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Daniel Campos acaba de publicar 'Guerrilla Lavapiés'. Miguel Berrocal
Infiltrado en las entrañas del movimiento okupa

Infiltrado en las entrañas del movimiento okupa

El periodista Daniel Campos firma una novela sobre el caso de un agente que se camufló entre los activistas antiglobalización

Lunes, 14 de abril 2025, 00:02

Hace más de 25 años, las autoridades se vieron desbordadas por la irrupción de un movimiento de protesta de fuerza inusitada. De repente, las movilizaciones contra el orden económico tomaron las calles de Seattle durante la reunión de la Organización Mundial del Comercio. También Praga fue el escenario de un movimiento contra un encuentro del FMI que puso patas arriba la ciudad La epidemia se extendió a Génova, Barcelona y otras grandes urbes.

Los mandos policiales de Occidente estaban perplejos. ¿De dónde salía esa masa abigarrada de sindicalistas, ecologistas, indigenistas y campesinos que ponían en jaque a las fuerzas de seguridad? En Lavapiés, epicentro del movimiento okupa de Madrid, bullían las reivindicaciones contra el neoliberalismo y la especulación inmobiliaria, con un desconocido Pablo Iglesias que agitaba las aguas de los activistas antisistema. La Policía decidió que había que infiltrar a alguien entre las filas de esa gente que se guarecía en edificios okupados. El periodista y escritor Daniel Campos ha recreado en la novela 'Guerrilla Lavapiés' (Península) la historia del funcionario que se confundió en las entrañas de esos nuevos contestatarios de toda laya para averiguar sus secretos.

Nombre de guerra

Alfonso, policía que adoptó el nombre de guerra de David para camuflarse en el movimiento, acababa de salir de la Academia de Policía de Ávila cuando sus jefes le encomendaron la misión de infiltrarse entre los okupas, que tenían su base de operaciones en el Laboratorio, un edificio tomado por los antisistema. Alfonso rebosaba energía, era de Lavapiés y le sobraba osadía para hacerse pasar por uno de esos jóvenes de largas rastas que atemorizaban a las fuerzas de seguridad.

«Parte de las reivindicaciones del movimiento antiglobalización están ahora oficializadas en la Agenda 2030. Sus miembros han pasado de ser rebeldes a formar parte del establishment. Pero entonces daban mucho miedo, porque en su puesta de largo hicieron que a los dirigentes de las fuerzas de seguridad de medio mundo les recorriera un escalofrío por el espinazo», dice Daniel Campos.

Si bien sus demandas hoy forman parte del ideario de muchas fuerzas de izquierda, la aparición de los 'black bloc', encapuchados que burlaron a la Guardia Nacional en Seattle con sus técnicas de guerrilla urbana, espantó a los líderes mundiales. España no se sustrajo a ese recelo, y el entonces secretario de Estado de Seguridad durante el primer gobierno de Aznar, Pedro Morenés, ordenó investigar las tripas del nuevo movimiento. «No entendían nada, ni su naturaleza, ni sus objetivos», asevera el periodista.

En el caso de Alfonso/David, el agente infiltrado se hallaba sin el manto protector de sus mandos. A diferencia de la figura del agente encubierto, que tiene que responder ante el juez, el policía infiltrado se encontraba al pairo, sin otro valedor que su destreza para no ser descubierto.

«Una vez se tuvo que marchar a Génova (Italia), donde estaba convocada una protesta contra la globalización, para seguir a Pablo Iglesias y compañía. Su jefe le dijo entonces: 'Si te pasa algo, no puedes ni siquiera decir que eres policía'.»

Durante el tiempo en que permaneció oculto entre los okupas, el agente suministró información de primer orden sobre las entrañas del movimiento a sus superiores, que se la trasladaron a sus colegas italianos, quienes quedaron muy satisfechos. «Se movió en un mundo donde la mayoría iba a ciegas».

Su capacidad de maniobra entre el colectivo okupa fue tan sagaz que tuvo algún escarceo amoroso con alguna militante, si bien durante mucho tiempo estuvo con una novia estable. «Es lo que le hizo salir bien parado psicológicamente de esa aventura, a diferencia de lo que les ocurrió a otros infiltrados. De hecho, cuando ella lo dejó, comenzó a entrar en una espiral autodestructiva».

En el corazón del movimiento antiglobalización, llegó a entrevistarse con miembros del GRAPO, que buscaban en los caladeros de la guerrilla urbana nuevos adeptos para su causa. «Disfrutó de una trayectoria ascendente dentro del movimiento que coincidió con otra trayectoria ascendente en ese momento, la de Pablo Iglesias».

«Cuando abandonó la misión, lo primero que hizo fue pedir destino en un lugar radicalmente distinto: la policía antidisturbios».

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