. A mí me recordó a los indios que vivían en las reservas y que hacían su teatrillo cada vez que recibían a un blanco de turismo...».
51 años tiene en la actualidad. Poli Díaz nació en Palomeras, en el barrio de Vallecas. Allí empezó a boxear a los 14 años.
'El Potro: Poli Díaz, una historia de Vallecas' , el documental que está rodando Iván López Gimeno, necesita financiación y por eso está dentro de una campaña de 'crowfunding' en Verkami
47 peleas disputó Poli Díaz a lo largo de su carrera. Ganó las primeras 44, 28 de ellas por KO, y perdió las tres últimas: la derrota ante Whitaker por el título mundial y dos más. Después de bajarse del ring trabajó de lo que pudo, incluido de actor porno.
López Gimeno aspira a contar una historia sobre Poli, Vallecas y el boxeo en España. Y le da cuerpo con las voces de su entrenador, el hijo de su promotor, boxeadores, periodistas, rivales... Y hasta con Mickey Rourke, el actor aficionado a las doce cuerdas que pasó una semana con el madrileño. El director mantiene la esperanza, a pesar de la continuas recaídas del Potro desde que se bajó del ring para fundirse entre 300 y 600 millones de pesetas -entre 1,8 y 3,6 millones de euros- en coca, coches y mujeres, y de acabar en la indigencia, de que su hilo narrativo tenga un final feliz, la apertura de un gimnasio para entrenar a otra gente del barrio, pues no sabe hacer otra cosa, y así poder documentarlo en el largometraje, que se estrenará entre enero y febrero de 2020, «sobre la ascensión, caída y redención de Poli Díaz».
El Potro de Vallecas mantiene el deje macarra del tipo de barrio que ha estado colgado más horas de la cuenta, pero lo que más llamó la atención a Iván es que, a sus 51 años, «está en perfecta forma física porque entrena todos los días». Poli asegura que está limpio. Sobrevive gracias a una ayuda del Consejo Mundial de Boxeo, la calderilla que genera su biografía y algún trabajo esporádico. Dicen que necesita un espaldarazo.
Las primeras imágenes de las ocho horas de entrevistas, a las que ha tenido acceso este periódico, muestran a un hombre fuerte con una mirada engañosa. Luce patillas largas, va tocado con un borsalino como el de Silvester Stallone en el Rocky entrenador, el de 'Creed', y del cuello cuelga un collar con una especie de colmillo. Cuando habla en su casa, una modesta vivienda en medio de la nada, se ven al fondo las paredes desconchadas y un mueble cubierto por una tela donde reposan botellas de aceite y vinagre y un bote de Colacao 0%. Allí dentro, y en otros escenarios, habla de su vida, del niño de barrio pobre que dejó el colegio a los siete años -«otras veces dice a los trece», puntualiza el director- y que vivía en una familia numerosa en la que sus padres se desentendieron de él y tuvo que ser criado por sus hermanas. «Su formación cultural son las películas de Bruce Lee, los 'westerns' de serie B y el cine quinqui que vivió en directo, los delincuentes del barrio de finales de los 70 y principios de los 80 que lo mandaban a los puticlubs a hacer sus primeros trabajos como recadero y chico para todo», aclara López Gimeno.
O el recuerdo de sus primeros empleos. «Yo trabajando soy la hostia. Está mal que lo diga, pero la gente decía que era la hostia», exclama en el documental, donde a veces aparece con una camiseta de Cassius Clay y otras con una camisa floreada, como cuando explica su gran plan de futuro: «Yo he tenido problemas con las drogas, y a mí me gustaría luchar contra las drogas. ¿Una manera de luchar contra la droga? Poner un gimnasio ahí sin derecho a lucro, ayudar a los que no tienen dinero. Y mientras están entretenidos, es como una terapia y no se están drogando; sales cansado, te vas a casa y duermes...».
Poli intenta enderezar la vida al lado de su novia, una chica canaria a la que conoció en misa. Amén. «Fue ella la que le entró y le invitó a tomar algo», apunta Iván, quien entiende que una de sus pocas salidas es esa, la del gimnasio, porque el Potro de Vallecas «es indomable: no está acostumbrado a una disciplina de trabajo para terceros». También debe haber influido que le hayan explotado desde que ganó su primer combate.
Aunque su alma de púgil, el gran fajador que llegó invicto -44 victorias, 28 por KO, en 44 peleas- al combate con Pernell Whitaker, está insatisfecha. Sus tres últimas peleas las perdió. «Pero Poli considera que entonces no era él. Tenía la mano rota y ya había empezado su decadencia, por eso siente que no se despidió en condiciones». El Potro quiere que su última imagen sea la de un boxeador impoluto «y no la de un payaso que iba a 'Sálvame' a decir tonterías pasado de todo». Por eso ha sumado a su plan de abrir un gimnasio para entrenar a jóvenes en peligro de convertirse en toxicómanos otro más, su último combate. No sabe si será público o algo íntimo, pero anhela que su última pelea sea con el cuerpo limpio y la conciencia en calma. La despedida de un boxeador. De 51 años, sí, pero un púgil que no es un drogadicto ni un pelele que se vende a televisiones sin escrúpulos.
Poli lo tiene claro. «Yo dejé de boxear por la gentuza. Yo no luchaba por dinero, luchaba por dinero pero por deportividad y por combatir», advierte. Y añade en otra entrevista para el documental: «Mucha gente cuando iba a boxear, alguno se cree que se va al cementerio, al entierro, ¿sabes? Yo no; yo iba a disfrutar». Eran los buenos tiempos. Luego vino la caída, cuando tuvo que sobrevivir alquilando dos tiendas de campaña a los yonquis. ¿Y ahora? Un nuevo asalto para Poli Díaz.
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