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Un gran belén napolitano en el que se contempla el nacimiento de Jesús pero también una imponente escenografía que representa la vida en la segunda ... mitad del siglo XVIII, se puede visitar en D'Museoa, el Museo Diocesano de San Sebastián, situado en la iglesia de Santa María. La obra es fruto del trabajo totalmente artesanal de Mari Carmen Alonso Pimentel, profesora de Historia del Arte ya jubilada, que ha donado el conjunto de 220 figuras, instaladas en una escenografía creada por la Asociación Belenista de Gipuzkoa, representada ayer en el acto de inauguración por Begoña Lamy, que además del Misterio contiene multitud de escenas de la vida cotidiana y el bullicio de la ciudad de Nápoles, tal como es costumbre en el belén napolitano, que como producto del Barroco, tiende a la exuberancia y el abigarramiento.
Pastores, vendedores ambulantes, representantes de distintos oficios, músicos, nobles, burgueses y estudiantes, insertados en las calles de la ciudad y en la naturaleza, con montañas, ríos y arbolado, preceden al Misterio, que se sitúa en las ruinas de un templo romano, con los ángeles a su alrededor anunciando el nacimiento de Jesús.
Aunque las «primeras representaciones plásticas datan del siglo X, es en la Edad Media cuando se empiezan a organizar este tipo de escenarios», explicó el director del Museo Diocesano, Edorta Kortadi, quien destacó la «paciencia franciscana» con la que Alonso Pimentel ha elaborado este conjunto que sigue las pautas que se impusieron en el siglo XVIII, cuando «se añaden efectos y perspectivas que exigen desplazarse de un lugar a otro para ver el pesebre desde distintos ángulos».
El belén napolitano se caracteriza por su barroquismo y porque «representa dos aspectos, el misterio del nacimiento de Jesús, que a menudo queda casi oculto, y se anuncia por la presencia de los ángeles, y la realidad de la vida cotidiana de Nápoles, el bullicio, el caos, la energía de la ciudad. Por eso hay tantas figuras y tantas escenas distintas», explicó Mari Carmen Alonso Pimentel.
La artesana ha confeccionado manualmente cada una de las figuras, «no hay moldes, están hechas individualmente con barro y alambre que permite articularlas», explica la artesana, que ha utilizado la técnica del modelado a palillo. El armazón de alambre va cubierto con estopa y atado con cordel. Es importante la expresividad de cada personaje, y hay representación de todo tipo de fisonomías, y de toda edad y condición.
También buscó pacientemente la autora «en los baúles de la familia o a través de gente que me las ha donado», las telas adecuadas, todas naturales, para las necesidades de cada personaje.
Autores: Mari Carmen Alonso Pimentel (figuras), Asociación Belenista de Gipuzkoa (escenografía), Lucía Fermín (celaje), MBR Exposiciones (museografía).
Lugar: Museo Diocesano de San Sebastián (31 de agosto, 46).
Horario: De lunes a viernes, de 10.30 a 14.30 y de 17.00 a 19.00 horas (sábados hasta las 18.00). Domingos, cerrado.
Además, los belenes napolitanos «se oyen y se huelen», dice Alonso Pimentel, en referencia a la presencia de músicos y bailarines combinados con todo lo relativo a la gastronomía: incluso los huevos de la cesta de una vendedora están perfectamente detallados, así como todos los animales, gallinas, perros o asnos. La escenografía se completa con un fondo pintado para enmarcar las figuras y el paisaje, un celaje realizado por Lucía Fermín.
El obispo José Ignacio Munilla destacó que «las navidades pasadas el Papa Francisco hizo pública una carta apostólica muy interesante sobre el significado de los belenes, en la que destaca que los belenes hablan de cómo el mundo retrata la llegada de Jesucristo. El primer elemento que subraya el Papa es que en lugar de elegir la cueva o el establo como lugar del nacimiento de Jesús, con frecuencia se suele escoger un edificio noble en ruinas, porque Cristo viene a renovar un mundo en ruinas, y es la imagen del hombre nuevo, de una sociedad nueva fundada en la gracia de Dios», destacó Munilla. «Y ese es uno de los aspectos que quedan reflejados en este belén».
En este gran fresco de vida cotidiana que es el belén napolitano quedan representadas muchas culturas y clases sociales, porque, como explica la autora, «la atracción por todo lo oriental se convirtió en una obsesión en la época». El rey de España, y de Nápoles, Carlos III, que fue «un apasionado del belén», había firmado un tratado comercial con el imperio otomano y así llegaron muchos elementos de la cultura oriental. Por eso el belén incluye elefantes, monos, loros y otros animales exóticos, además de suntuosos objetos dorados: «Esos mundos lejanos prenden la imaginación de los napolitanos». Por eso también se representa muchas veces en el belén «un mundo de opulencia, en contraste con la realidad del pueblo napolitano».
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