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El Peine del Viento

«El lugar es el autor. Yo solo lo descubrí»

Son solo tres piezas de acero, de 10 toneladas cada una, pero el Peine del Viento es probablemente la obra más popular de Chillida y un símbolo de Donostia. En 1977 el sueño se convirtió en icono. Así se hizo, según el testimonio de sus autores.

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Domingo, 7 de enero 2024, 07:00

Lee este reportaje como si estuvieses en el Peine del Viento


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esulta que el Peine del Viento, su escultura más popular, no es solo de Eduardo Chillida, según el propio testimonio del artista. «Este lugar es el origen de todo. Él es el verdadero autor de la obra. Lo único que hice yo fue descubrirlo. El viento, el mar, la roca, todos ellos intervienen de manera determinante. Es imposible hacer una obra como esta sin tener en cuenta el entorno. Es una obra que he hecho yo, pero que no he hecho yo». La reflexión humilde del escultor resume mejor que muchos estudios qué es el Peine. Puro Chillida, pero a la vez un trabajo colectivo.

Porque además del lugar y del escultor el mérito es también del arquitecto Luis Peña Ganchegui, colaborador de Chillida en tantos proyectos, que supo rematar la bahía de La Concha por ese extremo y contextualizar la escultura en su conexión con la naturaleza. Y del ingeniero José María Elósegui, que ideó el sistema de raíles que permitió llevar las piezas hasta las rocas. Se había barajado incluso transportarlas en helicóptero. Chillida falleció en 2002, Peña en 2009 y Elósegui ha muerto hace solo unas semanas, pero nos quedan sus testimonios para contar la génesis del Peine.

El escultor donostiarra en el Peine del Viento en una imagen de 1977. CATALÁ ROCA

El origen, en realidad, es aún más participativo. En 1967 un grupo de donostiarras implicados en la vida cultural de la ciudad propone homenajear al «insigne hijo de la villa y laureado artista de proyección internacional» con una gran exposición. Pero Chillida responde: quiere donar a la ciudad una obra que bien podría instalarse en esas rocas finales donde moría la vieja 'alcantarilla' de Ondarreta al final del paseo del Tenis (los vecinos veteranos del barrio del Antiguo siguen llamando 'alcantarilla' a esa zona a la que el joven Eduardo se escapaba a ver las olas).

Chillida supervisa la instalación de la

obra en 1977. JESÚS URIARTE

Chillida supervisa

la instalación de la obra

en 1977. JESÚS URIARTE

Chillida supervisa la instalación de la

obra en 1977. JESÚS URIARTE

Chillida supervisa la instalación de la

obra en 1977. JESÚS URIARTE

Las dificultades técnicas y burocráticas desaniman entonces al escultor respecto a la idea de la roca, y se plantea colocar la escultura en el propio paseo. Por fortuna tampoco prosperó la idea, que habría 'domesticado' la escultura, y es en 1973 cuando se retoma un sueño que en realidad Chillida tenía en su cabeza desde muchos años atrás. Ya en el catálogo de su primera exposición en la Galería Maeght, en 1952, el filósofo Gaston Bachelard escribe: «En el pueblo de la costa vasca donde vive (Chillida) va a edificar sobre un peñasco frente al mar una antena de hierro que debe vibrar a todos los movimientos del viento. A ese árbol de hierro que hará crecer del peñasco lo llama 'El peine del viento'».

Porque 'peine del viento' es el nombre de una larga serie de esculturas creadas por Chillida a lo largo de su vida desde 1952, una serie de 23 obras cuya pieza central es este conjunto monumental, 'Peine del viento XV', levantado finalmente en la bahía. Desde la primera obra de la serie, el autor reflexiona ya sobre uno de sus conceptos esenciales: el límite. «El límite es el verdadero protagonista del espacio, del mismo modo que el presente, otro límite, es el verdadero protagonista del tiempo. Los espacios con los que trabajo son virtuales o inaccesibles. El viento y el mar forman parte de la escultura: el mar debe entrar en la ciudad ya 'peinado'».

Volvamos al momento en que el icono urbano empieza a ser realidad. En 1973 el Ayuntamiento encarga a Luis Peña Ganchegui el acondicionamiento del espacio previo a la escultura. Es Chillida quien lo propone, impresionado por el trabajo del arquitecto en la reforma de la Plaza de la Trinidad. Y Peña tiene las ideas claras: «El elemento clave era para mí construir un preámbulo a las esculturas en un lugar que es principio y fin de la ciudad, como un símbolo de la unión de la ciudad con la naturaleza, de una ciudad que termina en un absoluto que es el mar».

