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Dicen que el trono de la guitarra de jazz lo ocupan hoy en día tres reyes: Pat Metheny, Bill Frisell y él. Los tres nacieron en los 50 y los tres se enamoraron de una música en cuya historia han terminado grabando sus nombres. Sus ... composiciones se estudian en las escuelas de jazz de todo el mundo y, los que saben de esto, dicen que verles tocar es el verdadero bautismo en el género. Por eso John Scofield (Ohio, 1951) va a llenar la plaza de la Trinidad para su concierto de est sábado (21 horas), como ya hicieran el año pasado Metheny y Frisell.
– John, ¿recuerda el momento en que cogió su primera guitarra?
– No sé si exactamente... supongo que tendría 11 años. Y lo que sí recuerdo es que fue mi madre quien me sugirió que tocara la guitarra y también que, en vez de comprar una, fuimos a una tienda local a alquilarla. También me acuerdo de que las cuerdas estaban tan altas en el mástil que me era muy difícil tocarlas.
– ¿Y ya entonces tuvo claro que estaban hechos el uno para la otra? ¿Fue un flechazo?
– Bueno, sí, ya sabes... Eran principios de los 60 y la guitarra era el instrumento del rock and roll. Los guitarristas salían en la radio y la televisión tocando rock y folk, así que a los niños nos gustaba la guitarra. Parecía algo natural, ¿sabes? En mi casa no teníamos piano y supongo que a mis padres tampoco les hacía gracia escucharme tocar por casa una trompeta o un trombón. Fue más bien una decisión fácil.
Cartel Scofield Holland Duo + William Parker Quartet.
Día y hora Este sábado, a las 21 horas.
Lugar Plaza de la Trinidad.
Entradas 40 euros.
– O sea que en los 60 le tiraba más ir a Woodstock que a clubes de jazz...
– Más o menos. Siempre me ha gustado mucho el blues, estaba enamorado de él y, en aquellos años de 1967 y 1968, iba a escuchar a todos los bluesman del momento. Y creo que a través de ellos, sin quererlo, también estaba aprendiendo sobre jazz y gravitando hacia ese lugar. Pero bueno, no me metí en él hasta que cumplí los 16... fue entonces cuando comencé a conseguir algunos discos, a hacerme fan y a estudiar con un profesor local.
– ¿Tenía algún colega músico? ¿Tocaba con alguien?
– Crecí en un pequeño pueblo de Connecticut y allí no tenía a nadie con quien jugar. Ya entonces el jazz era una música muy minoritaria, pero tenía un amigo que tocaba un poco la guitarra y que también le atraía este mundo, así que solíamos coger el tren a Nueva York para escuchar conciertos en clubes, pero no teníamos ni idea de tocar. No me gustaba el colegio y quería tocar la guitarra sin importar qué, así que me dediqué a ello totalmente.
– En una música tan minoritaria y en la que tantos músicos se quedan por el camino... ¿nunca le entraron dudas?
– Por supuesto que sí. Siempre, siempre. Pero, por alguna razón, sólo quería hacer eso. Ya siendo niño mi objetivo era abrir una tienda de guitarras y trabajar ahí el resto de mi vida. Amaba demasiado la música, nunca se me ocurrió que habría algo más, ¿sabes? Además, ya de niños tocábamos en bandas con las que ganábamos un poco de dinero cada fin de semana tocando en clubes y bailes, y con eso, en aquel entonces, ya podías ser músico profesional. No tenías que ser famoso. Así que me dije: puedo hacerlo.
– ¿Es hoy más difícil que antes?
– Sí, sí... aunque no creo que nunca fuera fácil. Lo que había antes era todo un mundo de música de mierda que podías tocar en bares para entretenerte y ganarte la vida, y eso es algo que ha disminuido. Ahora veo a un montón de músicos jóvenes realmente buenos que van a escuelas de jazz y obtienen sus títulos de grado, de máster e incluso doctorados. Pero lo hacen porque no hay nada más que hacer.
