La frontera está al límite

La frontera polaco-ucraniana es ahora mismo 'El gran carnaval' de Billy Wilder. Veamos: trabajadores de ONG, voluntarios voluntariosos que se traen refugiados con los que luego no saben qué hacer, cocineros bondadosos, aguerridos paramilitares que tras entrar en Ucrania se han dado la vuelta al ver el percal, taxistas en misión humanitaria, traficantes de seres humanos, periodistas en su puesta de largo en conflictos bélicos, estrellas de la televisión y hasta el padre Ángel, que anda a vueltas con un pectoral incorrupto que saca a subasta. Y mientras se especula con una tercera guerra mundial, los Stones anuncian su gira europea en verano, en un monumento al ensimismado optimismo.

Sólo cuando el polvo se pose y el tiempo ponga las cosas en su sitio estaremos en condiciones de tomar el pulso a esta época de eventos tan nuevos que no se vieron en las guerras de los Balcanes, tan exóticos que no se darán en nuestras propias fronteras, tan carentes de épica. Sin quitar méritos a quien los merezca, la abnegación aún consiste en hacer sin contarlo, en ir cuando todos se hayan vuelto. El ganador del Goya al Mejor Guion de 2024 ya está escribiendo una 'road movie' sobre esa cuadrilla de amigos separados que viajan hasta la frontera polaca, recogen a unos refugiados ucranianos y regresan a su pueblo, en donde son recibidos como héroes mediáticos. Humor a base de malentendidos idiomáticos, unas pinceladas de romance y un mensaje de profundo calado humano porque las películas son espejo de su tiempo y ahora mismo no estamos para Wilders, Azconas y Berlangas.