![Concierto de Buika en el Jazzaldia: el Cubo de Rubik](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202107/23/media/cortadas/66262235--1248x872.jpg)
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Y de repente se la tragó la tierra. Desapareció. Cual montañero en la sima, como el suelo ante el permafrost. Hace un par de lustros María Concepción Balboa Buika, artísticamente conocida por el último de sus apellidos, estaba en boca de todos en nuestro país. ... Tan pronto aparecía en la banda sonora de una película de Pedro Almodovar ('La piel que habito') como ganaba el Grammy Latino.
No sabemos qué pasó exactamente para que aquella luz se apagara ante nuestros ojos. Ella afirma, y frente eso solo toca cuadrarse, que sufrió el boicot de algunos allegados. Atendiendo a un par de momentos de ayer, cuando renegó de los intermediarios y se quejó de tener que haber ido a juicios por cosas que no había firmado, el tema bien pudo ser por cuestiones de gestión musical.
Así que no es que estuviera muerta -artísticamente- sino que estaba de parranda -en otra parte-. La creadora balear ahora afincada en Miami sigue girando sin parar por aquel continente en tacadas de doscientos conciertos. Colaborando con lo más granado (Carlos Santana) de la escena mundial.
La chica a quien Chavela Vargas llamó 'mi hija negra' llegó a un Kursaal más receptivo que la víspera. Y si me apuntaran con una pistola y me dieran dos opciones para tener que definir qué música ofreció esta autora me decantaría por el nuevo flamenco ('La salvaora') y lo latino ('Sueño con ella'). Pero ella es mucho más que eso. Es un cubo de Rubik. Montado a la manera de una niña de seis años, quitando pegatinas y poniéndolas sin que casen los colores de los lados. Ella es esa nena, la juguetona soñadora que te entrega de esa guisa el juguete y te dice que 'ya está acabado'.
Concha apareció en el auditorio vestida con una tela verde de dibujos africanos, pisando una alfombra espartana sobre la que colocaría los pies. Arrancó la noche y su voz llegaba quebrada, dijo, por la emoción. Quien sabe si ésta se fue diluyendo o el litro largo de agua que se pimpló ayudó a ello, pero su tono vocal fue ganado color y seriedad con el paso de los minutos.
A veces hacía callar o bajar el ímpetu a unos músicos con ese gesto tan asimilado en el jazz y tan castigado en otros estilos. Pero en líneas generales cantos y sonidos caminaron de forma más calmada que acelerada, y bien solapada, sobre canciones-río en las que siempre cabía una buena charla al comienzo. Palabras que defendían el empoderamiento y la 'gozadera'. Consonantes que temblaban al hablar de la influencia de las 'super mamis' norteamericanas – no es eso que piensan, y mejor no lo miren en Google- sobre su hijo veinteañero.
En las variadas entonaciones se escuchaba un fraseo africano, una especie de improvisación, un momento narrado, un homenaje velado (Billy Holliday), un extracto de un tema ajeno ('Por un puñado de oro' de Osvaldo Contreras. 'Las ciudades' de Jose Alfredo Jimenez) o un solo vocal al más estilo 'jazzy'. Corriendo a ratitos hacia el funk, saludando al son cubano, abrazando el 'quejío', tocando la rumba ('Dolor de rumba').
Este fue ayer el mundo de Buika. Un exoplaneta, como ella lo definió, que busca apoyarse lo justo en los esqueletos. Siempre agitando acordes y sentimientos en un concierto que contó con una gran acogida en una ciudad a la que prometió volver con una pieza escrita en euskera.
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