– No puedo evitar preguntarle por Miles Davis, con quien compartió sus últimos años de vida. ¿Cómo era?
– Era genial, me encantaba su música. Escuchar a Miles era una lección de cómo tocar en un grupo de jazz, era material nuevo para improvisar, era aprender a tocar con swing... Era todo. Cuando pude tocar con él, fue toda una experiencia poder conocer sus ideas sobre la música y además me transmitió toda su confianza. Tengo tantos recuerdos... Verle por primera vez me causó una gran impresión. Por un lado, era una superestrella, y no sueles toparte con mucha gente así. Por otro, estaba el tipo que casi no podía hablar porque tenía la voz jodida: no podía ni coger un taxi en Manhattan porque no podía decirle al taxista dónde ir. Por eso solo le gustaba hablar por teléfono y por eso tenía a mucha gente trabajando para él como sirvientes y cosas así. Estar cerca de Miles era algo realmente diferente pero, como estudiantes de jazz que éramos, sólo queríamos escucharle.
– Por cierto, que hace tiempo que no le vemos por aquí, desde 2017 con Mehldau y Giuliana, ¿cómo le ha ido en este tiempo?
– He estado bien. Cierro en San Sebastián esta gira y, a parte de los años del Covid que ralentizaron todo, he estado sobre todo tocando con mi trío con Bill Stewart y Steve Swallow. Y por supuesto con el dúo con Dave Holland, con el que hemos hecho muchos conciertos juntos durante los últimos cinco años. Estoy ocupado, sigo estudiando, intentando mejorar y es fantástico seguir adelante.
– A Donostia viene con Holland, ya son casi como un matrimonio.
– (Ríe) Bueno, ya sabes, sí, no estamos del todo casados pero ya llevamos un tiempo tocando juntos. Es genial y cada vez es mejor, porque aprendemos uno del otro, que es como creo que debe ocurrir entre los músicos.
– ¿Ha sacado disco nuevo, no?
– Así es, me encanta ese proyecto con Medesky y Jack DeJohnette, que han sido verdaderos mentores para mí a lo largo de los años. Y Larry Grenadier al bajo, que es fantástico.
– En 'Hudson' versiona canciones de Bob Dylan en reggae y de Hendrix, en funk. Y también le canta al 'Woodstock' de Joni Mitchell... pero sigue siendo jazz.
– Ah, sí, Woodstock... es una hermosa canción y es muy divertido tocar estas melodías y cambiar de estilos canciones tan conocidas como 'A Hard Rain's A‐Gonna Fall', que por cierto fue idea de Jack (DeJohnette). La cuestión es que amo el bebop y no puedo alejarme de él, y estoy tratando de aprender lo que llaman 'jazz tradicional', lo que me ha mantenido muy ocupado. Pero, al final, pertenezco a una generación diferente: soy de la generación del rock and roll, es parte de mi ADN. Así que cuando tocamos canciones de Dylan o Hendrix y las llevamos a una especie de jazz, como lo hacemos en 'Hudson', las toco porque realmente me gusta esa música y ese sonido del blues en la guitarra. Jim Hall me dijo una vez que la guitarra toca blues por sí sola. Y creo que es verdad.
– ¿Y qué van a tocar en Donostia?
– Con Dave es un poco diferente porque cogemos temas nuestros originales y dividimos la noche entre temas suyos y temas míos. No tocamos 'standards' de jazz, aún siendo temas bastantes sencillos, pero intentamos hacer que funcionen sin batería, solo con guitarra y bajo. Es un desafío intentar lograr que el ritmo suceda sin que haya percusión. En fin, habrá temas míos de los años 90 y 2000 con estructuras más tradicionales, pero también melodías de Dave en compases más extraños y en la frontera del free jazz. Y volvemos a San Sebastián, donde en los últimos 30 años he actuado por lo menos 5 veces y de lo que me siento muy agradecido.
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