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El coto minero de Zerain, probablemente el mejor lugar para hacerse una idea de cómo funcionó durante siglos la extracción del hierro en el País ... Vasco, completará su recuperación con la restauración de los tres grandes hornos que constituyen su imagen más icónica. La intervención, con un presupuesto próximos a los 800.000 euros, devolverá su imagen original a los tres crisoles y permitirá contemplar y puede que incluso internarse en su interior. El proyecto ha recibido el apoyo financiero del Ministerio de Fomento, que costeará el 75% de la obra, y de la consejería de Cultura del Gobierno Vasco.
La apuesta que realizó hace ya tres décadas Zerain por la recuperación de su patrimonio industrial como alternativa para atraer visitantes se revela cada vez más acertada. El reciente visto bueno del Gobierno central a la restauración de los tres hornos de calcinación del coto minero del barrio de Aizpea confirma el buen olfato de la pequeña localidad del Goierri a la hora de definir su futuro. El binomio cultura-turismo emerge como fuente cada vez más importante de recursos en un entorno que ha dependido durante siglos de la agricultura y el sector minero. El creciente flujo de visitantes que recibe la Montaña de Hierro, nombre con el que se conoce el conjunto de instalaciones de la explotación minera de Zerain, ha propiciado la apertura de establecimientos y la aparición de nuevas oportunidades de negocio para la población.
La restauración de los tres hornos de calcinación, que con sus rotundas siluetas de más de once metros de altura constituyen la imagen de marca del coto minero, es la más ambiciosa de las intervenciones realizadas para la recuperación del patrimonio industrial de Zerain, que fue declarado en 2008 bien de interés cultural por el Gobierno Vasco con la categoría de conjunto monumental. Con anterioridad se habían llevado a cabo actuaciones como la apertura al público de una de las galerías para la extracción de mineral, la restauración de los depósitos superior e inferior de los hornos y la recuperación de parte de la estructura del cableado aéreo que servía para transportar el mineral hasta Ormaiztegi, desde donde se llevaba en tren al puerto de Pasaia.
1903: fue el año en que se levantó el primero de los tres hornos de calcinación de Zerain.
Intemperie: La extracción de mineral empezó en el siglo XII. Se hacía al aire libre y con la ayuda de pequeños hornos.
Familia: El rey Fernando de Aragón concedió la explotación a la familia Otalora de Aretxabaleta en 1512.
Compañías: De 1826 a 1951 fue explotada por sociedades mercantiles. La última en hacerlo fue Patricio Echeverría.
La relación del barrio de Aizpea con el hierro viene de lejos. Hay noticias de que ya en el siglo XII la explotación se llevaba a cabo al aire libre con la ayuda de pequeños hornos. El hierro de Zerain, que alimentaba las ferrerías del alto Urola y el alto Deba, fue explotado hasta el siglo XIX por los Otalora de Aretxabaleta por una concesión firmada en 1512 por el rey Fernando de Aragón. A partir de 1826 las minas pasaron a ser propiedad de compañías privadas. La que mayor huella dejó fue la Cerain Iron Ore Company Limited, que puso en pie muchas de las estructuras y edificaciones que han sobrevivido hasta nuestros días. Tras su adquisición por parte de una sociedad alemana, el complejo terminó siendo explotado por la cercana factoría de Patricio Echeverría de Legazpia. La actividad minera de la Montaña de Hierro se mantuvo hasta su cierre definitivo en 1951.
«Lo que hace del coto minero de Zerain un lugar especial es que, como está en un lugar aislado, se ha mantenido sin apenas cambios desde su cierre, algo que no ha ocurrido en otras explotaciones de hierro», reflexiona el arquitecto Aitor Zubia, uno de los autores del proyecto de restauración, redactado por el estudio Zetabi Arkitektura de Bergara. «Hay hornos de calcinación más o menos parecidos -añade- en comarcas de la margen izquierda de Bizkaia, pero ninguno se conserva como los de Zerain, que están prácticamente como se dejaron hace 70 años». Esa singularidad se puede aplicar en realidad a todas las instalaciones de la Montaña de Hierro: los especialistas en patrimonio industrial coinciden a la hora de dictaminar que el complejo es por sus dimensiones y la conservación de sus instalaciones el mejor lugar para hacerse una idea de cómo han funcionado las explotaciones de hierro en el País Vasco a lo largo de los siglos.
Los hornos fueron construidos en la primera década del siglo XX para purificar el mineral que se extraía de los centenares de galerías que se extendían por las laderas de Aizpea. «El carbonato de hierro -se lee en la memoria del proyecto- se trasladaba mediante una locomotora hasta los hornos, los cuales se iban llenando continuamente con capas de carbón y carbonato de hierro para su calcinación. A través de este proceso se efectuaba el primer lavado del carbonato de hierro, con lo que se conseguía separar el carbonato, el agua y otras substancias, y quedaba listo para transportarlo a las ferrerías».
Los hornos, que se hicieron entre 1903 y 1910, se elevan hasta una altura de once metros. Son construcciones circulares con muros de dos metros de espesor y unos ocho metros de diámetro. El interior de dos de ellos está recubierto de ladrillo refrectario, una mejora que se introdujo en la última etapa para aumentar su capacidad calorífica y que se va a respetar en la intervención.
Además de limpiar y retirar toda la vegetación que crece ahora en el interior de los hornos, se va a recuperar la mampostería y también se van a consolidar y restaurar las pasarelas y las plataformas situadas en la parte superior. Uno de los propósitos de la intervención es dotar al conjunto de un mayor contenido pedagógico y para ello se busca que el interior de los hornos quede a la vista. «Habrá que ir viendo cómo están cuando se limpien, pero no descartamos construir una escalera de caracol dentro de uno de ellos para que los visitantes puedan seguir el recorrido que hacía el mineral desde que se introducía por la boca superior hasta que era extraído por la inferior», apunta el arquitecto Zubia. Está previsto que la restauración dure algo menos de un año. «La idea era empezar este mismo mes de mayo y acabar para la primavera de 2021, pero habrá que ver si la situación actual lo permite», indica Zubia.
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