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Ofrecer una mirada lo más amplia posible sobre los conflictos sociales, internacionales y locales, que lleve al ciudadano a la reflexión es el objetivo del ... Festival de Cine y Derechos Humanos que comienza mañana con la proyección de 'Faisaien Irla', del donostiarra Asier Urbieta. Josemi Beltrán, director de la Unidad de Cine de Donostia Kultura y del certamen da unas pinceladas sobre esta edición.
– Comunicar, concienciar, transformar. ¿Son tres conceptos que pueden definir el propósito de un festival como este?
– La cultura tiene un amplio abanico de objetivos más allá del disfrute estético. También calar en el pensamiento, e incluso cambiarlo. Pensamos que no hay que rendirse, seguimos viendo que hay muchos cineastas que no lo hacen. Cada vez hay más cine combativo y social. Se hace muchísimo y de calidad interesante. Nuestra función como festival es abrir una ventana a todo eso. Y lo sigue siendo porque esa ventana se reduce en otros lugares, en otras ofertas televisivas, 'plataformísticas' o mediáticas, donde el pensamiento es más uniforme o frentista y bronco dentro de la política internacional diaria. Queremos todo lo contrario: la reflexión, el debate, escuchar a los demás, un pensamiento más reposado.
– ¿Temas tan actuales como Palestina o Ucrania quitan el foco sobre otras vulneraciones de los derechos humanos?
– No necesariamente. Este año no teníamos una película nueva sobre el tema de Palestina que nos encajara en la sección oficial. Hay algún cortometraje, al igual que hay alguno sobre Ucrania. No forzamos la máquina si la película no tiene calidad, que es lo que manda.
– ¿En este tipo de cine priman las buenas intenciones sobre la calidad?
– Todas tienen buenas intenciones, luego está cómo se plasmen. En nuestra selección evitamos el cine simplista, paternalista y mitinero. Queremos un cine con matices, con interés formal y una mirada de autor. Luego incluimos otros criterios como la cercanía, con temas vascos que al público le resultan interesantes, o el estreno inmediato. Hay películas sencillas que llegan de manera muy directa. Por ejemplo 'Empoderío', de Lara Izagirre, es muy sencilla si la comparamos con la recreación histórica de la primavera de Praga que se hace en 'Waves'. Dos conceptos muy distintos, uno documental y otro ficción, pero en ambas con un trasfondo impresionante. Lo importante es la honestidad y la ética de los cineastas.
– ¿Abundan los documentales?
– Muchos de los trabajos relacionados con la denuncia de la vulneración de los derechos humanos son documentales y casi todos los festivales se centran en ellos. Nosotros hacemos un trabajo de búsqueda de ficciones, aunque cada vez están más contaminadas por el estilo documental. En esta edición ese es el caso, por ejemplo, de 'La historia de Souleymane'. En el cine social cada vez se diluyen más las fronteras entre ficción y documental.
– 'Faisaien Irla' inaugura el festival, una historia que sucede aquí mismo.
– Más cerca imposible. El año pasado tuvimos 'El salto', que es la primera frontera a la que se enfrentan en el sur y ahora 'La isla de los faisanes', con una temática muy similar. Es una película de ficción, pero no falsea y se puede pensar que hay momentos que son documentales. Lo vemos tan a diario que nos resultaría ridículo que se intentara falsear esa realidad. La mirada de Asier Urbieta ha sido súper sensible, muy naturalista.
– Muchas de las películas que participan en festivales como el de Donostia no dan el salto a las salas comerciales.
– Hay algunas que lo logran. Los premios de los certámenes ayudan. Por ejemplo está el caso de '20.000 especies de abejas', que tuvo una buena acogida comercial y ha contribuido a cambiar la mirada de mucha gente sobre las infancias trans. Ha tenido su impacto en el pensamiento. No todas lo logran . No nos engañemos, hay una parte del público que huye de ese tipo de cine. Cuando la situación del mundo está más deprimente y conflictiva no queremos seguir viéndola en la pantalla. Sí lo puede hacer un público más activista que viene a festivales como el nuestro o lo busca en plataformas.
– ¿Y cómo responde el público donostiarra?
– Estamos muy contentos. La gente que viene de fuera se sorprende del público que acude y que sea tan proactivo, no suele ser lo habitual. El público de Donostia es muy activista y comprometido para ir al cine y para luego apuntarse a determinadas causas. Es un ejemplo de cinefilia, activismo y preocupación social.
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