

Secciones
Servicios
Destacamos
Quién no ha intentado en su infancia hacer alguna figurita con una cuartilla de papel? Miguel de Unamuno, 'arquitecto' de ideas contradictorias en una ... España enfrentada, moduló sus bandazos ideológicos a golpe de pajarita de papel. 'Mientras dure la guerra', la película de Alejandro Amenábar que recrea los últimos meses de la vida del intelectual bilbaíno en el alzamiento franquista de 1936, ha devuelto al primer plano la afición de un hombre tan trascendente por el arte de doblar cuartillas, algo que siempre se ha considerado propio de niños. Por la película desfilan las figuritas que el sabio rector de la Universidad de Salamanca dedicaba a un nieto. El cerdito, la paloma, un burrito...
La vinculación del filósofo con este divertimento le vino desde muy joven. En 1874, durante el cerco carlista sobre Bilbao, el niño Unamuno (9 años) mataba el miedo en el refugio junto a su primo Telesforo Aranzadi (otro futuro insigne intelectual) haciendo pajaritas de papel. Eran capaces de crear un ejército con 200 figuritas a las que hacían desfilar.
Una habilidad que completó en su visita a la Exposición Universal de París de 1889 junto a un tío suyo. «En París conoció a unos japoneses que enseñaban papiroflexia. No está documentado pero allí pudo aprender a hacer la pieza que mueve las alas que se ve en 'Mientras dure la guerra' y que también le entrega a su nieto». El historiador de arte Juan Jimeno Viguera asesoró al equipo de Amenábar para recuperar este perfil lúdico y juguetón del angustiado escritor y académico.
Jimeno es, probablemente, uno de los mayores expertos, además de fundador de la Asociación Española de Papiroflexia. Y España es un buen país para indagar en este arte no reconocido de origen oriental. En Zaragoza está la Escuela y Museo del Origami (EMOZ), únicos en el mundo, fuera de los existentes en Japón y Corea del Sur.
De hecho, en su gran colección con más de 5.000 figuritas, lo que les permiten renovar exposiciones cada tres meses, «hay piezas hechas por un nieto de Unamuno que fue alumno suyo», confirma su director, Jorge Pardo.El germen del museo es el Grupo Zaragozano, que también es el colectivo más veterano con 75 años de historia. Para completar esta trilogía aragonesa, el parque Miguel Servet de Huesca tiene la primera escultura dedicada a la papiroflexia. 'Las pajaritas' llevan 90 años recordando a Ramón Acín, el intelectual local que prefirió abrir su jaula y soltar al pájaro. Y sustituirlo por una figurita de papel. Lo hizo por coherencia con su pasión por la libertad. Acín, víctima también de la barbarie bélica de aquellos días, nació, vivió y murió casi en las mismas fechas que Unamuno.
La papiroflexia es algo tan español que somos el único país que ha creado una palabra propia para definir el doblado de pliegues de papel. El resto del mundo usa el nombre japonés: origami. Aunque en realidad no es un nombre sino dos. El propio Unamuno se inventó el término afrancesado 'cocotología' (hoy aceptado por el diccionario de la RAE).
Incluso publicó unos irónicos 'Apuntes para un tratado de cocotología' (1902) en los que afirmó que «la pajarita es, a no dudarlo, la forma arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige». Cuando Ignacio Zuloaga o Gutiérrez Solana pintaron retratos suyos, recrean sobre su mesa sus inevitables obras manuales. Como se ve en la película de Amenábar, Don Miguel solía hacerlas mientras debatía acaloradamente en los cafés de Salamanca. Juan Jimeno conserva alguna pieza autografiada por el pensador vasco.
Afición inútil o no, el doblado se coló en muchos frentes de la vida española. Hasta en los cómic de 'Superlópez'. Su dibujante, Jan, ideó a un aburrido contable con ínfulas de héroe en los ratos que le deja libre su jefe y su vocación vital: hacer pajaritas de papel. Como recuerda no sin humor su historiador, Juan Jimeno, «hacer pajaritas ha sido siempre sinónimo de perder el tiempo». Y tal vez por eso, esta habilidad artística milenaria no ha logrado entrar en la categoría de arte. Jimeno Viguera montó la primera exposición en una sala de arte en 1975. «No vendimos nada. Esto es solo papel, nos decían».
Pero hay que volver a Miguel de Unamuno para desmentirlo. Su famosa obra del cerdito responde al desafío al que se enfrentó: crear una figura (cabeza, rabo y cuatro patas) con una sola cuartilla de cuatro esquinas. «Dicen que fue un reto que le lanzó Ramón Gómez de la Serna. Y que se pasó una noche entera dándole vueltas hasta que encontró la solución», recrea Jimeno Viguera. Hacia 1920, el intelectual vasco escribe en una de sus miles de cartas: «El cerdito que va aquí no lo he inventado yo (...) Supone mucha más imaginación y agudeza que escribir un poema y, sobre todo, mucho más que preparar un discurso parlamentario para provocar una crisis ministerial».
