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Gerard Vázquez y Pepe Zapata han colaborado en anteriores trabajos, pero quisieron juntarse especialmente para crear 'El enterrador'. El primero como director y responsable de ... la dramaturgia, y Pepe como el protagonista del monólogo. Una pieza basada en hechos reales, quizás demasiados reales. Se inspira en la figura de Leoncio Badía Navarro, el enterrador de Paterna en los años inmediatamente posteriores al final de la guerra civil. La obra se representa mañana y el sábado en el Teatro Principal.
«Aunque trabajado desde la ficción, gran parte del contenido se basa en la vida de este hombre», asegura Zapata. «Cuando conocí su historia me vengo abajo porque me parecía tremenda. Acabó la guerra de chófer en Barcelona, en el bando republicano, y volvió a su pueblo, Paterna, bajo dominio nacional. Para subsistir sólo encontró el puesto de enterrador».
Las circunstancias hicieron «que Paterna fuera el paredón del Levante español durante la primera posguerra. En cuatro años y medio tuvo que enterrar a casi 2.500 fusilados, noche tras noche».
Lo que más le emocionó a Zapata fue «que él supo desde una heroicidad anónima mantener la dignidad humana. Creó un sistema para reconocer a todos los enterrados. Tenía una gran memoria y, además, lo apuntaba todo. Y en algunos casos ponía el nombre del muerto en un papelito, lo metía en una botella y lo guardaba junto a la nuca del fusilado. En otros casos recogía objetos, como botones, gafas o cualquier cosa que pudiera reconocer la familia, ya que tenía la esperanza de que pudieran tarde o temprano sacar a sus familiares de las fosas para darles una sepultura decente».
El montaje utiliza la técnica del teatro dentro del teatro. El personaje, que ha escrito la obra con recuerdos de sus familiares, prepara la función que representará en pocos días. El ensayo se interrumpe con llamadas de su madre, con la memoria ya maltrecha, mientras el enterrador descubre el cadáver de un amigo al que creía muerto en el frente y será con él con quien se sincere. «Se desfoga explicándole su situación y lo que hace, poniendo en riesgo su vida para ayudar a los familiares de los fusilados».
Destaca el protagonista de la obra la enorme humanidad de aquel hombre y la fuerza de su historia. «Cuando hicimos el montaje en Valencia nos acercamos al cementerio de Paterna y al preguntar si Leoncio estaba enterrado allí me dijeron que sí y que su hija estaba ahí. Le explicamos quiénes éramos, ella no paraba de llorar, empezó a contarnos cosas de su padre y entonces los que llorábamos fuimos nosotros».
La invitaron a la función de Valencia «y al acabar le propusimos a subir al escenario. Y allí estaba, una viejecita deliciosa que nos dijo a nosotros y a los espectadores que se conformaba con que este espectáculo sirviera para que las jóvenes generaciones sean conscientes de lo que pasó, para que no vuelva a ocurrir».
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