El año que el museo marítimo Albaola de Pasaia se había marcado como objetivo para batir sus récords de afluencia de público y de ... ingresos se ha tornado en la tormenta perfecta: al corte del camino que lleva a sus instalaciones precedió el mismo mes de marzo al estallido de la pandemia de coronavirus. El resultado es una caída del 75% en el número de visitantes durante este primer semestre de 2020, lo cual supone un duro revés para un centro que había conseguido autofinanciarse hasta en un 70% por vía de la venta de entradas.
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En el primer semestre, 9.200 personas pasaron por la taquilla de Albaola, mientras que el año pasado fueron 35.000 y en 2018, alrededor de 45.000. Ahora, la situación es inestable, pero las previsiones no permiten realizar proyecciones excesivamente optimistas. Y eso que 2020 no había comenzado mal: tras sumar en enero y febrero 6.000 visitas –una cifra ligeramente superior a la de 5.500 del pasado año y que permitía soñar con cerrar el ejercicio por encima de las 63.000 personas que en 2018 pasaron por el astillero pasaitarra–, ya en marzo se quedó en un 25% de las registradas en 2019. A mediados de ese mes, la crisis del coronavirus obligó a cerrar sus puertas al público en una situación que se prolongó hasta mediados de junio, con una reapertura reducida: primero, sólo viernes, sábado y domingo. Ese mes, las visitas se quedaron en el 10% de las del año anterior. Ahora, Albaola abre también los jueves, pero las cifras de julio se quedan por debajo de las 1.500 entradas vendidas frente a las 5.000 despachadas en el mismo mes del pasado año.
500.000 euros es el presupuesto estimado para este año con el que trabaja Albaola, frente a los 900.000 previstos desde un inicio.
Así, los avatares provocados por la pandemia, más el cierre del camino del paseo que conduce hasta sus instalaciones, sumado a la suspensión del Festival Marítimo, han desembocado en una situación que la gerente de Albaola, Erme Pedroso, califica de «desastre», aunque matiza: «Visto cómo está todo, me doy con un canto en los dientes». Por de pronto, el presupuesto anual que inicialmente estaba previsto en 900.000 euros se ha quedado en cerca de 500.000 tras el reajuste contable y a expensas de cómo evoluciona la situación.
Pedroso considera que con el nuevo presupuesto en la mano, 2020 está salvado gracias a la subvención nominal de la Diputación –200.000 euros–, las aportaciones de la veintena de patrocinadores privados del proyecto –que suman unos 160.000 euros–, las ayudas del Gobierno Vasco a los museos –en el caso de Albaola, unos 100.000 euros– y los ingresos procedentes de la venta de entradas. «A mí lo que me preocupa no es este año, sino el que viene», confiesa.
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La gerente de Albaola explica que «los dos primeros meses estábamos más de un 20% por encima de las cifras de 2019», con el reto de «superar nuestro record de 63.000 visitantes que tuvimos en 2018, gracias en buena parte a la celebración del primer Festival Marítimo de Pasaia». Sin embargo, el primer revés fueron los dos cierres consecutivos del camino del litoral de la bahía pasaitarra tras los desprendimientos registrados en la ladera del monte. Y a continuación, el cierre decretado por el estado de alarma del Covid-19. «Cerramos el 14 de marzo, pero para esas fechas se nos habían caído todas las reservas. Marzo, abril y mayo son meses en los que los colegios, incluidos los de Iparralde, se mueven mucho, pero antes del confinamiento comenzaron a cancelar reservas».
La reapertura se ha llevado a cabo en condiciones 'peculiares': con el camino cerrado al tránsito peatonal, la única forma de acceso a Albaola es la motora que, con un aforo máximo de treinta personas, parte desde Trintxerpe hasta las instalaciones del museo, que en condiciones normales admite hasta 240 visitantes, una cifra que se queda en el 60% –144 personas– en las actuales circunstancias. Lo cual, según apunta Erme Pedroso, «no es un problema porque lo que no puedes es amontonar a la gente, sino que el público tiene que fluir a través de un recorrido que hemos adecuado para evitar aglomeraciones».
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Las ayudas recibidas del Ayuntamiento de Pasaia y de la Diputación han permitido no cargar en el visitante los gastos del desplazamiento de la motora y mantener el precio de la entrada al museo en los siete euros. Aunque el equipo municipal ya ha recibido el informe de los geólogos de cara a la reparación de la ladera, los responsables de Albaola calculan que el camino no se reabrirá antes de finales de año, en el mejor de los casos.
En cuanto al presupuesto, Pedroso admite que «lo recalculo continuamente porque esta situación es compleja. Al principio pensé que ni siquiera tendríamos verano, al final se abre, pero con la plantilla al 50%. En agosto han comenzado los carpinteros, también al 50%.
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«Salvamos el año porque también es verdad que durante los dos meses que hemos estado cerrados no ingresamos, pero tampoco gastamos», explica la gerente de Albaola, a 21 de cuyos 23 trabajadores en nómina se les aplicó un ERTE. Las previsiones del segundo semestre también se basan en elucubraciones en torno a cómo evolucione la situación de la pandemia. «Depende muchísimo. Si en septiembre empieza el curso escolar de forma normal, trabajaremos con las ikastolas que, junto con los grupos de jubilados, son parte importante de nuestro público en otoño e invierno. Pero claro, estamos absolutamente pendientes de lo que suceda. Si vuelve a haber restricciones, lo primero en cerrar son los museos». Sin embargo, los principales desvelos contables se centran ahora en las perspectivas del año que viene, en el que «no tengo ni idea de lo que va a pasar –señala–, pero como todo el mundo está con unos mensajes tan catastróficos me preocupa más».
Lamenta Pedroso que así como «otros museos más institucionales tienen garantizada la cobertura de sus gastos estructurales y, por lo tanto, les resulta más fácil resistir», en el caso de Albaola, con un grado de autofinanciación del 70% vía venta de entradas, la situación actual «ha convertido nuestra fortaleza en nuestra debilidad». Y añade que «nuestra consigna para el año que viene es resistir. Lo peor que puede pasar es que tengamos que adaptar el proyecto a escala, lo cual supondría reducir plantilla y abrir menos días, aunque manteniendo la escuela en funcionamiento. Se trataría de seguir trabajando internamente más que hacia el exterior, lo cual supone un problema dado que las visitas son la principal fuente de ingresos». Y concluye: «Hemos nacido y crecido en crisis, y las manejamos, pero todo esto es una desgracia».
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