La historia de esta actividad va pareja a la fabricación de papel, que arranca en la China a principios del siglo II de nuestra era. A finales del siglo VIII cruza, vía Samarkanda (Ruta de la Seda), hacia el oeste. Entre los siglos IX y XV se difunde por Occidente. La imprenta (mediados del siglo XV) marca el antes y el después de una práctica que desarrolló dos escuelas (oriental y occidental), aunque ambas crecieron en paralelo.
Establecer un punto de origen es complicado. En China se conocen los Folletos Dunhauang (siglo X), primeros plegados para lograr cuadernillos y hojas. Pero hay que mirar a Japón para encontrar las grandes escuelas y maestros seminales y más influyentes. Y sus primeros modelos documentados son de principios del siglo XVIII: la emblemática grulla.
Para los japoneses, que entroncan su afición a la trascendencia zen, esa grulla es símbolo de algo noble. Como la historia de Sadako Sasaki, diagnosticada de cáncer a los 11 años tras sufrir el bombardeo nuclear de Hiroshima. Una leyenda nipona dice que se concederá un deseo al que logre crear mil grullas de papel. No está claro hasta dónde llegó Sadako. Pero cada día, cientos de grullas plegadas siguen llegando al Parque Memorial de la Paz de Hiroshima, donde hay una escultura de la niña.
En España cuesta más defender este legado. No acaban de consolidarlo los homenajes de la propia embajada nipona o las 25.000 visitas anuales. Jorge Pardo lucha de forma denodada por mantener abierto su museo, que ha cumplido seis años de vida. Y eso que pasaría por ser el Prado o el Louvre del origami con colecciones muy completas, entre otros, de Akira Yoshizama, el último gran maestro que ha dado Japón; o el francés Eric Joisel, fallecido hace 9 años y el autor que apostó por la tridimensionalidad. Es como tener lo mejor de Picasso y Van Gogh en el mismo sitio.
La pregunta de para qué sirve la papiroflexia la podrían responder los cientos de niños que participan en los talleres que organizan los grupos españoles. «Fomenta la habilidad, el compañerismo, la memoria y el desarrollo de la geometría espacial», resume Jorge Pardo, que detecta a los especialmente dotados «al primer o segundo pliegue».
Pero el valor de este arte va más allá del pasatiempo. Cuando plegamos un mapa de carreteras o un folleto (o, al menos, lo intentamos), eso también es papiroflexia. «La NASA pide consejo a los grandes maestros para acoplar las antenas de sus ingenios en el menor espacio posible», asegura el director del museo maño. Hace cuatro años y por estas fechas, Salamanca acogió una gran exposición. El lugar donde Unamuno mostró su magisterio en el plegado de papeles sin que eso afectara a sus ideales.
La afición del sabio vasco por las figuritas de papel le acompañó toda su vida: en los momentos más duros de su infancia en Bilbao o en en sus últimos meses de 1936. Pintores como Zuloaga o Gutiérrez Solana (imagen) la incluyeron en sus retratos.
Origen: El origami (solo los españoles usan el término papiroflexia) nace en Oriente, entre la China que inventó el papel y sus vecinos japoneses. Da el salto a Europa y, a partir del siglo XV, se desarrolla de forma paralela. Hoy se habla de dos escuelas: oriental y occidental.
5.000 piezas reúne en su colección el Museo del Origami de Zaragoza (EMOZ), el único que existe en el planeta más allá de los que abren sus puertas en Tokio y Corea del Sur. En la capital maña se exponen obras de los mejores creadores mundiales de los dos estilos principales.
Respeto en Japón: Además de las visitas del gran maestro (ya fallecido) Akira Yoshizama, el EMOZ de Zaragoza recibió este año un premio del embajador de Japón en España, Mizukami Masashi, por su contribución al conocimiento de la cultura de su país en España.
5 estilos de origami claramente diferenciados: Acción (con movimiento parcial, como la paloma con alas de Unamuno); modular (unión de muchas piezas); plegado en húmedo (para lograr curvaturas en lugar de pliegues); pureland (limita las dobleces que se pueden hacer) y teselado (trenzado de papel).
Cumbre mundial: En febrero de 2020, Zaragoza será sede de la segunda Convención Mundial de Creadores de Origami. Tras la primera cita (Lyon, 2017), hasta la capital aragonesa se desplazarán los maestros y diseñadores más destacados de la actualidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.