

Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando el fotógrafo Juantxo Egaña recibió el encargo de la Diputación Foral de Gipuzkoa de organizar una exposición sobre los cinco siglos de presencia gitana en el territorio, contactó con diversas entidades, entre ellas, Agifugi. En busca de información, se entrevistó y viajó con el presidente de la Asociación Gitana por el Futuro de Gipuzkoa (Agifugi), y a la hora de intercambiar sus teléfonos, Egaña registró el contacto como «Rafa Giménez (gitano)», a lo que el aludido respondió mostrándole su móvil: «Juantxo, el payo». Ese gesto, confiesa el comisario de la muestra 'Pindro Dantzariz-El pueblo gitano en Gipuzkoa', cambió de arriba abajo su perspectiva del asunto. «Fue un choque psicológico y emocional. Para mí fue una ruptura con todo lo que tenía preconcebido y cambió mi estructura mental porque me di cuenta de todo lo que me separaba de Rafa, que ahora es un colega que me ha ayudado muchísimo», explica el fotógrafo.
Un total de 83 fotografías tomadas entre 1890 y 2024, además de algunos objetos, cuadros y libros, conforman esta muestra que se puede visitar hasta el 2 de marzo en la Casa de Cultura de Aiete. Eulalia Abaitua –la primera fotógrafa vasca–, Isabel Azkarate, Jesús Uriarte, Policarpo Elosegi, Gari Garaialde, Mariví Ibarrola, Georges Louis Arlaud, Idoia Zabaleta, el propio Juantxo Egaña y los fotógrafos de DV José Usoz, José Ignacio Lobo Altuna, Luis Michelena y Félix Morquecho son algunos de los autores de las imágenes que conforman la exposición, en la que también se pueden ver materiales de la Kutxateka y otros archivos. «El pueblo gitano es viajero y preguntando en fondos y a fotógrafos, te das cuenta de que es difícil localizar imágenes», señala Egaña. A partir del archivo de Abaitua, en donde encontró unas imágenes sin digitalizar que nunca se habían visto, fue tirando de un hilo un tanto enredado.
Con textos del también comisario David Martín, autor del estudio 'El pueblo gitano en Euskal Herria', la muestra recorre más de quinientos años de cohabitación, más que de convivencia, desde los primeros registros de la llegada de un grupo a tierras navarras en 1435 hasta la actualidad, pasando por las distintas medidas legislativas orientadas «a controlar y marginar» a este colectivo para impedir su asentamiento en las provincias vascas. La exposición también levanta acta de los trabajos, celebraciones, vestimentas y persecuciones, y del impacto de la llegada de la heroína en la Euskadi de los ochenta. En resumen, es la historia de un desencuentro, en opinión de Rafael Giménez, lejos aún de resolverse.
La exposición es el resultado del encargo que la Dirección de Derechos Humanos de la Diputación realizó a Egaña en noviembre del pasado año. Uno de los contactos que estableció Egaña a través de asociaciones como Agifugi fue el 'Tío Felipe', gitano de Baigorri, que pasó su vida en Irun y que hoy en día reside en Calahorra. «Tenía tres o cuatro imágenes que hemos utilizado, pero tuve que empezar desde cero». En su búsqueda, Egaña habló con cerca de cuarenta fotógrafos guipuzcoanos y, para su sorpresa, en un primer momento su respuesta fue que no tenían imágenes de gitanos. «Es lo primero que te sueltan porque no se acuerdan, pero luego resultó que todo el mundo tenía». El primero que se acordó fue Usoz, que en 1979 documentó una boda gitana en Miramon.
En la selección de las imágenes que conforman el itinerario expositivo, el comisario ha aplicado un doble criterio: «Para mí era fundamental que fueran buenas imágenes, pero muchas eran reproducciones y yo busco siempre el original. Por otro lado, la selección se ha basado también en la intencionalidad de los fotógrafos que, en general, buscan lo exótico con un punto de romanticismo».
Mención aparte merece 'Carmen' de Bizet, basada en la novela de Prosper Mérimée, publicada en 1847 y cuya protagonista es una cigarrera gitana de Etxalar, llevada al cine –según Egaña–, en más de sesenta ocasiones. También este episodio está presente en la exposición con los carteles de dos de las películas. Y una presencia insospechada: la de un joven Rafael Berrio, inmortalizado por Mariví Ibarrola al frente del grupo UHF. El músico donostiarra siempre reivindicó sus raíces gitanas vía abuelo paterno, pero aunque parecía una boutade, su hermano Iñaki –presente también en la exposición con una imagen junto al grupo RIP–, asegura que es un dato verdadero. Un Rafael Berrio, por cierto, que compartió formación en Amor a Traición con Cheli Lanzagorta, responsable del diseño de la exposición.
El tópico que rodea al pueblo gitano era uno de los peligros a los que se enfrentaba la exposición. «Para evitarlo, he consultado cada paso con Rafa. Hemos encontrado imágenes que reflejaban la miseria en la que vivían, pero él me decía: 'Juantxo, es que esto es una realidad. No se puede obviar'». En cuanto a las imágenes más modernas, el objetivo ha sido evitar el tremendismo. «Hay que dar una visión más normalizada porque formamos todos parte de la misma sociedad».
En opinión de Rafael Giménez, «Juantxo y la Dirección Foral de Derechos Humanos se han acercado de una forma no habitual al pueblo gitano, ya que lo normal es que ni siquiera nos consulten. Ha sido una mirada cercana y desde la normalidad, aunque con matices porque la relación entre las instituciones y el gitano ha sido siempre mala», y se remite al informe reciente del Observatorio Vasco de Inmigración-Ikuspegi.
El presidente de Agifugi advirtió al inicio del proyecto sobre «las reticencias del pueblo gitano hacia las imágenes porque nuestros vínculos con los difuntos son muy fuertes y hay quienes queman las fotografías de los muertos, junto a sus ropas y objetos personales». Saber esto, añade Egaña, «fue un momento de crisis» que se resolvió mediante la petición de permisos.
Karlos Zurutuza firma un texto sobre el erromintxela –la lengua de los gitanos vascos–, sobre el que la filóloga vizcaína Josune Muñoz realizó un estudio en los años noventa, pero de cuya existencia Giménez asegura no tener noticia directa. «No he conocido a ningún gitano que lo hablara. Es algo muy romántico, pero David Martín y yo lo hemos mirado y no íbamos a ningún lado».
Sobre ese intercambio de teléfonos con Egaña, Giménez concluye:«Refleja la otredad, algo que tenemos muy trabajado desde la asociación. Romper los paradigmas estructurales heredados es una de las muchas cosas que aprendes».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
A. González Egaña y Javier Bienzobas (Gráficos)
Lucía Palacios | Madrid
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.