¿Un secreto revelado mucho después por Mario Sangalli, discípulo y familiar del arquitecto? «Cuando Peña entregó su propuesta, en enero de 1975, las esculturas no estaban todavía definidas: Chillida seguía pensando aún en la instalación de una única escultura».

La obra de Chillida, de la mano de Peña Ganchegui, remata el paseo hasta el mar.

El ingeniero José María

Elósegui ideó el sistema de

raíles para transportar las

pesadas piezas hasta las rocas.

La obra de Chillida, de la mano de Peña Ganchegui, remata el paseo hasta el mar.

El ingeniero José María

Elósegui ideó el sistema de

raíles para transportar las

pesadas piezas hasta las rocas.

La obra de Chillida, de la mano de Peña Ganchegui, remata el paseo hasta el mar, un lugar de peregrinación turística e icono de Donostia.

El ingeniero José María

Elósegui ideó el sistema de

raíles para transportar las

pesadas piezas hasta las rocas.

La obra de Chillida, de la mano de Peña Ganchegui, remata el paseo hasta el mar, un lugar de peregrinación turística e icono de Donostia.

El ingeniero José María

Elósegui ideó el sistema de

raíles para transportar las

pesadas piezas hasta las rocas.

Sangalli revela más detalles de las ideas de Peña. «Para garantizar la adecuada contemplación de la obra de Chillida, tan importante como reducir la escala del ámbito era hacer desaparecer la propia intervención: evitar que su presencia interfiriera en la lectura de la escultura. Es una feliz relación entre arquitectura y escultura, una mirada propia del espíritu romántico, cuya percepción del paisaje permite ver la naturaleza en toda su grandeza y misterio. Es un lugar que era concebido por Peña como una extensión de la sociedad y de sí mismo; como un puente que conectaba al individuo con el universo y, en su caso concreto con la tierra de sus ancestros».

Ya solo quedaba colocar las piezas, tres obras de diez toneladas cada una realizadas en la fundición Patricio Echeverría. «Eduardo Chillida, fiel a su espíritu libre de artista, ideaba las piezas y planteaba colocarlas en el lugar más lejano y difícil posible», recuerda María Elósegui, hija del ingeniero José María Elósegui. «Luego decía: 'José Mari ya sabrá cómo llevarlas hasta ahí'». Y ella lo contó en un libro que relata el 'making of' del Peine.

EFE y archivo DV
Imagen principal - «El lugar es el autor. Yo solo lo descubrí»
Imagen secundaria 1 - «El lugar es el autor. Yo solo lo descubrí»
Imagen secundaria 2 - «El lugar es el autor. Yo solo lo descubrí»

Elósegui tuvo además que estrujar las ideas «con mucha matemática pero también intuición», según reveló después. Se barajó la posibilidad de llevar las piezas hasta las rocas en helicópteros, pero era demasiado arriesgado. También se planteó transportarlas en unas grandes barcazas, aunque tampoco era viable por el enorme peso de las esculturas. Así que se instalaron unas vías de tren desde el paseo hasta las rocas, y un carretón 'prestado' por Renfe transportó las tres piezas del Peine hasta su ubicación. «Primero se construyó la plaza. Después se reforzaron y anclaron las rocas donde iban a ir las esculturas, realizando agujeros para introducirlas».

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El Peine se instaló entre el 17 de agosto y el 3 de septiembre de 1977, en un trabajo relativamente breve tras tantos preparativos, pero nunca se inauguró oficialmente. En 2007, treinta años después, el entonces alcalde Odón Elorza sí organizó una inauguración precisamente para conmemorar las tres décadas de la obra. Al margen de actos oficiales el conjunto es un disfrute para el visitante: la escultura se completa con los agujeros en forma de 'géiser' por los que surge el mar los días de temporal, el momento en que el sueño de acero se convierte en materia de 'selfie'.

Ahora las instituciones vascas quieren que el Peine sea declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Será una larga carrera en la que el Gobierno Vasco dio el primer paso en 2019 con la calificación de Conjunto Monumental. Para la gente lo era ya desde mucho antes.

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Créditos

  • Texto Mitxel Ezquiaga

  • Narrativa visual y diseño Izania Ollo, Beatriz Campuzano y Maider Calvo

  • Edición de vídeo Ainhoa Múgica y Dani Soriazu

  • Desarrollo Gorka Sánchez

  • Edición Jesús Falcón

  • Material audiovisual Chillida Leku, archivo Eduardo Chillida, Fundación Maeght y Susana Chillida

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