Miguel Delibes, de cuyo nacimiento se cumplieron el año pasado cien años, era un gran aficionado al deporte. Al escritor vallisoletano le gustaba practicar cualquiera actividad al aire libre, desde nadar en los ríos a caminar por el monte, pero sentía auténtica pasión por ... la caza y el ciclismo, aficiones a las que dedicó algunas de sus páginas más luminosas. El Museo de la Industria Armera de Eibar ha aprovechado esa circunstancia para rendirle un homenaje con una exposición en la que se mostrarán algunas de las bicicletas y escopetas de fabricación eibarresa utilizadas por el autor.
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Un Delibes sonriente sujeta por el manillar una bici Orbea de rueda fina. La foto en blanco y negro que ilustra el cartel de la exposición 'Miguel Delibes y Eibar' captura uno de los muchos buenos momentos que las bicicletas proporcionaron al escritor castellano. Aunque viste ropa de calle, la pinza que sujeta el bajo de su pantalón para evitar que se manche con la grasa de la cadena indica que el autor hacía algo más que posar con la Orbea. «Delibes fue un practicante asiduo del ciclismo y a lo largo de su carrera casi siempre utilizó bicis fabricadas en Eibar como la Orbea, BH o GAC«, apunta un portavoz del Museo de la Industria Armera.
Título. 'Miguel Delibes y Eibar'. La exposición 'Cazando Imágenes con Miguel Delibes', compuesta por una selección de fotos de Francisco Ontañón, forma parte de la muestra.
Lugar. Museo de la Industria Armera de Eibar.
Fechas. Del 6 de mayo al 16 de julio. Entrada gratuita.
La idea de organizar la exposición surgió a partir de uno de los documentales sobre el centenario del nacimiento del escritor que se emitieron el año pasado por televisión, señala el mismo portavoz. «En uno de ellos se veían unas imágenes del propio Delibes comentando con alguien que su escopeta de caza estaba hecha en Eibar mientras la sacaba del maletero de un coche. A partir de ahí, contactamos con la Fundación Delibes y fuimos madurando la idea. Ellos nos ofrecieron la exposición 'Cazando Imágenes con Miguel Delibes', que se basa sobre todo en una selección de fotografías que Francisco Ontañón hizo para ilustrar la publicación 'El libro de la caza menor' que el propio escritor publicó en 1964. De común acuerdo con la Fundación decidimos sumar a lo que tiene que ver con la caza la vertiente de la bicicleta hasta alumbrar la muestra que se abre mañana jueves«.
El escritor, puntualiza la misma fuente del Museo de la Industria Armera, también recurría a productos 'made in Eibar' cuando salía al monte a cazar. «Sabemos que tenía un par de escopetas comercializadas por la Sociedad Española de Armas y Municiones que estaban hechas en Eibar y también una Sarasqueta que le había regalado Juan Antonio Sarasketa, nieto del fabricante«.
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Las escopetas Sarasqueta son piezas únicas que con el paso del tiempo se han revalorizado hasta convertirse en objeto de deseo de coleccionistas de armas de todo el planeta. Fabricadas de forma artesanal hace un siglo en el taller eibarrés de Víctor Sarasqueta, combinan un ajuste mecánico impecable con unas filigranas decorativas hoy imposibles de encontrar que llaman la atención por su perfecto acabado.
Delibes reflejó en muchas de sus obras su afición cinegética. Al mencionado 'El libro de la caza menor' ilustrado con las fotos de Francisco Ontañón se unen 'La caza de la perdiz roja', 'Con la escopeta al hombro', 'Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo', además de su novela 'Diario de un cazador'. En alguna ocasión llegó a definirse como «un cazador que escribe» en vez de como «un escritor que caza». Su apego a los paisajes y la naturaleza impregna toda su obra literaria y le convierte en uno de los precursores de la defensa del medio ambiente. Conoció al mismo tiempo los últimos coletazos de la vida en el mundo rural tal y como había sido durante siglos y las primeras embestidas de una industrialización montaraz que pisoteaba sin miramiento alguno la naturaleza.
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Al ciclismo le dedicó menos páginas que a la caza, aunque 'Mi querida bicicleta', tercero de los relatos que conforman 'Mi vida al aire libre' (1989), resulta una lectura tan deliciosa como entretenida. En ella reivindica la libertad que la bicicleta le proporcionó desde niño y recuerda los viajes que hacía en verano para encontrarse con la que entonces era su novia y luego sería su esposa.
Era un recorrido de montaña entre las localidades de Molledo (Cantabria) y Sedano (Burgos) de un centenar de kilómetros que el escritor, entonces veinteañero, cubría pleno de felicidad. «Recuerdo aquel primer viaje de los que hice a Sedano como un día feliz«, escribe. «Sol amable, brisa tibia, la bicicleta rodando sola, sin manos, varga abajo, un grato aroma a prado y boñiga seca, creando una atmósfera doméstica. Me parece recordar que cantaba a voz en cuello, con mi mal oído proverbial, fragmentos amorosos de zarzuela sin temor de ser escuchado por nadie, sintiéndome dueño del mundo«.
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Precisamente la «pesada» pero muy sólida bicicleta azul que Delibes utilizaba en aquellos viajes juveniles es una BH de paseo que la familia del escritor ha cedido al Museo de la Industria Armera para la exposición. De ella escribiría Delibes: «La bicicleta se me reveló como un vehículo eficaz, de amplias posibilidades y cuya autonomía dependía de la energía de mis piernas». La bici azul, que ha sido restaurada, será una de las piezas estrella de la exposición que se abrirá mañana.
Miguel Delibes no solo practicó el ciclismo, sino que era un auténtico apasionado de la competición. Sus hijos aún recuerdan las hazañas de ciclistas como Mariano Cañardo, Vicente Trueba o Francisco Cepeda que solía contarles. Seguía las principales carreras y disfrutaba como cualquier otro aficionado de los triunfos de sus compatriotas. El escritor profesaba una gran admiración por Miguel Indurain, a quien terminó conociendo por mediación de Juan Antonio Sarasketa, el nieto del fabricante de las escopetas eibarresas Sarasqueta. «Delibes –contó hace unos años Juan Antonio Sarasketa a este periódico– tuvo muy buena relación con nuestra familia y un día me pidió que le presentase a Indurain, que era uno de sus ídolos, a quien también conocíamos. Dado que Indurain es también un gran aficionado a la caza, no tardaron en congeniar y de aquello salió una buena amistad». Además del nombre que compartían, al escritor y al campeón navarro les unían aficiones comunes y una querencia por la sobriedad y la mesura.
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