El Jazzaldia y Donostia son buenos compadres veraniegos desde hace ya casi 60 tacos. Que el Museo San Telmo y el festival se hayan descubierto es una gozada para quienes desean disfrutar de la cercanía de sus autores preferidos. Para cerrar los binomios perfectos la ... organización dispuso abrir la programación de la pinacoteca con otro par de astros, Eri Yamamoto y el reciente premio Donostiako Jazzaldia 2024, William Parker.
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Se entendieron de maravilla él y ella durante la sesión de 70 minutos en lo que los futboleros dirían «una posesión muy repartida». Él tuvo los galones y la educación para que todos disfrutáramos de la dinámica del concierto. Fue una larga improvisación en fondo y forma. Cuando lo era, nos arrebató con las virtudes de ver los diálogos respetuosos y creativos de los autores. Y cuando lo pareció nos permitió disfrutar de la belleza y frescura del momento.
Intérpretes: Eri Yamamoto (piano), William Parker (contrabajo).
Porque cuando él se empeñaba en demostrarnos que el contrabajo es un instrumento mandado por los marcianos para dominarnos a todos ella le lanzaba una cuerda para que el globo sonoro no se perdiera en el firmamento. Si tocaba maraña, ella soplaba. Si él marcaba un ritmo soul ella parecía dedicarse a musicar una de esas bellas palabras japonesas que glorifican elementos del día a día (un ejemplo: 'Komorebi', los rayos de sol que se filtran a través de las hojas de los árboles).
Pulsaciones, arcos, rasgados, dedos sobre cuerdas y chasquidos construyeron un minutaje seductor. Ritmos de jazz, impulsos de blues y arrebatos de música concreta fueron los ingredientes del atractivo evento, solo difuminado por la mirada de Parker a su reloj de mano pasada la media hora.
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Y llegó la «diversión con txistus», que diría Sheldon Cooper en 'The Big Bang Theory'. Porque William Parker no solo cumplió la amenaza de comprarse un txistu sino que además decidió usarlo. Algo que, de manera indirecta, nos hará mirar con otros ojos las próximas prácticas de nuestros vecinos pequeños para los exámenes del cole.
Chanzas aparte, el detalle de inmersión cultural fue agradecido hasta el punto que solo se notó el cambio de instrumento en el viaje a los sentimientos más pretéritos y selváticos del folklore.
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