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Todo empezó con un viejo vídeo del niño Egoitz Sánchez. «Era la fiesta de cumpleaños de mi amiga Lide, cuando su madre sacaba todos sus vestidos y zapatos antiguos y yo y mis amigos nos disfrazábamos de mujer». Y ahí estaba aquel crío «imitando a ... Lola Flores y haciendo una serie de muecas sexuales a la cámara, completamente desvergonzado». En un momento el padre de su amiga lo llama, ¡Egoitz! «Y yo le digo que no soy Egoitz, soy Errekamari».
El encuentro con aquellas imágenes fue lo que llevó a Egoitz y a Javier Lara a escribir esta obra que ahora se representa en euskera. «Es onírica y coplera. Es onírica porque utiliza el lenguaje de los sueños para viajar a diferentes momentos de mi vida y porque el espacio en que sucede no es realista sino poético».
Autores: Javier Lara, Egoitz Sánchez.
Intérprete: Egoitz Sánchez.
Fecha: Mañana y el domingo.
Lugar y horarios: Teatro Principal. Sábado, a las 19:30 horas. Domingo, a las 19:00 horas.
Precios: 16 y 22 euros.
Errekamari es una 'lamia', la bruja «que fue asesinada por las mujeres del pueblo por ser diferente». Y la obra reivindica «el derecho a ser y pone en cuestión todo el sistema imperativo de las etiquetas del patriarcado», explica Egoitz. En el montaje mezcla el folclore vasco y el andaluz «porque yo era en un niño que imitaba a Lola Flores en el patio de la ikastola Jakintza de Donostia».
Era la Euskadi de los años 90, «con una situación política convulsa porque en la ikastola y después en el instituto había mucha violencia y un ambiente muy beligerante. Recuerdo crear espacios de fantasía en los que representaba todo lo que veía por la tele, a la que estaba completamente enganchado. Veía 'Miss España', 'Noche de fiesta', las 'Mamachicho', muchos desfiles de modelos. Todos eran contenidos en los que la mujer aparecía cosificada e hipersexualizada».
La televisión era una forma de huir de una realidad en la que fue objeto de 'bullying'. «Lo fui durante muchísimos años, pero no me paraba mucho a ahondar en todo aquel dolor. Entraba rápido en una fase de supervivencia y tiraba para adelante. Y si me insultaban no miraba ni reaccionaba. Pero uno se da cuenta de todas esas fracturas cuando es mayor, cuando empieza a tener más conciencia de su pasado y de su biografía».
'Erreka Mari' parte de las angustias de un joven al que tampoco le ayudaron sus profesores. «Muchos en la ikastola fueron testigos y nadie hizo nada. De hecho en la función hay un personaje que es una 'andereño' que no soporta al niño. Que no lo soporta porque dice que se llama Errekamari y le gusta hacer desfiles de modelo con sus amigas».
Un punto de partida amargo que llega al teatro con mucho humor. «Aunque estamos tratando temas muy densos hay lugar para el humor. Es una obra muy luminosa. Proponemos un juego de reparación». Y posee un punto utópico porque «creo que las etiquetas se pueden diluir. Tenemos que intentarlo, hacer un esfuerzo para acabar con esas etiquetas porque al final la norma siempre va a dejar fuera a la mayoría. Si nos juntáramos todos los disidentes seríamos muchos más que los que se adscriben a la norma».
La obra asegura que está escrita «sin rencor, eso lo tuve claro desde el principio. No tengo ganas de venganza. Hago esto porque al ver aquellos vídeos sentí que extrañaba algo profundamente y no sabía qué era. Ha sido importante crear una pieza que pudiera viajar a lugares oscuros para arrojar luz y entender algunas cosas que me pasaron. Pero nunca para vengarme ni para agredir a nadie».
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