

Secciones
Servicios
Destacamos
Gerardo Elorriaga
Viernes, 20 de octubre 2023, 07:42
Lucía Lacarra subirá hoy al escenario del Arriaga para estrenar 'Lost Letters', la obra que ha concebido en colaboración con el coreógrafo canadiense Matthew Golding ... y que estará en escena en el teatro bilbaíno hasta el domingo. No es la única novedad; el estreno también supone la inauguración de su propia compañía de danza, radicada en su Zumaia natal. La bailarina vasca es una de las figuras más relevantes de esta disciplina en nuestro país y el año pasado obtuvo el Premio Max como mejor intérprete femenina por 'In the Still Of The Night', espectáculo facturado también por el mismo dúo. Tras conseguir galardones tan reputados como el Nijinski o el Benois de la Danse, la artista toma la iniciativa para crear piezas e impulsar la danza en el País Vasco.
- ¿Qué nos puede aportar la danza en estos tiempos convulsos?
- La danza, como parte de la cultura, es nutrición para el alma. Nunca he tenido el ego grande porque no salvamos vidas. Pero en momentos como este, tras una pandemia mundial, una guerra y ahora otra, la gente necesita oportunidades para evadirse.
- Se trata de un género que fascina al público, que parece seducir como no puede hacerlo otro espectáculo.
- La danza tiene una visión surrealista. En una pieza de teatro vemos personas normales que suelen hablar de situaciones reales, mientras que la danza no parece de este mundo y eso te transporta a un escenario mágico, a un estado anímico especial.
- En Euskadi nos vanagloriamos de la inversión cultural. A ese respecto, ¿la danza no se ha quedado como el patito feo?
- Sí, la danza ha sido siempre la hermana pobre del arte y ahora es la indigente, sobre todo tras la pandemia. Me da mucha pena decir que las cosas no han cambiado desde que me fui. Hay mucha ayuda para hacer salir al talento, pero no existe una plataforma que pueda atraerlo posteriormente.
- ¿Esta política institucional no resulta absurda?
- Es un efecto colateral. Quienes quedan son los que quieren hacer algo más local y que crean también un monopolio dentro de la cultura. Hace falta gente con experiencia, conocimiento y ganas de trabajar, hay que aportar a tus raíces y practicar la solidaridad. Nos quejamos muchísimo, lamentamos que no haya ayuda institucional, pero no hay autocritica y sí mucho individualismo. Mientras el mundo de la danza no se una no tendremos fuerza, una voz potente y no se nos escuchará. Nos catalogamos y nos segregamos. Sólo a partir de la unión conseguiremos que se nos dé importancia.
- ¿Cómo tomó la decisión de crear su propia compañía?
- Para mí no ha sido un sacrificio, sino evolución. Me fui de casa con 13 años y a los 14 estaba en Madrid, luego en Marsella, San Francisco y Munich. Nunca he planificado mucho a largo plazo y siempre he estado preparada para trabajar duro y aprovechar las oportunidades. Dejé Alemania cuando hubo cambio de director en la compañía y, después, llegó Matthew Golding. También tenía que pensar en mi hija y no creo que pudiese encontrar un lugar con la calidad de vida de Zumaia para que crezca. No necesito un lugar preciso para trabajar. En mi casa hago las clases y viajo. Empezamos a crear espectáculo y, luego, compañía de producción. Cuando todo funciona, te animas a seguir con el reto.
- ¿Hace falta un tejido a nivel nacional?
- Haría falta un tejido de araña grande. Llevamos mucho tiempo de retraso. Contamos con una compañía nacional, un ballet nacional y pequeños grupos que intentan sobrevivir. Hay una escapada de talentos por obligación.
Lucía Lacarra Ballet
- ¿Las autonomías deberían instituir sus propias compañías?
- Sería una maravilla. La comunidad de Madrid va a poner en marcha la suya que será de español. Espero que lo hagan bien y que siente un precedente.
- ¿La iniciativa privada es compleja? El proyecto de Víctor Ullate se truncó por inviabilidad económica.
- El miedo no te lleva a ningún sitio. Yo quería hacerlo incluso sin ayuda. La subvención del Gobierno vasco ha supuesto un respiro enorme y seguiremos luchando por la continuidad de un ballet basado aquí y con audiciones a bailarines locales.
- Resulta sorprendente el gran volumen que hay de profesionales vascos.
- La cantidad es enorme y lo achaco a nuestras raíces. Somos muy diferentes al resto. Tenemos otro fuego dentro por las dificultades que debemos afrontar y un talento relacionado con nuestras tradiciones porque la danza es algo normal, celebramos y vivimos con danza.
- ¿Cuál es la seña de identidad de Lucía Lacarra Ballet?
- Es una compañía de estilo neoclásico cuyo propósito principal es mostrar que se puede trabajar de forma positiva, sin que los bailarines sufran y sin torturarse a sí mismos. Queremos fomentar el buen ambiente y un método productivo en el que prime la idea de que se puede mejorar sin criticarse. Me gustaría que la compañía sirviera a los bailarines de plataforma para que consigan volar. El objetivo es inculcar una base mental positiva porque bailamos antes con la mente que con el cuerpo y la manera en la que utilicemos esa mente marcará el futuro. Bailar no consiste en agarrarte a una barra y hacer ejercicios, sino en sentir la música y vivir el momento.
¿Que hubiese pasado si la carta que escribió el artillero Frank Bracey a su esposa Win durante la Primera Guerra Mundial no hubiese llegado a su destino? De esta premisa parte el argumento de 'Lost Letters', la coreografía que inicia la aventura de Lucía Lacarra Ballet y que cuenta con partituras de Serguéi Rachmaninov y Max Richter. Mientras los bailarines expresan ese vínculo entre los amantes, los espectadores también podrán contemplar la película rodada en Zumaia por Matthew Golding y Ekain Albite en torno al mismo drama
- ¿Cómo surgió 'Lost Letters'?
- Nos gusta crear y contar nuestras propias historias. Es raro hoy en día porque en el mundo de la danza se suele optar por algo abstracto o la interpretación de algo ya conocido por la gente. A mí, en cambio, me atrae meterme en la piel de un personaje. Matthew tenía la música de Rachmaninof y yo descubrí en el Smithsonian de Washington una exposición sobre cartas de guerra que nunca llegaron a su destino, una cuestión de que me hizo pensar mucho.
- ¿Qué le sugirió?
- Ahora gozamos de un acceso fácil a la comunicación, pero entonces la correspondencia era el único medio y ponían el alma en cada palabra. Lo que encontramos son joyas emocionales. Nos interesa el lado humano en las historias, no queríamos hablar de guerras, no hacer nada literal. Eran cartas de amor en tiempos bélicos y una me emocionó. Era la historia de un artillero que le pedía a su mujer, que amenazaba con hacer algo drástico si no volvía, que fuera feliz y rehiciera su vida si él no sobrevivía A partir de ese relato, la idea nació instantáneamente.
- ¿De qué manera se conjugan el aspecto dramático y el técnico?
- Es complicado e interesante. Primero nace la historia y en noviembre de 2022 rodamos la película. La narración es la misma, varía tan sólo en la forma de contar. Necesitábamos que estuviera perfecta en nuestras mentes, con su intensidad, símbolos y momentos. Debemos sentir que son especiales porque algo tiene verdad si es verdad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.