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En 2008 el escritor Javier Mina publicó 'El Ateneo Guipuzcoano. Una historia cultural de San Sebastián' sobre la entidad cultural que conoce bien porque es ... su vicepresidente. Este lunes presenta en el Koldo Mitxelena, a las 19.30 horas, una nueva edición más ampliada y revisada.
– ¿Por qué ahora esta revisión?
– El año pasado celebramos el 150 aniversario. El libro de 2008 abarcaba desde la creación del Ateneo en 1870 hasta 2005. La idea era editar un fascículo a modo de apéndice para cubrir los últimos años. Entonces entró el Departamento foral de Cultura y propuso que se editara el libro completo. Aproveché la oportunidad para investigar más, revisar algunos aspectos y, sobre todo, incluir muchas fotos. En total hay 300. El volumen ha engordado mucho. Lo habitual era que se hubiese publicado el año pasado, coincidiendo con el aniversario, pero queríamos recoger los 150 años de historia completos.
– ¿En esa revisión ha encontrado algún aspecto que no conocía y que le ha sorprendido?
– Sí. Por ejemplo, y con el tema del Covid, hemos constatado la atención que el Ateneo prestó a la gripe de 1918 porque el presidente de entonces era un reputado fisiólogo. También he descubierto que a finales de los años 20 del siglo pasado promovió hacer un monumento en Hondarribia al escritor Pierre Loti muerto en Hendaia en 1923. Jamás se llegó a hacer, pero tuvo mucha repercusión en la prensa. Pero la más importante ha sido descubrir cómo se utilizaron algunos documentos del Ateneo tras la Guerra Civil. Ya teníamos alguna idea, pero ahora, he investigado un poco más a fondo en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Apenas hay documentos históricos del Ateneo. Cuando los nacionales entraban en las ciudades requisaban todos los papeles de entidades y asociaciones. Se los llevaban y los utilizaban para incoar procesos contra sus 'enemigos' y el resto lo destruían. En la investigación seguía sin aparecer nada en Salamanca relacionado directamente con el Ateneo, pero buscando con nombres propios sí he encontrado procesos en los que se utilizaron papeles de nuestro archivo.
– Es la entidad cultural más antigua de Donostia pero también una gran desconocida.
– Es cierto. En su día tuvo una gran relevancia, sobre todo entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se traían a muchas figuras, escritores, pintores o músicos para dar conferencias y a la prensa le venía muy bien para llenar las páginas de cultura. Después llegó la interrupción de la Guerra Civil y con el franquismo se reconvirtió en el Círculo Cultural Guipuzcoano. Luego entró en una época en la que parte de la opinión pública empezó a desprestigiarlo, acusándolo de franquista. Nada más lejos de la realidad porque sus miembros aprovechaban este paraguas para sus reuniones y 'conspiraciones'. Después de una ligera mejora llegaron las casas de cultura mucho mejor dotadas y con muy buenas instalaciones. El Ateneo se ha convertido en la aldea gala de Astérix, resistimos.
NUEVA EDICIÓN
– ¿La falta de una sede en propiedad a lo largo de su historia puede ser una de las razones de esa precariedad?
– Sin ninguna duda. No entendemos por qué desde sus inicios no contó con una teniendo en cuenta que sus fundadores eran los próceres de la ciudad, la aristocracia y miembros de las clases pudientes pero con un marcado pensamiento liberal. Hemos sido una academia errante. En los años 80 había estabilidad con la sede en el edificio que actualmente ocupa el Gobierno Vasco en la calle Andia. Pero el PNV intentó apropiarse desde dentro del Ateneo. Ante unas elecciones se apuntaron a última hora muchos socios nacionalistas, pero se impuso otro candidato, Caro Baroja y nos echaron. Luego fuimos a la calle 31 de agosto, donde seguimos, a un local propiedad de la Kutxa. Hace unos cinco años se arregló, pero ahora está impracticable por unas inundaciones. Además pende sobre nosotros un futuro desahucio porque Kutxa nos ha advertido de que su nueva política está orientada a apoyar actividades puntuales.
– ¿Qué papel tiene ahora el Ateneo?
– El que ha jugado siempre, una apuesta por la cultura. Al año organizamos entre 30 y 40 actividades entre conferencias, conciertos y proyecciones. Tenemos un premio de poesía gracias al apoyo de Jorge González Aranguren y el año pasado recuperamos eventualmente el premio que se daba en los inicios del Festival de Cine.
– A lo largo de su historia, el Ateneo ha vivido momentos altos y bajos. ¿Cómo define el actual?
– Estamos en precario, pero las actividades continúan, aunque es cierto que marcadas por la pandemia. Hemos organizado un ciclo de geografía, celebrado centenarios de nacimientos de escritores y conciertos en el Salón de Plenos del Ayuntamiento.
SITUACIÓN ACTUAL DEL ATENEO
– Son un centenar de socios. ¿Hay renovación?
– Sí. Hemos apostado por dar cabida a los jóvenes. El secretario actual tiene menos de treinta años y a su alrededor se ha formado un grupo que, entre otras cosas, hacen una revista en internet, 'Trépanos'. Estamos en un proceso de transición, dejando paso a nuevas generaciones.
– ¿Pero no tienen una imagen de una entidad 'viejuna'?
– Nosotros no tenemos complejos. Lo que hacemos es sumar nuestras propuestas a las actividades que se ofrecen desde otros ámbitos. El Ateneo no es una entidad para dinosaurios. Por ejemplo, con las nuevas incorporaciones que hemos tenido estamos intentando poner en marcha un cine-club.
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