Arraioz (Navarra). Por su terreno de juego es considerado 'El Wimbledon de la pelota', donde se practica a la modalidad más antigua: el laxoa.A. D. C.
'Plazas con frontón en Euskal Herria'
El frontón: un espacio para comprender la vida en la villa
Libro. ·
Los arquitectos Alberto Ustarroz y Manuel Íñiguez rescatan en 'Plazas con frontón en Euskal Herria' 36 ejemplos de rincones en los que el juego de pelota ha ido evolucionando
Suele ser habitual que el aburrimiento estimule el ingenio. Una pelota, una pared y una mano parecen suficientes recursos para dejar volar la imaginación y ... dar forma a ideas que más tarde el tiempo asiente en sus páginas. El juego de pelota ha dejado tras de sí un patrimonio cultural y material que ha originado mucho más que investigaciones etnográficas sobre su origen y evolución. «Ha legado el mayor número de patrimonio construido». Allí, donde se ha practicado, quedan restos monumentales que en su momento configuraron la arquitectura y el urbanismo de las villas y pueblos.
Desde esa perspectiva han abordado los arquitectos y profesores Alberto Ustarroz y Manuel Íñiguez su nueva publicación 'Plazas con frontón en Euskal Herria' (Editorial Pamiel). Un completo manual en el que se repasan 36 ejemplos de espacios públicos diseñados para el juego de pelota, desde el siglo XVII hasta hoy. «No queríamos estudiar el frontón desde el punto de vista del juego, sino desde lo urbano y arquitectónico. Dar a conocer las plazas a la ciudadanía para que las cuide, las proteja y así sigan formando parte de la vida cotidiana de nuestras villas», explica Ustarroz.
'Plazas con frontón en Euskal Herria'
Autores
Alberto Ustarroz 6 Manuel Iñiguez
Estilo
Ensayo
Editorial
Pamiela
Páginas
256
Precio
36 euros
Un recorrido cronológico del juego que, posteriormente, acompaña un desarrollo más técnico de las diferentes tipologías de las plazas en los siete territorios históricos: desde Iparralde, como los populares en Sara, Biriatou o Ainhoa; hasta Hegoalde, como los de Otxandio, Elgoibar, Aizarna, Ea, Mundaka, Getaria o Aizarna.
Porque poco o nada tienen que ver «las elegantes y emblemáticas plazas con una sola pared curvilínea de los frontones franceses con, por ejemplo, el de pared izquierda del de Laguardia, que se apoya en su muralla; el rectangular de Leitza que se encaja dentro de los edificios; o el de Arraioz, situado en un terreno abierto en la que crece la hierba, lo que le da el nombre de 'El Wimbledon de la pelota'».
Un espacio 'ad hoc'
En su origen, el juego se adecuó al espacio existente. Empieza a practicarse en prados, fosos de murallas o cercas defensivas de poblaciones con fortificaciones, castillos o monasterios. Pero con el tiempo, y a medida que crece su popularidad, se traslada al entorno urbano: la plaza. «Hay cuatro o cinco piezas que componen estas plazas», describe Ustarroz, «puede estar la iglesia, el ayuntamiento, el bola toki, la escuela... Y, gracias a eso, el frontón consigue hacerse con un espacio 'ad hoc' que deja una impronta en nuestro urbanismo».
El espacio, los materiales y las paredes condicionaron las múltiples modalidades que el juego de pelota ha desarrollado a lo largo de sus más de cuatro siglos de historia: de rebote, de guante-laxoa, bote luzea o de blé. Pero fue con el Jai Alai de Ategorrieta, inaugurado en 1887, cuando se empieza a denominar propiamente como 'frontón'. «Fue el primer frontón industrial, junto al Beti Jai, que contaba con grada fija, suelo pavimentado, frontis o pared de rebote... y así empezó a hablarse también de 'el nuevo juego de pelota', con los pelotaris vistiendo la tradicional camiseta a rayas», detalla Daniel Carballo, coordinador del libro.
Sara (Lapurdi). El frontón como espacio autónomo: «Es una escultura mínima con su pared curvilínea propia de los de Iparralde». Ategorrieta (Gipuzkoa). El Jai Alai en 1917 con la presencia de la reina María Cristina. Se trata del primer frontón industrial. Otxandio (Bizkaia). Su pared tapa el alzado de la iglesia: «Parece querer quitarle protagonismo, en una pugna entre lo lúdico y lo sacro».
Archivo i&U / Kutxateka
Algunas de ellos incluso llegaron a cerrar sus recintos, convirtiendo los tradicionales espacios abiertos y públicos conquistados por el juego de la pelota, en espacios cerrados y privados. «Se cubren con una intención utilitarista pero que es francamente dañina, porque el rito del juego de pelota está pensado al aire libre, es un juego solar -cita Ustarroz-. De hecho los partidos solían ser al mediodía y en ocasiones se interrumpían para rezar el Ángelus».
Reivindicar el vacío
Cuando el deporte se profesionaliza y empieza a contar con modalidades federadas y torneos oficiales, se abandona esa espontaneidad del juego. «Primero llegó la moda de pintar las paredes de verde -por aquello de que se veía mejor por televisión-, lo que provocó la destrucción de muchos de estos frontones urbanos». El último paso para su desaparición definitiva llegará con la transformación urbanística de las plazas donde antes se jugada a pelota.
Transformación del frontón
Grado 0
Grado 0
Se trata del pilotasoro, un campo o plaza abierta que no precisa de ningún elemento arquitectónico para practicar el juego.
Grado 1
Se juega junto a algún espacio arquitectónico como el alzado de una muralla, las paredes de una plaza rodeada de edificios o una calle.
Grado 2
Aprovecha un espacio constructivo ya existente para el rebote, como la pared de una iglesia.
Grado 3
Se construye una pared específica para el juego de rebote, lo que configura nuevos espacios que forman el primer patrimonio.
Grado 4
Un frontón con solado, frontis y pared izquierda que se encuentra adosado a un edificio ya construido.
Grado 5
Frontones abiertos situados en una plaza, pero de nueva planta. Todos los elementos se han construido específicamente para el juego.
«Son espacios muy frágiles que tienden a desaparecer cuando pierden su contexto. Ya se empiezan a realizar actuaciones agresivas como la de crear alamedas o construir parques de niños que están motivadas, principalmente porque el vacío nos pone nerviosos», subraya Carballo y pone el ejemplo de Villabona, donde su ayuntamiento dio un 'ultimátum': «O se juega a pelota o montamos un kiosko». Dicen los autores que el vacío de los frontones se aprovecha para otros usos cotidianos y temporales, como «celebrar conciertos, montar carpas para una feria o como aparcamiento. El frontón es una forma de entender la vida urbana».
Así lo defienden en un libro que es fruto de un trabajo de investigación que comenzó en 1995 en las cátedras de la Escuela de Arquitectura y que, «por desgracia, quedó en un armario». No fue hasta que Daniel Carballo, pelotari y arquitecto, recuperó aquellos documentos para su tesis que propuso a sus tutores -y autores del libro- que lo publicaran. Cada uno de los ejemplos cuenta al final del libro con una amplia ficha técnica en la que se presentan los planos de plantas, secciones y alzados, realizados por trece alumnos de la escuela. Un libro que se complementa con la exposición 'Pilotalekuak. Construyendo el vacío' que actualmente acoge el Instituto de Arquitectura.
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