![John Zorn nunca se entiende dentro de la escala de grises](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/07/28/96653332-kX3H--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
![John Zorn nunca se entiende dentro de la escala de grises](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/07/28/96653332-kX3H--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Ya sabemos que el nombre de John Zorn se asocia al riesgo. O lo amas o lo odias, pero no puedes esperar que te ofrezca una bonita gama de grises. Sus inabarcables propuestas, sus descabelladas ideas y su exorbitante creatividad no conocen límites y eso, ... en ocasiones, puede resultar sencillamente abrumador. Así que los valientes que se atreven a comprar una entrada para verle lo hacen con los oídos bien abiertos, sin prejuicios traídos de casa y, sobre todo, con ganas de pasárselo muy bien.
Porque con Zorn nunca sabes si vas a un concierto de metal, de jazz psicodélico o de la sinfónica de Viena, lo que sí puedes es ir preparado para que te zarandee como a un muñeco de trapo. Para que te provoque emociones de la más intensa a la más suave y, vaya por delante, que estábamos necesitados de nuevas emociones.
El atractivo de ver por primera vez en este 'triatlón' al propio John Zorn con su saxo sobre el escenario era quizá el mayor aliciente para acercarse a una última sesión en la 'Trini', la tercera del proyecto que el neoyorquino venía a presentar en el festival. Ni el pegajoso calor evitó que la plaza presentara una buenísima entrada, mejor porcentaje de aforo aún que el de sus dos Kursaales previos. Aunque sobra decir que con Zorn vale más la calidad que la cantidad, y la fidelidad de su público es innegable. No había permitido el acceso a las cámaras —solución a la distracción cada vez más adoptada hoy en día por los artistas—, así que la experiencia tocaba vivirla en un primerísimo primer plano.
Tras una mañana intensa con boda incluida del guitarrista Matt Hollenberg en el hotel María Cristina, parecía complicado el reto de superar lo que se había vivido en los dos primeros conciertos, de los que todos habían salido fascinados. Pero este cumplió las expectativas y, si lo hizo así, fue por la actitud de unos músicos que se vaciaron con un repertorio exigentemente escrito y dirigido por Zorn.
Vestido con equipación oficial, el primer cuarteto sudó la camiseta. Merecería la pena mencionar al recién casado, «en su primer concierto como marido», pero no sería justo con Medesky, Marsella y Grohowski y el apabullante despliegue sonoro que regalaron. 35 minutos de velocidad endiablada, vatios y distorsión que al pobre Grohowski le costaron un 'baquetazo' bastante doloroso en el dedo anular.
Y chimpún. Y sin tiempo para coger aire ya estaban los New Masada Quartet repartiendo, primero ritmos latinos y luego rapidísimas semicorcheas. Lo que más mola de Zorn es que sus conciertos se componen en el momento. Son como un ensayo abierto en el local en el que el saxofonista dirige cada golpe, marca cada pausa, da entrada a cada solo e, incluso (¿por qué no?), se sienta a un lado, se cruza de brazos y se pone a escuchar a sus músicos como cualquiera de nosotros. Lo que más mola de Zorn es que nunca se entiende dentro de la escala de grises, lo suyo se escucha a todo color.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.