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Es el momento más temido para muchos y el más deseado para otros pero, en cualquier caso, el que más incertidumbres despierta en la humanidad desde sus inicios. La muerte o lo que es lo mismo, lo que hay, o no, tras el instante en ... que los cuerpos se apagan definitivamente. Para los artistas que desean profundizar en dichas cuestiones la opción del 'no hay nada' no es una vía muy prometedora. Con ella, el relato se acaba. Sin embargo, la otra posibilidad ha dado y seguirá provocando toneladas de libros, películas, obras de teatro, comics... Desde el enfoque más terrorífico que cada cual pueda concebir, hasta el más amable o desternillante. A fin de cuentas, ¿quién sabe?
En 'Gasolina', Fred Bernard y Benjamin Flao ofrecen una respuesta, su forma de acercarse a todas estas cuestiones a través del humor, del buen gusto y de la sensibilidad, algo muy notable teniendo en cuenta que dos de los hilos conductores de este camino son los automóviles y, por ende, la gasolina.
Fred Bernard nace el 1 de septiembre de 1969 en Beaune, Francia. Con diecinueve años, se traslada a Lyon para estudiar en 'École Émile-Cohl, donde conoce a François Roca con quien, desde 1996, realizará álbumes ilustrados dedicados a los niños. A través de ellos, Bernard conseguirá prestigio, pero no será hasta 2003 que publique su primera bande dessinée, 'La Tendresse des crocodiles' ('La ternura de los cocodrilos') como autor completo. Artista muy influenciado por Jack London, Herman Melville o Jules Verne entre otros, gusta de dotar a sus guiones del concepto del viaje, tal y como ocurre con 'Gasolina'.
Los dibujos, a cargo de Benjamin Flao (1975, Nantes). Desde los catorce años, alumno en l'École d'arts graphiques de Saint Luc', en Bélgica. Será el inicio de un recorrido de formación que cohabita con sus trabajos esporádicos en carteles, murales, caricaturas callejeras... Hasta que en 2002 Glénat publica 'Carnet de Sibérie, Mammuthus expéditions' ('Cuardernos siberianos, expedición Mammuthus) sobre textos de Bernard Buigues, a esta carta de viajes seguirán otras, y es que su primer cómic se demorará hasta 2007 con 'La Ligne de fuite', un excelente trabajo que le reportará críticas muy positivas. Desde ese momento, sus obras obtienen multitud de premios hasta que, en enero de 2018, llega 'Essence' (Gasolina).
Y 'Gasolina' es, desde el primer momento, un gozo. Solo dos, tres páginas de incertidumbre, un inicio oscuro, muy inquietante, más que inteligente, el de un tipo cargado con un pequeño bidón de combustible, seguramente construido pensando en las sensaciones que alguien aún vivo sentiría ante semejante escenario. ¿Cómo saber qué se siente estando en el otro lado, si es que tal lugar existe? Y ahí radica el primer mérito de los autores: Luego de un arranque tan repleto de incertidumbre como negro, llega la luz. Blanca. Blanca luminosa hasta donde puede dejar de pintarse.
Y dos personajes, un hombre llamado Aquiles, que vivió como supo, o pudo o le dejaron, nunca se sabe, y una mujer, perdón, exige que se llame señorita. No en vano es su Ángel de la Guarda. A partir de ahí un viaje en coche, aunque las carreteras no sean como las que atraviesan cual cicatrices los paisajes conocidos. Tal vez estar muerto ofrezca ventajas, teniendo en cuenta lo que se puede imaginar, incluso construir. O tal vez no pero, después de todo, es el universo de Fred Bernard y Benjamin Flao. Un universo plagado de diálogos brillantes, una combustión de efectos artificiales y otros planteados como imprescindibles que resultan, al fin, brillantes. Cada diálogo es divertido, con humor de alta escuela, construido sobre frases no tan irrelevantes, plenas de inteligencia. De nuevo, la inteligencia.
¿Qué es 'Gasolina'? No una respuesta filosófica a la gran pregunta. Ni tampoco solo un juego basado en lo que podría haber (después de todo, la propuesta tiene las mismas posibilidades de tan ser cierta como las demás). Es realidad, sigue siendo un viaje por la vida, por todo aquello que las personas hacen o no, por todo lo pequeño, incluso por la gasolina. Esa sustancia capaz de alimentar mecanismos, en este caso una excusa para que Aquiles, en su último momento, ponga en orden su espíritu, antes de irse.
Los textos de Bernard, los dibujos de Flao. Engarzan como si solo fueran propiedad de una persona. El dibujante, fiel a la tradición francobelga aunque en ocasiones más cercana a otras corrientes más centroeuropeas, hace alarde del manejo del lenguaje corporal, rozando en situaciones muy puntuales el histrionismo, pero siempre de forma controlada. Trazos precisos, en ningún momento arbitrarios, aunque un observador casual pudiera verlos así ante algunas viñetas. Y los automóviles, con una carrera ficticia que bien pueden ser una de las secuencias cortas más logradas del cómic moderno, quién iba a imaginarla en semejante contexto.
Por cierto, y tal y como manda la tradición de la bande dessinée, con un gran final.
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